
26 de octubre: Día de la Gastronomía Mapuche
La declaración de una fecha oficial para celebrar la cocina mapuche me pone a pensar en muchas cosas respecto a la cocina más allá de la cocina. Se me hacía fácil irme por la poesía idealizadora, pero no, sentí que faltaba el respeto a decenas de mujeres mapuches que me han permitido entrar en sus vidas, y conste que no digo cocinas ni fogones. Este es un tema vital.
Así es que aquí voy, intentando aportar crítica y poéticamente a este 26 de octubre. Sin entrar en la política partidista, aclaro que no es mi objetivo, la cocina mapuche necesita ser conocida en sus complejidades sociales y patrimoniales. Necesita de las y los mapuches y de los chilenos y chilenas también. Si esa mayor visibilidad se puede dar porque celebremos un día, y lo hagamos desde la Araucanía, bien. No es perfecto, pero como le escuché a una persona hace poco, hay que ver la película, no la foto; seguir el proceso, no quedarse en un instante detenido. La cocina mapuche necesita verse a sí misma en perspectiva, ser conocida para alejarse de la poesía tranquilizadora en la que podemos caer los que sólo llegamos al plato o al frasco de merkén.
Cuando el próximo 26 de octubre se instaure oficialmente el Día de la Gastronomía Mapuche deberíamos poner foco en 2 aspectos primordiales: primero, que no existe realmente “un día” sino que la Sociedad de Turismo Mapuche, entidad impulsora de la iniciativa, ha querido resumir en un día lo que significa el pewu, la estación de la primavera como época de renovación, abundancia y brote de la tierra. Es una época feliz en la que desde las vegas se siembran el trigo, los porotos o las papas; y en otros sectores más secos, se recolectan las habas, porotos, arvejas, lechugas y frutillas.
Lo segundo a destacar es la importancia fundamental de las mujeres, persistentes mantenedoras de una tradición milenaria que no empieza ni termina en la cocina. La gastronomía mapuche no se entendería sin su proceso vital: la tierra, la semilla, la huerta, el fogón, la mesa, los utensilios, lo trascendente y sus tiempos. Y en esa función contenedora y guardadora han estado fundamentalmente las mujeres. Son ellas, las ñañas, las que han permitido que la tradición mapuche, que es oral, no se pierda completamente. Y es en esas manos, en las semillas colectivas guardadas en cartuchos, saquitos o frascos, donde se ha protegido la vida.
Pero para ser oídas, esas mujeres necesitan oídos dispuestos a escuchar. El plato de comida tiene el poder de abrir caminos como ninguna otra llave maestra. Esa es una de las grandes oportunidades que este 26 de octubre nos ofrece. Y aquí comienzo a soñar: ¿qué pasaría si como seres humanos comenzáramos a mirarnos como parte de un ciclo y no como sus dueños? ¿Qué pasaría con nuestra alimentación si antes del plato de comida en la mesa comenzáramos a pensar en la semilla que trajo ese grano y ese grano que alimentó al animal? ¿Qué pasaría si supiéramos de dónde viene lo que estamos comiendo?
Cuando faltan las palabras y no hay nadie para contar el pasado, está la cocina. Ella sabrá siempre dar voz al silencio. El gorgoteo de una olla con mote; las cáscaras de papas que van quedando sobre la mesa al son del corte de un cuchillo; el agua que se vierte sobre un mate; el vapor de una tetera gris y ahumada; el racimo de perejil fresco que adorna la ventana.
Las celebraciones no solo sirven para reflexionar, también son días para alegrarse, hacer pausas y soñar en comunidad. Así es que este 26 me gustaría ver todas esas escenas juntas. Espero que las mujeres mapuches, las que tienen huertas, las que desde hoy comenzarán a guardar los granos de trigo que antes despreciaban; los jóvenes mapuches que creían que cocinar no era para ellos o huertear los disminuía, todas esas escenas que la misma cultura mapuche fue olvidando, se fueran recuperando con valor agregado. Con el valor de hacerlo desde el orgullo tranquilo, de la responsabilidad personal y desde el sabor de lo que aprendiste gracias a otros. El plato de comida tiene la facultad de abrir caminos como ninguna otra llave. Es un mensaje de esperanza y futuro porque cuando se siembra y se ve brotar la tierra, hay que celebrar. Eso es el pewu y eso es lo que invito a conmemorar el 26 de octubre.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.