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El género no se revela, se descubre: sobre las fiestas de revelación de género Yo opino Créditos: El Mostrador.

El género no se revela, se descubre: sobre las fiestas de revelación de género

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Rosario Olivares Saavedra
Por : Rosario Olivares Saavedra Dra. en Estudios Americanos y profesora de filosofía.
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Me costó mucho comenzar a escribir esta columna. La felicidad que genera el nacimiento de una hija o un hijo —cuando es deseado, esperado, o es fruto de un gran esfuerzo para quienes tienen dificultades para concebir— es, sin duda, un momento inolvidable. Es natural querer compartir esa alegría con todas las personas que queremos. Por eso, quiero aclarar desde el comienzo que lo que escribo no tiene relación con cuestionar la maternidad o la paternidad deseada. Esta es simplemente una reflexión sobre una moda que ha llegado poco a poco a Chile y que desde hace meses ronda en mi cabeza: las gender-reveal parties o fiestas de revelación de género.

Durante décadas, en nuestro país la tradición más conocida en torno a la espera de un bebé ha sido el baby shower. Su propósito principal era compartir la alegría por la llegada del nuevo integrante de la familia, pero también ofrecía una oportunidad para entregar regalos, lo que en sectores populares muchas veces se convertía en una valiosa ayuda económica. Recuerdo que, cuando era niña, los baby showers eran solo para mujeres. Por fortuna, con el paso del tiempo, se transformaron en espacios más abiertos a todas las personas, y más diversos en el tipo de fiestas que se organizan.

Las fiestas o ceremonias de bienvenida a un bebé, sé remontan muchos siglos atrás, la formas más contemporáneas como el baby shower, fueron tradiciones que desde países como EEUU, se fueron expandiéndose hace algunas décadas, y hoy, ya hace un par de años, se han comenzado a realizar las fiestas de revelación de género, que como todo celebración con un importante carácter comercial, sumado a la actual pulsión de mostar todo en redes sociales, como los canjes, entre otras cosas, han transformado estas nuevas fiestas en verdaderos espectáculos, cuál de ellas más grandes e impresionantes.

La semana pasada, la influencer Ignacia Antonia celebró su fiesta de revelación de género, la cual fue transmitida en vivo y superó los 1,5 millones de espectadores. Al igual que muchas otras que hemos visto en la prensa y redes sociales, estuvo llena de globos, fuegos artificiales y humo del color correspondiente al género a revelar, elementos ya comunes en este tipo de eventos.

Sin embargo, la espectacularidad de estas celebraciones ha alcanzado niveles extremos en los últimos años. El 23 de abril de 2017, en Arizona, una revelación de género provocó un incendio forestal que arrasó con 190 kilómetros cuadrados y causó daños por más de 8 millones de dólares. Más adelante, el 4 de septiembre de 2023, en Novalato, México 2 , un piloto falleció al estrellarse mientras realizaba una maniobra para lanzar humo rosado desde su avioneta durante una fiesta de revelación. Y más recientemente, la influencer Lele Pons 3 también organizó su propia revelación utilizando pintura para hacer su anuncio, lo que dejó el suelo extremadamente resbaloso. Durante la transmisión en vivo, casi sufrió una peligrosa caída, dejando en evidencia los riesgos que pueden implicar estas producciones.

La espectacularidad de estos anuncios llama profundamente la atención, especialmente en tiempos donde se ha cuestionado con fuerza la construcción social del género. Hoy, esta construcción es evidentemente mucho más diversa que la que se imaginaba décadas atrás. Tal como ocurría en las fiestas del siglo XX, a niñas y niños se les asigna un color antes incluso de nacer, y con ello, se les imponen estereotipos sobre lo que significa ser mujer o varón. Estas celebraciones —registradas con lujo de detalle— acompañarán a esas personas durante toda su vida, mientras van definiendo su orientación sexual, su identidad y su expresión de género.

¿Cómo percibirán esas imágenes a medida que crezcan? ¿Qué emociones les despertarán? ¿Cómo reaccionarán sus familias ante los cambios que puedan surgir en las trayectorias vitales de sus hijas e hijos?

La legislación chilena ya contempla una Ley de Identidad de Género, y en 2022 se entregó por primera vez un carnet a una persona no binaria. Además, según el último CENSO 2024, más de 60.000 personas se identificaron como trans o no binarias. La percepción social sobre la diversidad sexogenérica ha cambiado considerablemente. De hecho, encuestas como las de CADEM e IPSOS, realizadas en el marco del mes del orgullo, revelan que un 78% de los encuestados está de acuerdo con el matrimonio igualitario, un 63% apoya el cambio de identidad de género, y un 73% rechaza que los discursos de odio se justifique bajo el amparo de la libertad de expresión.

En mis años como profesora en la educación escolar, vi a muchas y muchos estudiantes sufrir por no encajar en los moldes binarios de hombre y mujer que se les imponían desde sus familias, en el sistema educativo y en la sociedad en general. Estas imposiciones no afectan solo a quienes pertenecen a la comunidad LGBTIQA+, sino también a todas las personas que, en algún momento, nos hemos salido del margen de la heteronorma y nos hemos sentido incómodas e incómodos con esas imposiciones. Esto ha significado dolor, frustración y múltiples formas de violencia.

Por todo esto, me pregunto: más allá de las modas y de la cultura del espectáculo mediático, ¿qué impacto tienen las fiestas de revelación de género? No solo para quienes las protagonizan —y que aún ni siquiera han nacido—, sino también para quienes observamos desde fuera con una creciente preocupación por los posibles retrocesos en debates que tanto ha costado hacer avanzar.

He conversado con personas cercanas que están preocupadas por el mensaje que estos eventos transmiten a sus hijas e hijos, quienes están en procesos de transición o de exploración de sus orientaciones sexuales, en un país donde no existe Educación Sexual Integral para acompañarlos. Y sí, hay momentos en que debemos hablar de cosas incómodas, porque el género no se revela, cada cual lo descubre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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