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“Suicidio femicida”: cuando la violencia de género provoca que las mujeres se quiten la vida BRAGA Créditos: Christian Iglesias/Aton Chile

“Suicidio femicida”: cuando la violencia de género provoca que las mujeres se quiten la vida

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
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Antonia Barra y Francisca Moll son los nombres de dos mujeres cuyos casos han sido los más conocidos respecto a víctimas de violencia de género que sintieron que la única salida a su dolor era la muerte. Ellas han hecho visible una realidad que en nuestro país ocurre hace muchos años. Para algunas personas puede resultar complejo empatizar con el mundo interno y sufrimiento que viven estas mujeres, por esta razón, conversaron con El Mostrador Braga la psicóloga del área de psiquiatría adultos del Cosam de Cerro Navia y encargada de la gestión e intervención en área psicosociojudicial, Camila Talamilla, y la psicóloga y docente de la Universidad Diego Portales, Guila Sosman. Para ellas, es muy importante ponerle nombre a este tipo de suicidio, porque tiene un factor de género importante que va más allá que un suicidio inducido por terceros, como lo sería, por ejemplo, un caso de bullying. El suicidio femicida es un reflejo más de una cultura machista y de un fallo en las políticas públicas y redes de apoyo que deberían velar por que las personas, especialmente mujeres, puedan vivir una vida libre de violencia.


“Mamá, ya no doy más, me siento sucia por todos los ultrajes que me hicieron, por todo lo que tuve que vivir», esta es una de las frases más conocidas de la carta que dejó Francisca Moll a su madre antes de ser víctima de suicidio femicida. Tenía 37 años cuando se suicidó, luego de realizar al menos tres denuncias en contra de su expareja por maltrato y amenazas. Ella no es la única, pero sí una de las más conocidas junto a Antonia Barra.

En 1996, el concepto de suicidio femicida fue impulsado por primera vez por la activista feminista sudafricana Diana Russell, para abordar aquellos casos de mujeres que deciden poner fin a sus vidas, debido a distintas situaciones de violencia de género de las que han sido víctimas, como violación, abuso sexual, acoso, violencia intrafamiliar, etc.

Según el estudio «Violencia extrema hacia las mujeres en Chile”, realizado por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, son suicidios femicidas “aquellos cuya causa se encuentra en el único límite posible a la agresión recibida por sus convivientes, amantes, esposos, acosadores; como ‘única salida’ ante una muerte inminente”.

También consideran en esta categoría los casos de mujeres que se suicidan agobiadas por la impunidad, la revictimización y la negligencia de las instituciones encargadas de su protección. Hecho que, si bien se ha hablado y ha sido más público desde el caso de Antonia Barra, no es algo nuevo: de acuerdo al Servicio Médico Legal, durante 2010 en la Región Metropolitana hubo 139 muertes de mujeres por lesiones autoinfligidas, de ellas, 22 tenían iniciada una causa penal por violencia Intrafamiliar.

Sin embargo, ¿cómo comprobamos que el hombre desee que la mujer se mate? Según la abogada feminista y vocera de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, Lorena Astudillo, lo más probable es que un agresor ni siquiera intente hacer que su víctima se quite la vida, “lo que quieren es que ella se mantenga subordinada y dominada. Por lo que ellas terminan viendo el suicidio como un escape”.

Para algunas personas puede resultar complejo empatizar con el mundo interno y sufrimiento que viven estas mujeres, por esa razón, conversaron con El Mostrador Braga la psicóloga del área de psiquiatría adultos del Cosam de Cerro Navia y encargada de la gestión e intervención en área psicosociojudicial, Camila Talamilla, y la psicóloga y docente de la Universidad Diego Portales, Guila Sosman.

Para Sosman, existe un estigma social en torno al suicidio porque tiene que ver con cómo, social y culturalmente, se valora la vida principalmente por la herencia de distintas religiones y la tradición judeo-cristiana. Entonces, “van a ser enjuiciados negativamente. Otro punto tiene que ver con la autonomía, ¿cuán autónomos somos de tomar esa decisión? Y finalmente lo que ocurre con el entorno. Los familiares serán cuestionados y culpados por no haber podido ‘salvar’ o ‘brindar el apoyo’ que esa persona necesitaba”, explica.

La psicóloga Talamilla coincide con que existe una base cultural/religiosa de culpabilización, porque “nadie tiene el derecho de quitar la vida a menos que sea el creador, y las etiquetas de ser «cobardes».

“Se nos enseñó desde pequeños que debemos ser ‘valientes’ y no decaer fácilmente, entonces, si decaes o sostienes algún problema de salud mental, eres débil, y si te suicidas, eres cobarde”. Para la especialista, es un tabú aún en muchos lugares, sin dejar de lado que también es un reflejo de la sociedad, muestra de que se está haciendo algo mal en cuanto a las políticas públicas.

