A sus 22 años de vida, Romel -un hombre proveniente del pueblo Yagua del Amazonas Colombiano- era conocido como el hombre de las experiencias pendientes: nunca había vivido bajo el mismo techo con su familia, ni había pronunciado la palabra en español.
Sorpresivo es verlo 4 años después de la última vez que nos encontramos. Y es que por el año 2019, también su trabajo era en una hostal, en tareas que le encomendaban de mantenimiento: limpiar las botas y preparar los implementos para quienes iban de tours a la selva, limpiar la piscina, ocuparse de las plantas y de otras tareas del gran jardín. Pero, a diferencia de hoy, no hablaba.
Romel era un joven que solo reía: tenía problemas del lenguaje, y su idioma no era el español. Sus raíces pertenecen al pueblo Yagua: es uno de los 360 indígenas que están en Colombia, ubicados en las riberas del río Amazonas, en Puerto Nariño y en las cercanías de Leticia, donde nació hace 22 años y por donde ha estado en constante movimiento. Y, a pesar de tener que vivir alejado de toda su familia desde los 7 años para trabajar y educarse de manera solitaria tras la muerte de su padre, quien era jefe de hogar; su idioma siempre fue el de su tribu.
Ahora, en cambio, habla y entiende el español. No solo se comunica de manera clara, sino también su semblante es otro: se ríe entre las anécdotas que cuenta, e incluso, interrumpe a otros mientras conversan. Quien lo apoyó en su aprendizaje es Marcell, una mujer de 60 años que, por circunstancias de la vida, lo conoce hace 10, y con quien Romel vive hace 8 meses.
Con sus 3 hermanos y su madre, Romel estuvo separado por cerca de 15 años. Según recuerda, ese tiempo fue de mucha soledad, nostalgia y añoranza: ilusión de verlos y también de soñar con vivir todos juntos.
Hace un mes atrás, lo que añoraba, se cumplió. Su madre Marta, quien es sordomuda, y su hermana Melisa (21) y sus hermanos Skely (19) y Charlie (15), se vinieron a vivir al hostal Nómada: el negocio que instaló con un amigo de Bogotá, hace un año y dos meses.
“Si no aparece Romel en esta historia, no aparece nadie”, asegura Marcell, quien se volvió el pilar fundamental, no solo de contención para la familia, sino también para que todos aprendieran español. Su filosofía es la pedagogía de la acción, es decir, el “aprender haciendo”, un fundamento que ha aplicado, semana a semana, en las lecciones con Romel.
“Las palabras son a las ideas lo que un ladrillo es a un edificio. Ahora él está adquiriendo conciencia de cómo las ideas están contenidas en las palabras. Esas palabras lo han acercado al Occidente, al arte del pintor, a la mirada del escultor”, confiesa Marcell.
“Nómada” no solo es un espacio donde se reúnen a diario los turistas que llegan a disfrutar de la selva amazónica y de todos los panoramas que este destino tiene. Este lugar, es significado de reunificación familiar. De hecho, ahora Romel tiene la tuición de su hermano menor (15).
Es también un sinónimo de resignificación: su hermano de 19, quería ser sicario hasta que la familia se volvió a juntar. “Llegó triste y con miedo. Nunca le había visto su cara así”, dice Romel.
Sin la presencia de “la profe”, tal vez el hostal no tendría un 8,5 en Booking, porque es ella quien le ha dado las herramientas lingüísticas a esta familia, que se dedica a atender y acoger a los turistas día a día: limpian las instalaciones, los sacan a pasear a tours y arman un ambiente familiar y seguro en la terraza del hostel. “Ha sido lindo ver florecer a Romel acá. A los 22 años reunificó a su familia. Le cumplió el sueño a su niño”, agrega ella.
Romel está muy agradecido con ella por compartir su conocimiento con tanto cariño y corazón. Ella le responde que va por el camino correcto, porque como quien se transforma en príncipe de su tribu, ha concretado lo que ha imaginado para su vida.
“Cuando lo suelte, va a ser para buscar el mundo que le cabe en la cabeza. Que ya puede palabrear. Con los mismos, con los suyos, con los otros. La palabra es poderosa, porque la palabra inventa la idea, y la idea inventa a la obra”, dice Marcell.
Romel dice que está contento y satisfecho con la vida que lleva y con lo que ha logrado: su familia junta, el amor por la pesca y la siembra, y una especial conexión de paz, armonía y amor con la naturaleza que asegura haber aprendido de su mamá. También, el contacto con personas de otras culturas, para aprender y también enseñar, es lo que a sus 22 años lo tiene feliz. “En la Tierra uno se tiene que encargar de actuar bien, de hacerlo bonito. Hay que respetar lo que uno tiene”, dice.
“Desde la infancia, siempre pensé en este momento. De convivir, estar juntos y darnos cariño. Hay que intentarlo para saber la verdad”, finaliza Romel, con una blanca sonrisa y con otro trago de cerveza. Sentado al lado de él en el sillón, su familia completa: sus hermanos Melisa (21), Skely (19), Charles (15), su madre Marta (50) y la profesora Marcell.