Opinión
Créditos: El Mostrador.
Niñez y obesidad: mirar más allá del peso
Chile ha dado pasos importantes en materia de salud infantil. La creación de un tablero público para monitorear el estado nutricional de niños, niñas y adolescentes, junto con la aprobación de más tiempo para la actividad física escolar, son avances que vale la pena celebrar. Pero también invitan a una reflexión: ¿estamos mirando el problema en toda su profundidad o seguimos reduciéndolo al peso corporal?
La obesidad y los trastornos de la conducta alimentaria no son solo temas de alimentación. Son fenómenos complejos, entrelazados con el bienestar psicológico, la presión social, la desigualdad económica y el entorno digital en que crecen nuestros niños. Cuando las políticas se enfocan únicamente en la balanza o en “comer bien”, sin incorporar la salud mental, ni las condiciones estructurales que determinan el acceso a alimentos saludables, los resultados pueden ser limitados e incluso contraproducentes.
En el CECA-UAI hemos visto cómo las preocupaciones por el cuerpo y la comida aparecen cada vez más temprano. Cuidadores de niños de ocho o nueve años relatan temores a “engordar”, culpa después de comer o control excesivo de porciones. Son señales de alerta que reflejan el impacto del entorno social y digital en la construcción de la autoimagen desde edades muy tempranas.
La evidencia internacional refuerza esta mirada. La reciente declaración de Naciones Unidas sobre salud mental, alimentación y ejercicio destaca que la obesidad está impulsada por una red de factores interconectados: estrés, privación del sueño, inseguridad alimentaria y exposición constante a modelos corporales irreales. No basta con promover la alimentación saludable y la actividad física; debemos también proteger la salud mental, reducir el estigma y regular los entornos digitales que hoy moldean la relación de los niños con su cuerpo.
Las intervenciones centradas solo en el peso corren el riesgo de reforzar la vergüenza corporal y la ansiedad. Sabemos que el estigma de peso y su internalización tienen efectos que van mucho más allá de la conducta alimentaria. Desde la infancia, los niños y niñas que experimentan burlas o discriminación por su peso o forma corporal enfrentan un mayor riesgo de aislamiento social, baja autoestima y síntomas depresivos.
Este tipo de estigma también puede afectar su rendimiento académico, su participación en actividades físicas y su disposición a buscar ayuda o atención médica. Diversos estudios muestran que el estigma no solo agrava el malestar psicológico, sino que contribuye a la perpetuación de desigualdades y a la adopción de estrategias poco saludables para controlar el peso. Por eso, abordar la obesidad infantil requiere eliminar los mensajes culpabilizadores y promover entornos seguros y respetuosos, donde todas las corporalidades sean valoradas y los niños y niñas puedan desarrollarse integralmente.
Esto significa capacitar a docentes en comunicación no estigmatizante, involucrar a las familias en rutinas saludables de alimentación, sueño y movimiento, y ampliar los sistemas de monitoreo para incluir bienestar psicológico, uso de pantallas y percepción de estigma.
Chile tiene la oportunidad de consolidar un liderazgo en salud pública que trascienda el paradigma del peso. El desafío no es solo prevenir la obesidad, sino crear entornos donde los niños y niñas puedan crecer sanos, activos y emocionalmente seguros. Porque el bienestar infantil no se mide en kilos, sino en la posibilidad de vivir con libertad, autoestima y salud integral.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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