Para el autor, Tomás Bustos, es sumamente importante que se escriban más historias románticas que no sean entre dos personas heterosexuales, y que muestren a “una pareja de gays que no necesitan de la valoración de nadie para ser quienes son”, evitando caer en clichés.
Con una pluma ágil y versátil, el escritor chileno Tomás Bustos decidió redactar una novela que le hubiera gustado leer cuando era más chico, a través de la cual se vea claramente que “el amor entre dos chicos rotos puede existir, se puede salir adelante y mucho más si son de la comunidad LGBTIQ+”, explica.
La historia desarrolla la vida y los giros inesperados del “mundo gay, los desafíos y la esperanza con la que se deben enfrentar los cambios”, puntualiza.
En concreto, se narra la trayectoria de un chico llamado Polo, quien, de vuelta a su pueblo natal, intenta vivir con las secuelas de perder un hermano y un padre. En un supermercado conocerá a Víctor, un chico que, desde el primer momento, cala hondo en sus sentimientos, sin embargo, Víctor tiene problemas y juntos deberán ver si priorizarán este amor que les promete libertad y sanación.
La editorial Trayecto, la describe como una historia apasionante, con el amor como principal remedio y una estación en donde puede ocurrir todo. “Lentamente, el corazón del lector se dará cuenta de que no solo se necesitan flores hermosas en el jardín, sino que también hay lugar para las flores marchitas”.
Para Bustos, es sumamente importante que se escriban más historias románticas que no sean entre dos personas heterosexuales, y que muestren a “una pareja de gays que no necesitan de la valoración de nadie para ser quienes son”, evitando caer en clichés.
Bustos comenta que la inspiración de su novela viene de su realidad. “Quise indagar un poco en la vida que tuvo mi mamá en el psiquiátrico. Ella estuvo alrededor de tres meses ahí, no como Polo, uno de los protagonistas del libro, que estuvo un año en ese lugar, algo que devela en las primeras páginas del libro», señala.
El nombre del libro viene por una experiencia en el psiquiátrico, comenta que supo en su interior que debía llamarse Violetas, porque “cada vez que me voy a esos recuerdos veo en mi mente las violetas del jardín de luz del psiquiátrico”, detalla.
Sobre el proceso de escritura, afirma que fue algo sanador para su vida, a medida que iba desarrollando a los personajes profundizó en el concepto de que una flor marchita puede volver a florecer.
Puedes encontrar “Violetas Marchitas” aquí.