
“Me dio cringe”: el modismo que define la incomodidad en la era digital
Cringe es una palabra de origen inglés que hoy usan millones de jóvenes para describir la incomodidad o vergüenza ajena en situaciones forzadas, ridículas o poco auténticas. Popularizada por redes sociales, se ha integrado al lenguaje cotidiano como señal de pertenencia cultural.
No es nueva, pero en los últimos años ha ganado terreno. Cringe es una palabra breve, directa y cada vez más habitual en el lenguaje de jóvenes y usuarios de redes sociales. Aunque proviene del inglés, hoy circula con naturalidad en conversaciones en español para describir una emoción clara, pero difícil de explicar con precisión: la mezcla de incomodidad, vergüenza ajena y rechazo ante situaciones que resultan ridículas o forzadas.
Este fenómeno no es solo una moda lingüística, sino un reflejo de cómo evoluciona la comunicación en contextos digitales. En plataformas como TikTok, Instagram o X (ex Twitter), cringe se utiliza constantemente para señalar contenido que, en vez de causar gracia o admiración, provoca una reacción opuesta como incomodidad, desconcierto o bochorno.
De la pantalla a la conversación diaria
La palabra proviene del verbo inglés que significa encogerse o estremecerse ante una situación incómoda. En su uso original, tiene connotaciones tanto físicas como emocionales. Sin embargo, su versión hispanizada se ha transformado. Hoy, “cringe” se emplea en español como sustantivo o adjetivo, incluso con construcciones como “esto es muy cringe” o “me dio cringe”.
Según la Real Academia Española, esta adaptación responde a un proceso natural del lenguaje: la apropiación de términos extranjeros cuando no hay una equivalencia exacta o tan concisa en la lengua local. Si bien podría traducirse como “vergüenza ajena”, cringe contiene una carga emocional más amplia, incluyendo lo forzado, lo fuera de lugar o lo artificial.
Aunque su auge comenzó en internet, el término se ha instalado también en el lenguaje oral. Es común escuchar a jóvenes describir como cringe una actitud exagerada, un comentario fuera de contexto o una actuación sobreactuada. Por ejemplo, cuando alguien trata de “verse joven” adoptando jerga adolescente sin naturalidad, o cuando intenta volverse viral en redes con un video que claramente no encaja con su estilo.
Redes sociales y el juicio colectivo
En TikTok, los hashtags vinculados a esta palabra acumulan miles de millones de vistas. Son populares los videos en los que se recopilan momentos incómodos de entrevistas, bailes exagerados, actuaciones poco creíbles o frases que buscan likes pero generan rechazo. Lo cringe se ha vuelto incluso una categoría de contenido viral.
Esto da cuenta de un fenómeno más amplio: el juicio social digital. Las plataformas, al facilitar la exposición pública, también han potenciado una cultura en la que lo inauténtico se castiga con burla, memes o simplemente con la etiqueta de “cringe”. Es, en el fondo, una forma de marcar límites culturales sobre lo que se considera aceptable o no en un espacio común.
Más allá de su función descriptiva, actúa también como una herramienta de pertenencia. Saber cuándo usarla —y reconocer qué contenido califica como tal— puede funcionar como una señal de integración cultural, especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes. No es casual que su uso sea mucho más extendido en esas franjas etarias, que conviven diariamente con códigos cambiantes, virales y visuales. En ese sentido, comparte terreno con otras expresiones propias del entorno digital como FOMO (fear of missing out o JOMO (joy of missing out), términos que también reflejan estados emocionales muy característicos de esta era hiperconectada.
Además, el término evidencia la forma en que las nuevas generaciones resignifican palabras, crean códigos propios y transforman incluso lo incómodo en contenido compartido.