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Burocracia y papeleo: la crisis silenciosa de nuestras escuelas Opinión www.freepik.es

Burocracia y papeleo: la crisis silenciosa de nuestras escuelas

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Juan Pablo Catalán
Por : Juan Pablo Catalán Académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.
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En el corazón de cada escuela debería latir la esperanza. Sin embargo, hoy lo que late con fuerza es el peso de la burocracia. Las y los directores —aquellos llamados a liderar comunidades— se ven atrapados entre plataformas, evidencias, reportes y formularios. Se les exige mostrar resultados, pero se les priva del tiempo para hacer lo verdaderamente importante: conducir el aprendizaje.

En muchas escuelas chilenas, el liderazgo ha sido desplazado por la administración. Según Muñoz y Vanni (2022), hasta el 60% del tiempo de los líderes escolares se dedica a tareas administrativas. ¿Cómo liderar lo pedagógico cuando se vive encerrado en la oficina subiendo planillas? ¿Cómo generar visión compartida si cada semana hay que responder una nueva solicitud desde el nivel central?

Como advierte Bellei (2015), el sistema educativo chileno ha privilegiado la rendición de cuentas por sobre el desarrollo de capacidades. Esta lógica ha transformado a los equipos directivos en operadores del sistema, más que en líderes de comunidades. Lo pedagógico, lo humano, lo profundo… ha sido desplazado por lo urgente y lo cuantificable.

Mientras se exigen planes, diagnósticos y formatos, ¿quién acompaña a los profesores en sus clases? ¿Quién conversa con los estudiantes sobre sus sueños, miedos o aprendizajes? ¿Quién guía los procesos de mejora si el tiempo se diluye entre tareas administrativas?

Como señala Morawietz (2021), se espera mucho de los líderes escolares, pero se les entrega muy poco para ejercer su rol pedagógico. Esta paradoja asfixia el alma de nuestras escuelas. Sin apoyo administrativo ni autonomía real, el liderazgo se debilita, y con él, el proyecto educativo que cada comunidad anhela construir.

Valenzuela (2020) plantea que no habrá mejora sostenible sin condiciones institucionales: tiempo, formación, confianza y equipos de apoyo. El liderazgo requiere de espacio para pensar, decidir, acompañar y transformar. Sin ello, todo intento de cambio se convierte en simulacro.

La propuesta es clara: liberar a los equipos directivos de las cadenas burocráticas. Fortalecer la dotación administrativa, simplificar las exigencias externas, unificar plataformas y confiar en el juicio profesional de quienes lideran.

¿Hasta cuándo confundiremos control con mejora? ¿Cuándo dejaremos de medir a la escuela por sus formularios y comenzaremos a mirarla por sus aprendizajes?

Liberar al liderazgo escolar no es solo un acto técnico. Es un gesto político y ético. Es volver a creer que en el aula —y no en la planilla— está el verdadero sentido de la educación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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