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Thelma Fardin, la actriz argentina que marcó el 2018 con su denuncia de abusos: “Mi relato terminó de destapar una olla a presión” BRAGA

Thelma Fardin, la actriz argentina que marcó el 2018 con su denuncia de abusos: “Mi relato terminó de destapar una olla a presión”

La actriz argentina Thelma Fardin habló con DW sobre el fenómeno que desató su denuncia por abuso sexual contra el actor Juan Darthés, así como el eco y las consecuencias de este debate en América Latina. «Todos necesitamos repensar los roles de género», asegura.


DW: Tu caso abre una nueva dimensión en el reclamo de las mujeres latinoamericanas por el fin de la violencia machista. ¿Qué fue lo que te hizo tomar la decisión de denunciar a Juan Darthés?

Thelma Fardin: Fue todo un proceso interno y, por supuesto, lo que sucedió con las denuncias de Calu Rivero, Ana Coacci y Natalia Juncos [actrices argentinas que denunciaron públicamente por acoso a Juan Darthés, N. de la R.] para mí fue una cachetada que me imposibilitó seguir obviando el tema. No me quedó otra alternativa que enfrentarme con esto que me había pasado y, primero, solucionarlo desde lo emocional y en mi entorno, y después darme cuenta de que inevitablemente, además de ir primero a la Justicia, había una necesidad de hacerlo público por todo el proceso que se venía gestando. Afortunadamente, las mujeres estamos produciendo no solo este debate, sino muchos otros, que tenemos instalados en nuestro imaginario, que está siendo bombardeado en este momento con información que nos hace replantearnos el rol de la mujer, el rol del hombre, la masculinidad y los roles en los que se juegan vínculos de poder. Y todo eso hizo que para mí se conjugara algo de mi proceso de vida, convirtiéndome de niña a mujer, en los últimos años, en paralelo con lo que está sucediendo en la sociedad.

Cuando sufriste abuso sexual tenías 16 años. Como bien dices, eras una niña. ¿Cómo reaccionaron tus padres, en especial tu madre, cuando se enteró del abuso que habías sufrido?

Me parece muy importante preservarlos. No puedo hablar por ella. Por supuesto que le dolió, y afortunadamente me brindó todo su apoyo. Lo demás queda en nuestra intimidad, la manera en que lo pudimos atravesar y lo que ella sintió en su fuero más íntimo. Pero me parece importante decir que tuve todo su apoyo.

Conocemos el eco que ha tenido tu revelación. En lo personal y en lo profesional, ¿se te han acercado otras mujeres a raíz de esto para contarte experiencias similares?

Ha sido impresionante, estoy muy sorprendida. Recién ahora tuve la posibilidad de empezar a leer lo que me han mandado en este tiempo, en estas dos o tres semanas. Estuve muchos días en mi casa sin poder salir, por el revuelo mediático. Ahora que me encuentro de viaje y puedo desconectarme de eso y entrar en contacto con la gente pasa algo muy emocionante, que es que me abrazan y me dicen «gracias”. Y ese «gracias” vuelve de mi parte, porque es algo que se retroalimenta. Gracias al apoyo que tuve y al nivel de escucha que hubo, es que yo también, de alguna manera, termino de hacer mi proceso de sanación. Y por supuesto, me alegra profundamente que algo que salió desde lo más pequeño, tenga el eco que tiene.

Me parece importante en este momento no relatar lo que te sucedió únicamente desde el lugar de víctima cosa que no estás haciendo–, sino rescatar que tuviste el valor de denunciar el abuso. ¿Cómo te ves en medio de todo este fenómeno que se ha mediatizado y del cual eres ahora el centro?

Creo que es lo más fácil para ciertos medios, lo que les queda más cómodo, es hacer del asunto un tema de la farándula en vez de politizarlo, que es lo que necesitamos. Por supuesto, no me estoy refiriendo a banderas políticas, sino a entender que esto es un problema que concierne a toda la sociedad, por ende, es necesario que el Estado tome medidas, que se haga escuchar. Para que no sea un eco que queda solamente en titulares de diarios y zócalos de programas de televisión, sino que realmente trascienda hasta que haya políticas de Estado. Más allá de que algún que otro programa de televisión necesite seguir hablando de mí, creo que se terminaron los nombres propios, que Thelma es el nombre propio que estamos usando para algo que, en realidad, trasciende lo personal y habla de la totalidad, de algo que nos estaba pasando a todos. No es una historia particular. Lamentablemente tuvo este impacto porque no es un hecho aislado, sino porque es la regla, y eso es lo que tenemos que cambiar. Nunca trato de pararme en el lugar de la víctima porque justamente, si hay algo que creo es que tenemos que pararnos en el lugar de denunciantes, denunciar eso que nos pasó, apropiarnos de esa historia, y no que quede nuestra posibilidad de ser felices atada a eso que nos sucedió. En lugar de que esto nos marcara para quedarnos solas y en silencio, nos ha marcado para identificarnos entre todas las personas que somos víctimas y ponernos en otro rol, en el rol de denunciantes, y salir de la sombra y del silencio.

