A raíz del reciente Día Mundial del Urbanismo no puedo dejar de pensar en el legado de mi amigo, colega y socio Rodrigo Salcedo, quién me enseñó a reflexionar híbridamente sobre el territorio y sus contradicciones. Su manera de abordar la pregunta urbana –a pesar que a veces era incómoda- siempre fue anclada a la realidad, pues para él había que “valorizar lo espacial sin renegar del análisis histórico”.
Este enfoque crítico-constructivo resume bien el espíritu de diálogo que se estableció en los encuentros que sostuvimos en la primera fase del proceso de Reflexión Urbana Territorial Abierta (RUTA), que tuvo objetivo establecer los contenidos y el universo del Estudio Ciudad Viña del Mar 2023. En este esfuerzo confluyeron la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Cámara de Comercio de la Región de Valparaíso, Las Salinas y la Fundación Encuentros del Futuro.
Inicialmente, reflexionamos sobre la representatividad y alcance del estudio. Como señalaran Deleuze y Guattari, la ciudad es un fenómeno de transconsistencia; es decir, es una red, ya que está “fundamentalmente en relación con otras ciudades”. Viña del Mar, no se entiende sin sus comunas vecinas.
Un segundo esfuerzo del trabajo tuvo que ver con los contenidos de la medición. Para ello, se reflexionó sobre la historia de Viña. La Encuesta se diseñó por abordar –desde una perspectiva de opinión pública- los desafíos urbanos, reconociendo sus potencialidades desde el imaginario construido por sus propios ciudadanos y ciudadanas que la habitan.
Otro resultado que es importante destacar es que Viña es percibida como una ciudad amable, que combina características de un territorio residencial –manteniendo- una cierta idea de que es una “ciudad jardín”- y turístico. Así también, se considera que es una ciudad universitaria y deportiva.
Junto a lo anterior, aparece una frontera marítima. La “ciudad balnearia” mira el mar, pero desde la arena. Sin duda, un “futuro posible” de Viña del Mar requiere revalorizar el borde costero y construir infraestructura cultural, deportiva y de transporte marítimo que habite el mar viñamarino.
En opinión de las personas consultadas, el principal desafío social de la ciudad son los campamentos y tomas. Es decir, Viña no esconde sus cerros y reconoce una deuda de equidad territorial.
La buena noticia es que emerge una mirada auspiciosa sobre el futuro, ya que las expectativas de mediano plazo -hacia el 2030- son positivas. Por lo tanto, el desafío de Viña del Mar es recoger este espíritu y construir un proyecto urbano que convoque, considerando el orgullo viñamarino y las demandas de recuperación patrimonial, así como una vocación turística en armonía con la calidad de vida que Viña ha ofrecido a sus residentes y nuevos vecinos, como promesa urbana.