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¿Qué voy a hacer y con quién me voy a quedar si tú te mueres, mamita? Yo opino Créditos: Cedida

¿Qué voy a hacer y con quién me voy a quedar si tú te mueres, mamita?

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Tamara Madariaga Venegas
Por : Tamara Madariaga Venegas Psicóloga, vocera de la agrupación de Mapadres de Niños Trans de Chile.
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¿Qué voy a hacer y con quién me voy a quedar si tú te mueres, mamita? Probablemente esta sea la pregunta más dolorosa que debe escuchar una madre, padre o cuidador, que durante mucho tiempo ha tenido que enfrentar el pavor de la violencia, el dolor infinito de la vulneración de sus derechos, las consecuencias devastadoras de la discriminación, y la incertidumbre respecto a que alguien más pueda quererle y respetarle tal como es!

En una sociedad como la que vivimos, y donde los discursos y actos de odio proliferan cual reguero de pólvora, somos muchos los mapadres que no solo tenemos que contener a nuestros hijes cuando deben resistir a este terror que los acecha de forma cada vez más frecuente, sino que, además, tenemos que enfrentarnos a nuestros temores más profundos e insospechados, cuando tenemos que dar una respuesta a una pregunta tan inquietante y dolorosa.

Probablemente, aquellos que hayan padecido enfermedades graves o terminales, o quienes tuvieron que vivir el calvario de las torturas y la pérdida de su libertad por pensar distinto, puedan comprender y dimensionar en su completa magnitud lo que esto significa, y para ellos mi más sincera solidaridad y profundo respeto, por haber tenido que vivir una situación tan tremenda, sufriendo al mismo tiempo dolores insoportables en el cuerpo y en el alma.

Para nosotros, es decir para aquellos que acompañamos y respetamos cada paso del camino de la transición de nuestros hijes, este dolor se ve exacerbado por la violencia, las mentiras, los juicios lapidarios, la enorme negligencia de las instituciones del estado y, sobre todo, por los discursos y actos de odio que la ultraderecha promueve a diario.

Las consecuencias, son difíciles de imaginar para aquellas personas que, afortunadamente, no han tenido que vivir en carne propia la brutalidad de la discriminación y la vulneración de derechos fundamentales cotidianamente; más aún cuando en una sociedad profundamente individualista, competitiva, sin empatía y cada vez más incapaz de sentir amor, el dolor ajeno es algo que ni siquiera es parte de lo que puede ser digno de ser considerado.

Creo que la mayoría de las madres, padres y cuidadores que asumen su rol desde el amor, pueden entender que intentar contener e idealmente disipar el dolor de un hijo es de los sentimientos de mayor impotencia que se puede sentir: ¿Cuántas veces nos ha pasado que al ver a un hijo con dolor en el cuerpo, o con pena por el rechazo de un amigo o pololo, nos parte el alma? ¿Cuántas veces nos hemos sentido insuficientes por no haber sido capaces de darnos cuenta de que algo andaba mal y no supimos leer las señales a tiempo? Todas estas son preguntas que se hacen la mayor parte de las madres, padres y cuidadores a lo largo de sus vidas, la mayor parte de las veces, encuentran  solución. Tal vez no en los tiempos que quisiéramos, pero la encuentran.

En cambio, para nosotros mapadres de niñas, niños y jóvenes trans, no sólo nos resulta difícil encontrar soluciones a estos problemas que vienen por añadidura con el rol, sino que se nos suman otros muchos que no podemos resolver, pero que además, nos desafían diariamente en relación con la sobrevivencia de nuestros peques. Porque, aunque poca gente lo entiende, con lo que tenemos que lidiar a diario es justamente eso: con encontrar las herramientas necesarias para ¡asegurar la existencia de nuestr@s hij@, a pesar de que no padezcan ninguna enfermedad! Pero también, debemos hacer todo lo que podamos, para poder asegurar que se respete su derecho a la identidad, derecho humano consagrado en la carta fundamental de los derechos humanos, que increíblemente se cuestiona, con toda impunidad, cada vez que alguien sostiene que nuestr@s hijes están enferm@s, o que hemos sido nosotr@s quienes les han enfermado por respetarles tal como son!

Tal vez por eso, sea importante recordarles a aquell@s que, sin respeto de ningún tipo por la dignidad humana, ni alguna posibilidad de tener capacidad de empatizar y de amar que: ¡el abandono, la estigmatización y el odio, también matan! Y matan de a poco: lo hacen cada día cuando se nos quita el derecho a soñar con un mundo mejor y más justo para todos y con todos! Se mata lentamente la esperanza con la angustia cotidiana de no saber si nuestros hijes serán atacad@s por cualquier “loco perverso” que ande por la calle, en el transporte público o en alguna institución que no resguarde los derechos de todos. Se mata también cuando se divulgan noticias falsas, que pretenden sembrar el odio y el rencor por doquier…

Pero como decía Pepe Mújica: “derrotados son los que dejan de luchar y dejar de luchar es dejar de soñar”… “Y siempre vale la pena volver a empezar”. Entonces, es importante sepan, que a pesar de que muchas veces nos falten las fuerzas y el dolor nos quite el aliento, nos levantaremos una y mil veces para defender los derechos de nuestros hijes y los de todos, porque los nuestros son tan importantes y valiosos como cualquier otro niñe y joven del mundo, y aquí estaremos para seguir dando la lucha, hasta que llegue el día en que no necesiten preguntar, ¿Qué voy a hacer y con quién me voy a quedar si tú te mueres, mamita?

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