
Frío y apetito: por qué en invierno dan más ganas de comer (y por qué afecta más a las mujeres)
Con la llegada del invierno, muchas personas notan un aumento en el apetito, especialmente por alimentos ricos en azúcares y grasas. Este fenómeno, lejos de ser solo una cuestión de “antojos estacionales”, responde a una combinación de factores.
Apenas bajan las temperaturas, las ganas de una sopa caliente, pan amasado recién salido del horno o un trozo de chocolate parecen intensificarse. Y no es imaginación, ya que el frío activa mecanismos fisiológicos y emocionales que pueden aumentar el apetito, especialmente por alimentos calóricos. Sin embargo, pareciera que las mujeres tienden a ser más susceptibles a estos impulsos, no solo por razones biológicas, sino también hormonales y psicológicas. ¿Es así?
Comer más en invierno: ¿biología o antojo?
En condiciones de frío, el cuerpo humano necesita más energía para mantener su temperatura interna estable. Es un mecanismo evolutivo básico, donde nuestro metabolismo se acelera ligeramente para generar calor, y eso puede aumentar el hambre real. Pero a eso se suma otro factor clave: la reducción de luz solar y el encierro propio del invierno afectan nuestro estado de ánimo, disminuyen los niveles de serotonina (el neurotransmisor del bienestar) y aumentan los antojos, sobre todo de carbohidratos simples como pan, pastas y dulces.
“En invierno, muchas personas comen más por razones emocionales que por hambre fisiológica”, explica dice la nutricionista María José Aguilera. “El frío, los días grises y la menor exposición al sol pueden detonar tristeza estacional, ansiedad o fatiga, y la comida se transforma en un refugio placentero”.
Pero ¿por qué afecta más a las mujeres? Diversos estudios han demostrado que las mujeres tienden a experimentar con mayor intensidad los efectos del frío en relación con el apetito, y hay varias razones detrás:
Hormonales: El ciclo menstrual influye en el estado de ánimo, la saciedad y la preferencia por ciertos alimentos. En invierno, estos efectos se intensifican.
Emocionales: Las mujeres suelen ser más afectadas por el trastorno afectivo estacional (SAD, por su sigla en inglés), lo que incrementa la vulnerabilidad emocional y los antojos.
Sociales y culturales: Las mujeres están más expuestas a presiones estéticas, lo que puede llevar a un círculo vicioso: mayor ansiedad → más antojos → más culpa → más deseo de control, y nuevamente más ansiedad.
“Hay una relación compleja entre frío, emociones y alimentación en las mujeres”, dice la especialista. “Muchas sienten que pierden el control en invierno y entran en dietas muy restrictivas que luego terminan en atracones. La clave está en el equilibrio, no en la restricción”.
Comer más siempre que sea mejor
No todo es negativo. El aumento del apetito puede ser una oportunidad para alimentarse mejor y con más conciencia. Guisos, sopas, legumbres, panes integrales, frutos secos y cacao amargo son opciones reconfortantes que también pueden ser nutritivas. El secreto está en la combinación de ingredientes y en reconocer la diferencia entre hambre física y emocional.
En ese sentido, las claves para no caer en el ciclo del exceso y la culpa son:
- No te castigues por tener más hambre: es natural en esta temporada.
- Evita las dietas extremas: suelen aumentar los antojos y la ansiedad.
- Incorpora alimentos saciantes y cálidos, como legumbres, cremas de verduras con grasas buenas (como aceite de oliva o palta) y proteínas magras.
- Haz actividad física, aunque sea en casa: mejora el ánimo y regula el apetito.
- Busca placer más allá de la comida: una manta, una serie, una llamada, una pausa para respirar también reconfortan.
Porque en lugar de pensar el invierno como una amenaza para el cuerpo, puede ser una invitación al autocuidado y a entender lo que sentimos, por qué comemos como comemos, y cómo nutrirnos desde un lugar más amable y consciente.