
Edge Computing: clave para que el IoT impacte en la productividad de Chile
En distintas industrias del país ya es común encontrar sensores que monitorean maquinaria, dispositivos que miden variables ambientales o sistemas que transmiten datos en tiempo real. Estas tecnologías, propias del Internet de las Cosas (IoT), permiten mejorar la trazabilidad, prevenir fallas y automatizar procesos clave en sectores como la minería, la agricultura y el transporte. Aunque su adopción ha crecido, muchas veces se implementan de forma aislada, sin integrarse al resto de las operaciones productivas.
Una de las principales barreras para su despliegue es la distancia entre el punto donde se originan los datos y el lugar donde son procesados. En muchos casos, la información debe recorrer largos tramos de red para llegar a centros de análisis remotos. Pese a contar con fibra óptica, factores como la congestión, los saltos intermedios o la ubicación del servidor generan latencia y retrasan la respuesta.
En escenarios críticos —como una falla industrial o una emergencia médica— incluso unos segundos pueden traducirse en pérdidas económicas, riesgos operacionales o consecuencias mayores. Tecnologías como el Edge Computing, que procesan datos cerca del origen, están diseñadas para resolver este problema. Aunque Chile cuenta con una infraestructura digital sólida, con más del 94% de los hogares conectados a internet, millones de líneas 5G activas y una red de fibra óptica en expansión, ese progreso no se traduce automáticamente en eficiencia productiva. Sin Edge Computing, gran parte de esa capacidad queda subutilizada.
Para que el IoT libere su potencial, debe articularse con capacidades locales de análisis y reacción. El valor de los datos generados en tiempo real radica en que puedan transformarse en decisiones inmediatas. El Edge Computing cierra esa brecha operativa, permitiendo respuestas automáticas ante desvíos en líneas de producción, fallas en cadenas de frío o cambios climáticos bruscos en cultivos. Esta arquitectura distribuida mejora procesos e incrementa la autonomía tecnológica de las industrias.
Ya hay ejemplos concretos: en minería, sensores combinados con análisis de datos permiten gestionar mantenimiento remoto de equipos críticos y reducir el uso de energía. En agricultura, investigadores chilenos desarrollaron un sistema que estima la madurez de cerezas a partir de variables ambientales y visión artificial, anticipando decisiones logísticas. En seguridad, cámaras detectan movimiento humano y solo entonces activan alertas. Cuando el procesamiento se acerca al territorio, se multiplican las oportunidades de eficiencia, innovación y exportación.
Además de sus beneficios operativos, esta combinación de tecnologías puede descentralizar el desarrollo, adaptarse a contextos locales y generar capacidades fuera de los grandes centros urbanos. En zonas agrícolas o industriales, esto se traduce en mayor competitividad y generación de empleo.
El desafío es estratégico: para que el IoT y el Edge Computing sean motores de productividad, se necesita articulación efectiva entre el sector público, privado y la academia. Desde los marcos regulatorios hasta los incentivos de adopción, cada actor tiene un rol para consolidar una infraestructura inteligente que conecte no solo dispositivos, sino también decisiones y territorios.
La urgencia no está en comprobar si estas tecnologías funcionan, sino en construir las condiciones para que funcionen a escala. Chile ya tiene conectividad y experiencia. Ahora se requiere alinear políticas, estrategias y capacidades empresariales para integrar el IoT y el Edge Computing como parte esencial de nuestra transformación productiva.
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