4 de cada 10 mujeres señalan haber cambiado su forma de vestir para verse menos insinuantes o provocadoras. ‘’Se trata de una respuesta a la amenaza del acoso callejero, no a la delincuencia’’, afirma la autora del estudio.
Un reciente informe de Ipsos Chile, titulado “Claves Ipsos”, ha arrojado luz sobre la preocupante realidad de la inseguridad pública que enfrentan las mujeres en Chile. Este estudio, que mensualmente encuesta a 800 personas sobre diversos temas sociales y políticos, incluyó en esta ocasión una sección especial enfocada en las experiencias de 600 mujeres respecto a la inseguridad y violencia en el país.
Los resultados revelan una realidad alarmante: el 90% de las chilenas se siente siempre o casi siempre insegura al caminar de noche hacia su casa. Comparado con datos recopilados en 2020, el análisis evidencia un incremento significativo, aumentado en 15 puntos porcentuales a la fecha.
Actualmente, el 26% de las mujeres portan artículos de defensa personal como el spray pimienta, una cifra que apenas alcanzaba el 11% hace cuatro años. Para abordar este tema, El Mostrador Braga conversó con la directora de asuntos públicos de Ipsos Chile y encargada del estudio, Alejandra Ojeda, quién enfatiza que existen dos conclusiones fundamentales derivadas de este análisis. En primer lugar, la inseguridad pública en Chile representa un problema que afecta a toda la población, pero alcanza niveles alarmantes en el caso de las mujeres, quienes se encuentran constantemente en situación de alerta. En segundo lugar, estos altos niveles las han llevado a adoptar estrategias para protegerse, a menudo restringiendo sus propias libertades individuales.
–¿Qué revela el reciente informe sobre la inseguridad en la vía pública en relación al acoso callejero en Chile?
Cuando se examinan las diversas estrategias que las mujeres indican haber puesto en práctica para cuidar de su seguridad, observamos que en cuatro años se pasó de un 27% a un 41% de mujeres que dicen haber cambiado su forma de vestir para verse menos insinuantes o provocadoras. Claramente se trata de una respuesta a la amenaza del acoso callejero, no a la delincuencia. Y es muy preocupante que cuatro de cada diez mujeres reconozcan que han tomado esta medida, porque una decisión de este tipo, lo más probable, es que responda experiencias previas y no a prevención.
–¿Qué cambios significativos se han observado en las percepciones de seguridad de las mujeres desde el último estudio en 2020 hasta el presente?
El año 2020 se observaba una muy alta inseguridad percibida en el espacio público en horarios sin luz natural, situación que se acentúa en esta medición. Pero, lo que más aumenta es la inseguridad que sienten las mujeres saliendo de sus actividades cotidianas: en sus retornos a los hogares, así como la inseguridad presente en espacios de entretención. Y este último dato es un hallazgo importante, porque cuando tres de cada cuatro mujeres indican que no se sienten seguras en eventos o lugares de entretención —espacios destinados al esparcimiento y a los que se accede en forma voluntaria— refleja una crisis de seguridad que involucra las diversas dimensiones de las actividades públicas de las mujeres.
–¿Cómo han adaptado su comportamiento para enfrentar esta situación?
Hay tres tipos de estrategias que se identifican como las principales adaptaciones que indican haber desarrollado las mujeres. En primer lugar, generar acompañamiento en las actividades. Un segundo tipo de estrategia corresponde al cambio de vestuario, el tratar de usar ropas que parezcan menos provocativas o insinuantes. Esto responde a la posibilidad del acoso callejero claramente. Y finalmente, se registra un aumento considerable de mujeres que han comenzado a portar elementos de protección en sus carteras o mochilas.
La generación de las estrategias de protección que están adoptando está restringiendo en forma importante la libertad de movimiento de las mujeres, en términos de los lugares y horarios; además de la posibilidad de desarrollar actividades en forma independiente y autónoma; o la libertad de expresión en formas no verbales, como la ropa que ocupan en el espacio público. Estas consecuencias aumentan la desigualdad social, la que no sólo es económica, sino también de derechos.
–En una entrevista con un medio mencionaste que la inseguridad constante en estos espacios puede afectar la salud mental de las mujeres. ¿Podrías profundizar en este aspecto?
Cuando una persona está en estado de alerta permanentemente no hay descanso, sino que hay conciencia y preocupación sobre eventos que pueden ocurrir que son leídos como peligrosos. Lo que observamos en el caso de las mujeres es que todos los espacios públicos representan una tensión frente a las que despliegan estrategias de prevención. Además, debemos agregar la inquietud que involucra el cuidado de su grupo familiar. En otras palabras, es posible asumir que la preocupación sobre la seguridad no es sólo por los peligros hacia la propia persona, sino también sobre las y los menores del hogar y otras personas del núcleo familiar. Este estado de alerta conlleva desgaste a largo plazo y genera deterioro de la salud mental.
–Hablamos de vía pública, ¿cómo perciben las mujeres la responsabilidad del Gobierno en la lucha contra la inseguridad en estos espacios?
Hay un importante consenso ciudadano respecto a que uno de los principales responsables en enfrentar los problemas de seguridad debe ser el gobierno. Tres de cada cuatro personas consultadas lo dicen, y esta opinión se observa tanto en hombres como mujeres en la misma medida.
–Recordemos que el 16 de abril de 2019 entró en vigencia la Ley 21.153, la cual sanciona el acoso sexual en el espacio público. En este sentido, ¿cómo reflejan los datos actuales la preocupación del Gobierno respecto al tema?
El estudio indica que para las mujeres el acoso sexual es un peligro presente, vigente y del cual deben protegerse. Probablemente lo que observamos es una mayor conciencia del acoso sexual como delito y una disminución de la normalización que tenían las conductas de acoso como eventos tolerables. Nada de eso sería posible sin la visibilización del acoso sexual que han impulsado por años diversos movimientos y la promulgación de la Ley de Acoso Sexual, que tipificó este delito.
Asimismo, la encargada del estudio “Claves Ipsos’’ concluye que, “el problema de inseguridad pública tiene perspectiva de género y como tal también debe ser abordado desde las diversas instituciones. Las consecuencias de la inseguridad traen restricciones para todos, pero éstas son mayores para las mujeres. Y las fuentes de inseguridad también son más complejas para las mujeres. Si bien, todas las personas están expuestas a posibles delitos, ya sea de delincuencia urbana o delitos sexuales, la ocurrencia de éstos últimos es más frecuente en contra del género femenino. Y las mujeres son conscientes de esto’’.