El ser humano, se supone, desde su fisionomía, tiene la supervivencia como su prioridad. No obstante, Talamilla explica que el cuerpo no es algo separado de nuestra mente y emociones. Si tenemos un dolor emocional que no trabajamos, podemos comenzar a somatizar con dolores de cabeza, estómago, mareos, dolor corporal e infinidades de maneras donde las emociones esperan «escapar».

¿Un tercero puede inducir un suicidio?

Las especialistas creen firmemente en que es posible que un tercero sí pueda inducir que alguien se suicide, y que esta decisión es diferente, en el caso de la violencia de género, a otras situaciones de abuso emocional y físico, como lo puede ser el bullying.

“El agresor somete a una sumisión extrema a la víctima, donde si ella se aleja de él –según el relato de un agresor– no podrá sostener otros vínculos, por lo que deja a la persona aislada y sola dentro de las que pudieron ser redes de apoyo”, Talamilla puntualiza que estos acostumbran a la persona a que no pida ayuda, y sumado ello a la constante culpabilización social que se le hace a la víctima con frases como «por qué no denunció antes», «yo no aguantaría en su lugar», hace que esta persona se vaya afirmando que aquello que el agresor decía era real.

Todo lo que sucede con nosotros en un espacio de relación social, afectará en cómo nos sentimos y cómo nos movemos en cuanto a eso, si tenemos unos padres que no siempre asistieron las necesidades de la víctima cuando era pequeña o que no comprendían su llanto, probablemente serán adultos con vínculos ansiosos, necesidades de aprobación externa y temores.

Lo mismo sucede en los suicidios inducidos por terceros. A nivel psicológico, el agresor puede movilizar o inmovilizar acciones en la víctima, puesto que la tiene sometida. Así mismo pasa cuando el agresor es denunciado, la víctima sostiene un constante miedo a que no le crean o a que el agresor vuelva y la dañe, porque el agresor como método de defensa «trabaja emocionalmente» a la víctima para que piense que no hay nadie para ella.

Para la docente de la UDP, es muy importante la visibilización del concepto de suicidio femicida, ya que es bastante poco usual conversarlo, sobre todo en nuestro país. En general, en Chile se habla del suicidio y meramente se le asocia a patologías como la depresión o trastornos bipolares. “Es muy relevante la visibilización de que es un tipo de suicidio en particular, para recalcar las condiciones que tiene esta sociedad patriarcal y machista, en las cuales las mujeres muchas veces no cuentan con la ayuda necesaria para salir y, por tanto, ven la muerte como la única salida”, explica Sosman.

A su juicio, visibilizar y difundir este tipo de definiciones ayuda a que las mujeres y la sociedad en general puedan nombrar una realidad, y así movilizar recursos para ir en ayuda y también para prevenir. Para Sosman, necesitamos mejorar el sistema penal para que efectivamente proteja a las mujeres, no solamente del riesgo de femicidio, “perpetuando la violencia directa del hombre hacia la mujer, sino que también de estos riesgos de que la mujer busque ‘soluciones’ así de extremas”.

Misma visión comparte Talamilla, para quien este concepto es tan nuevo y tan poco visibilizado en Chile que llega a dar temor, aunque haya existido hace muchísimos años. “Pensar que ahora le estamos –tal vez, por fin– poniendo nombre, nos permitirá visibilizarlo, pero creo también que es importante que de a poco podamos conscientizarnos de que los círculos de violencia generan constantemente un temor y dudas sobre lo vivido. El sentirnos constantemente minimizadas por nuestro agresor nos lleva a los suicidios femicidas, como pasó con Antonia Barra, donde el temor y el estrés a que no le íbamos a creer la llevó a cometer suicidio, con el dolor de que no le creerían porque el agresor tenía un estatus distinto, y porque seguramente pensó que le íbamos a creer a él antes que a su dolor”.

¿Qué hacer si sospecho que una cercana podría atentar contra su vida?

Sosman recomienda estar bien atentos a cambios conductuales. Por ejemplo, si la persona se aísla o es más retraída, está más irritable o ve que cambian los ciclos de sueño, vigilia, alimentación. Aconseja observar, tratar de acompañar, contener, escuchar a esa persona y buscar ayuda profesional. Es muy importante acudir a profesionales de la salud mental que puedan apoyar y asistir a esta persona. Y no tener miedo de conversar de estos temas con esta persona que nos preocupa.

Para ella, si hablamos acerca de la ideación suicida, no vamos a estar motivando a la persona a que efectivamente se suicide, sino que estamos ayudando a que la persona pueda conversar acerca de estas ideas, sus temores, su angustia respecto de terminar con su vida, lo que muchas veces es liberador para quienes están en este estado, y que no se le juzgue.

 

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