Heridas neoplásicas: la otra cara del cáncer de mama
En el Mes del Cáncer de Mama, especialistas advierten sobre una realidad poco visibilizada: las heridas neoplásicas, lesiones dolorosas y de difícil manejo que afectan a mujeres con cáncer avanzado. En Chile, más de 45 mil personas viven con cáncer y muchas no reciben el tratamiento adecuado.
Octubre es sinónimo de campañas rosadas, lazos y llamados a la detección precoz. Sin embargo, existe una cara silenciosa del cáncer de mama: las heridas abiertas, el dolor constante y el abandono sanitario que enfrentan miles de mujeres en etapas avanzadas de la enfermedad.
Según el Centro para la Prevención y Control del Cáncer (Cecan), en 2025 se proyectan más de 6.400 nuevos casos en el país, y en 2023 murieron 2.263 mujeres, un aumento del 13% respecto al año anterior. Regiones como Aysén, Tarapacá y Los Lagos registran los incrementos más dramáticos en mortalidad.
Hoy, más de 45.800 personas viven con cáncer de mama en Chile, y muchas llegan tarde al diagnóstico, cuando los tumores ya se han extendido a la piel o generan metástasis. Es en ese punto donde aparecen las heridas neoplásicas, una de las consecuencias más dolorosas y olvidadas del cáncer.
Heridas que duelen más allá del cuerpo
Las heridas neoplásicas no son simples lesiones: son úlceras abiertas, dolorosas, con infecciones frecuentes y mal olor, que deterioran profundamente la calidad de vida de las pacientes.
Carolina Saravia, enfermera jefe de Heridas de Avanzada en Clínica CATH, explica que “estas no son heridas convencionales. No se pueden manejar con productos de farmacia ni en casa. Se necesita una evaluación profesional constante, control del dolor, apósitos específicos, y muchas veces intervenciones multidisciplinarias para aliviar el sufrimiento de la paciente”.
El tratamiento implica un abordaje complejo que incluye limpieza profesional del tejido dañado, uso de apósitos avanzados, control del dolor con opioides, y en algunos casos, radioterapia paliativa. También es esencial el apoyo psicológico y social, ya que muchas mujeres enfrentan aislamiento y angustia frente a su condición.
“El mayor error que se comete es tratarlas como heridas comunes. Estas lesiones requieren un equipo entrenado y experiencia clínica real. Sin eso, se exponen a hemorragias, infecciones o un sufrimiento innecesario”, enfatiza Saravia.
Una enfermedad que afecta cada vez más a mujeres jóvenes
Otro aspecto preocupante es el aumento de casos en mujeres menores de 40 años, donde las muertes han crecido un 19% en los últimos años. “Muchas mujeres jóvenes no están en el radar de los programas de detección precoz. Cuando consultan, ya hay tumores grandes, ulcerados, o con metástasis. Y ahí la situación cambia radicalmente” agrega la especialista.
El problema se agrava fuera de la Región Metropolitana, donde la falta de especialistas, equipos y unidades de oncología impide un tratamiento oportuno. Por otro lado, los factores de riesgo siguen siendo múltiples; obesidad, sedentarismo, consumo de alcohol, postergación de la maternidad, alimentación ultraprocesada, y antecedentes familiares.
Para Saravia, el desafío no solo está en mejorar el acceso al diagnóstico, sino también en reconocer las heridas del cáncer como una urgencia sanitaria. “Necesitamos más profesionales formados en heridas oncológicas, más clínicas preparadas y una red de cuidados paliativos que no llegue tarde. Las heridas por neoplasia no son un detalle: son una de las expresiones más dolorosas del abandono sanitario”, concluye.