En cuanto a esto que se está gestando desde hace tiempo, que es la demanda de deconstruir los modelos machistas y terminar con mandatos del sistema patriarcal, ¿piensas que tu denuncia, y las de otras mujeres, contribuyen a que los hombres entiendan qué se les pide, de qué se trata este cambio social?

Creo que es importante entender que esto no es una «guerra de mujeres contra hombres”, sino que todos necesitamos repensar los roles de género. Es la revolución de los géneros la que tenemos que dar, porque el patriarcado les hace tanto mal a las mujeres como a los hombres. Porque lo que necesitamos no es la muerte del hombre, sino que se termine el mandato de la masculinidad. Esto también tiene su contracara, que es lo que nos venimos planteando con respecto a qué es lo femenino, qué es ser mujer, esta cosa con la que nos han criado de «Pórtate como una señorita”, y que gracias al trabajo que han hecho ya las generaciones anteriores, estoy segura que las venideras van a seguir rompiendo moldes, rompiendo estructuras. Las luchas lamentablemente no son perfectas, es inevitable que en todo este debate, quizás se confundan términos o banderas, y hay quienes quieran aprovecharlo y ponerse cucardas que no le corresponden. Cuando durante muchísimos años el poder se mantiene de un solo lado, en el intento de encontrar un punto de equilibrio quizás se cometan excesos, hasta que se logre. Creo que estamos logrando achicar este tipo de delitos, que se llaman «delitos que suceden en la oscuridad”.  Al hablar, estamos poniendo tanta luz que estamos quitando lugares de oscuridad donde se puedan seguir dando este tipo de abusos. Ese es el primer avance. Después encontraremos el equilibrio.

¿Crees que tu decisión de hablar puede contribuir a mejorar el panorama en Argentina y en América Latina sobre los abusos de poder y la violencia machista, en el hogar, en el ambiente laboral y en todas las áreas?

Creo que lo que sucedió con mi relato es que terminó de destapar una olla a presión. Fue mi caso, pero podría haber sido cualquier otro, porque lo estábamos necesitando. Creo que el cambio se está dando de a poco en la estructura, por la necesidad de deconstruirnos y de ver cuáles son las situaciones de abuso de poder, y también los micromachismos. Estamos en ese proceso. Entiendo que sí, que contribuye a eso. La verdad es que nunca me lo hubiera imaginado, el nivel de impacto que tiene mi caso en Argentina y en toda Latinoamérica, e incluso el interés que despierta en Europa, y en EE. UU. y Canadá. Creo que hay algo que nos hermana, como argentinas y latinoamericanas, que estamos poniendo el foco en esta situación. Eso hace que muchos hombres –a lo mejor, no por sostener esos ideales, todavía– estén haciendo un proceso de tratar de entender. Y sé que hay muchos que no lo van a hacer por miedo. Y otros lo pensarán dos o tres veces antes de usar su poder para ejercerlo sobre alguien desde un lugar de abuso. Entonces espero que lleguemos al momento en que sea por una cuestión de ideales y de convicciones, y sea lo natural que no se ejerza poder sobre el más débil. Pero me parece que, al menos, en este momento, sí, ya se generó un cambio, porque el que no lo hace por eso, al menos lo hace porque estamos todos más atentos, poniendo el ojo. ¡No nos callamos más!

¿Qué le dirías a las mujeres, ya tengan tu edad, sean más jóvenes o mayores, sobre la posibilidad de revelar los abusos que han sufrido? ¿Cómo encarar eso?

Según mi experiencia, hablar fue sanador. Pero no es solamente hablar. También es peligroso esto que empieza a pasar del «escrache por el escrache”. Es importante todo el proceso. El proceso interno que una pueda hacer con eso. El proceso que pueda hacer con su entorno. Es muy complejo dar el mismo consejo en general a todo el mundo, a todas las generaciones, en todos los sectores socioculturales. Pero desde mi experiencia personal, hablar y sacar esto a la luz fue sanador. En primer lugar, fue sanador hacerlo en mi entorno, sin esa exposición que tuvo. Después vino la exposición mediática y luego, como consecuencia, el fenómeno social. Pero cada caso es muy particular.

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