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Vejez… mucho más que pensiones Opinión

Vejez… mucho más que pensiones

Camila Quinteros
Por : Camila Quinteros Socia Fundadora 60 y Más Consultores
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No discriminar por razones de edad es indispensable para una buena vejez. Y la no discriminación es responsabilidad de todos. Derribar los prejuicios asociados a la vejez es fundamental.


En los últimos meses el debate respecto de las pensiones se ha tomado la agenda pública. Marchas con la consigna “No + AFP”, debates televisivos, negociaciones parlamentarias y gubernamentales que intentan mejorar los montos de las pensiones y generar un sistema más solidario, son algunos de los temas que se han tratado en los últimas días con la intención de asegurar una vejez más llevadera.

Sin embargo, la vejez es mucho más que el dinero de las pensiones, independiente de si éste es mucho o poco.

Sin duda que con dinero es mucho más fácil acceder a los medicamentos necesarios para mantener controladas ciertas enfermedades crónicas asociadas a la vejez como diabetes, hipertensión o síndrome metabólico por ejemplo.  Con dinero también se hace más fácil aprovechar las diversas instancias de recreación y formación que hay para las personas mayores a través de los municipios, universidades y organizaciones culturales. Viajar también es una actividad probable cuando hay dinero, incluso una alimentación más variada o la posibilidad de arreglar el hogar para hacerlo más seguro y, al mismo tiempo, adecuarlo para promover la independencia de la persona mayor que lo habita.

Sin embargo, el dinero no lo es todo.

Para hablar de vejez, tenemos que considerar que ésta es heterogénea. No todos los viejos son iguales ni tienen las mismas necesidades, especialmente aquellos que están en la llamada “clase media” y que, generalmente, son olvidados por las políticas públicas y no cuentan con abundantes recursos financieros.

Por otra parte, no todas las personas mayores tienen las mismas necesidades. Según la OMS, la vejez comienza a los 60 años. Pero las personas de 60 no son iguales que las de 65, 70 y menos que las de 80 años o más.

Para una vejez plena, además de dinero para poder solventar los gastos básicos y las necesidades de cada uno, se requiere también de relaciones familiares sólidas, en las que la persona mayor pueda descansar, confiar sus problemas y recibir la ayuda que necesita. Este apoyo familiar, por cierto, debe enmarcarse en el cariño, el respeto y la valoración de las opiniones y preferencias de la persona mayor ya que no por ser viejos pierden sus derechos o su capacidad de decidir.

También se necesita participación social y no solo la participación en el club de adulto mayor del municipio, sino que participación en el mundo laboral, social, cultural, político, etc. Las personas de 60 años y más debieran poder seguir trabajando si quieren y pueden. Para ello, los empleadores (públicos o privados) debieran contar con mecanismos de gestión de la edad que permitan aprovechar el talento de ese trabajador mayor y, al mismo tiempo, debieran prepararse para el retiro. Si uno se prepara para ingresar al mundo del trabajo, ¿cómo no preparase para dejarlo? La crisis que implica el dejar la vida laboral abarca no solo al trabajador, sino que a toda la familia y obliga al nuevo jubilado a reinventarse y formular nuevos proyectos de vida lo que, sin ayuda, es muy difícil y puede derivar en depresiones, crisis familiares u otros conflictos internos.

No discriminar por razones de edad es indispensable para una buena vejez. Y la no discriminación es responsabilidad de todos. Derribar los prejuicios asociados a la vejez es fundamental, no podemos seguir pensando que las personas mayores son todas enfermas, dependientes, mañosas, mal genios, desinformadas y desinteresadas por lo que le gusta a la juventud. Hoy las personas mayores corren maratones (cosa que yo, a mis 36 años, soy incapaz de hacer), andan en skate, entran a la universidad como cualquier joven de 18 años, desarrollan apps, dirigen empresas, cuidan nietos, trabajan, viajan solas y sí, hay algunas que se enferman pero, dado los avances de la medicina, son capaces de tener sus enfermedades controladas y vivir una vida normal sin mayores complicaciones.

Y claro, hay otras personas mayores que padecen enfermedades más complejas, como la demencia; o que producto de caídas están en situación de postración, pero eso no implica su abandono o la generalización. La vejez no necesariamente es sinónimo de enfermedad y deterioro.

Hoy, cuando las personas en Chile tienen una expectativa de vida que bordea los 80 años (lo que significa que después de los 60 años nos quedan al menos 20 años de vida); cuando cada vez nacen menos niños y el número de mayores de 60 años irá aumentando constantemente, además de debatir sobre las pensiones, es necesario cambiar la percepción que como sociedad tenemos de la vejez.

Debemos, además de discutir sobre las pensiones, ampliar la mirada y pensar en cómo los jóvenes de hoy (que seremos los viejos del mañana) queremos ser tratados, cómo queremos influir en la sociedad y generar hoy los espacios de participación, a todo nivel, para que en este país todas las edades tengan cabida.

La dignidad en la vejez no es sólo un tema de dinero y, muchas veces, la falta de dinero se suple con una sociedad inclusiva, con un trato respetuoso, con oportunidades de trabajo adecuado para la edad y la capacidad de la persona, con dispositivos de cuidado de calidad y una mayor oferta de productos y servicios que contribuyan a mejorar la calidad de vida en esta etapa y a la promoción de un envejecimiento positivo.

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