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El hombre desciende del… pez

Puede parecer extraño escuchar que el ser humano evolucionó partir de los peces, pero la evidencia se puede encontrar no sólo en los fósiles, sino también en nuestros cuerpos.


Puede parecer extraño escuchar que el ser humano ha evolucionado partir de los peces, pero la evidencia se puede encontrar no sólo en los fósiles, sino también en nuestros propios cuerpos.

La cara es nuestro rasgo más expresivo: sugiere al mundo nuestras emociones y nuestra procedencia. Aunque no hay dos rostros exactamente iguales, todos comparten una serie de características comunes: un par de ojos, una nariz, una boca… y un surco nasolabial.

El surco nasolabial es esa pequeña depresión que está entre el labio superior y la nariz. Uno lo ve todos los días en el espejo pero posiblemente nunca repara en él.

Y no tiene ninguna función obvia. Es un accidente de nuestros orígenes, una pista de nuestro pasado evolutivo y del proceso de formación del rostro.

La cara se forma en el vientre materno en los dos primeros meses de vida, mientras crecemos del tamaño de un grano de arroz hasta el de un frijol.

El video que incluimos muestra cómo ocurre este proceso, y fue creado a partir de escáneres de alta calidad de embriones humanos en las etapas iniciales de desarrollo.

Si observamos con cuidado podemos ver que el rostro humano está formado por tres secciones principales que rotan y se unen durante el desarrollo fetal.

Precisión

Esta transformación sólo tiene sentido si se tiene en cuenta que, por extraño que parezca, somos descendientes de los peces.

El embrión humano en fase temprana es muy similar al embrión de cualquier otro mamífero, de aves y de anfibios, todos los cuales han evolucionado a partir de peces.

Los ojos empiezan a formarse a los lados de la cabeza, pero luego se desplazan hacia el centro.

El labio superior, junto con la mandíbula y el paladar, se forma con el cuello. Las fosas nasales y la parte media del labio descienden desde la parte superior de la cabeza.

Las placas de tejido y los músculos se fusionan a la perfección. Hay, sin embargo, un pequeño remanente de toda esta actividad en el centro del labio superior: el surco nasolabial.

Todo este proceso de unión de los diversos elementos que componen el rostro humano requiere una gran precisión en el útero.

Un desajuste de por lo menos una hora puede hacer que el bebé nazca con características como labio leporino.

Gónadas

Hay otras marcas de la anatomía humana que realmente sólo pueden explicarse por medio de la evolución a partir de peces. Por ejemplo, en la anatomía de un tiburón las gónadas se alojan en el pecho, detrás del hígado.

Al igual que en el tiburón nuestras gónadas surgen arriba, cerca del hígado. Pero, a diferencia de en los tiburones, necesitan descender.

En la mujer se convierten en los ovarios, ubicados convenientemente cerca del útero y las trompas de Falopio.

En los hombres, se convierten en los testículos, pero para bajar y llenar el escroto tienen que hacer un viaje más largo y tortuoso.

Una consecuencia de este desplazamiento es la creación de un debilitamiento en la pared abdominal.

Y como resultado, los hombres son mucho más propensos que las mujeres a lo que se conoce como hernia inguinal.

Esta hernia puede resultar dolorosa y requerir cirugía. ¿La culpa? La tiene el pez.

Hipo

Un estadounidense llamado Charles Osborne marcó un récord por el ataque de hipo más largo que se haya registrado: 68 años, desde 1922 hasta 1990.

Parece que de nuevo la culpa la tiene el pez.

El hipo es causado por un espasmo del diafragma, un músculo en el pecho, seguido de un cierre brusco de la glotis, lo que origina su sonido característico.

Ambas acciones tienen raíces acuosa.

En los peces los nervios que activan la respiración emprenden un corto viaje desde el tronco cerebral hasta la garganta y las branquias. En nosotros, es más complicado.

Para respirar adecuadamente, nuestro cerebro tiene que enviar mensajes no sólo a la garganta, sino al pecho y al diafragma. Este complejo sistema significa que los nervios son propensos al espasmo, lo cual puede iniciar el hipo.

Una vez que el hipo se ha iniciado, se mantiene por un simple reflejo motor que parece haber sido heredado de antepasados anfibios, a los cuales esta acción les posibilitaba el funcionamiento del sistema respiratorio.

Para los seres humanos y otros mamíferos, el hipo este no tiene valor; no obstante, proporciona más evidencia de esos ancestros comunes que vivían bajo el agua.

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