Escritor Henry Miller volcó su lado más inocente en la pintura
«Muchos no saben que Henry Miller también practicaba la parte gráfica», sostuvo Andrés de Luna, escritor y profesor de la UAM a cargo de la muestra.
El escritor estadounidense Henry Miller (1891-1980), que escandalizó a la sociedad puritana de mediados del siglo XX en EE.UU. con sus novelas, liberó su lado más tierno e infantil en su hobbie menos conocido, la pintura, como demuestra la exposición que se inauguró este viernes en Ciudad de México.
Las 27 litografías y serigrafías expuestas en la Sala Leopoldo Méndez de la Galería del Sur de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), pertenecen a las últimas dos décadas de vida del autor de «Trópico de Cáncer» (1934), de 1968 a 1980, y muestran desde payasos a diversos personajes pintados con vivos colores y un trazo incluso infantil.
Miller estuvo siempre en contra del puritanismo y luchó con obras como «El mundo del sexo» (1940) y «Sexus» (1949) contra los tabúes sexuales existentes en la literatura estadounidense de la época, por lo que muchos de sus libros estuvieron censurados por «obscenos».
«Muchos no saben que Henry Miller también practicaba la parte gráfica», sostuvo Andrés de Luna, escritor y profesor de la UAM a cargo de la muestra.
Agregó que «este trabajo forma parte de esos últimos años de un Miller que ya, como una autoridad en las letras internacionales, tenía esta posibilidad de dedicarle con toda ingenuidad y libertad un poco de su vida a la parte artística en el terreno de lo visual».
Las pinturas, que se muestran por primera vez en México durante un mes completo, representan «un universo de Miller muy particular».
«Era un buen admirador de tarjetas postales, le gustaba esta idea de paisajes que estaban fuera de lo que veía en ese momento y que le llegaba de otro país y de otro entorno, y a partir de ahí empezaba a trazar una idea que, como él mismo decía, como no era tan buen dibujante, le salía otra cosa», indicó De Luna.
Con las pinturas Miller plasmaba percepciones y sueños, enfrentando lo cotidiano a la imaginación para invitar al observador a realizar una reflexión.
Las obras pertenecen a dos coleccionistas japoneses afincados en Oaxaca, sur de México, Tamako Shimizu y Kunio Akachi, y es que la última esposa de Miller era japonesa, y muchos de estos trabajos fueron realizados en ese país.
De hecho la mayoría de las aproximadamente 5.000 piezas que componen la obra gráfica de Miller se encuentran en ese país, y otra pequeña parte en California (EE.UU.).
«Miller como escritor es un representante fundamental de las letras del siglo XX, y la pintura es una parte complementaria, pero no disminuye en mucho la calidad expresiva de su obra porque completa más bien el trabajo artístico de él», opinó De Luna.
«Una parte -la literaria- es la transgresora sexualmente y esta parte -la pintura- es como la conquista de la inocencia, como la conquista de esa otra parte que estaba oculta», aseguró.
Recordó que cuando le preguntaban a Miller por qué no pintaba cosas obscenas o altamente sexualizadas, él contestaba que no podía imaginarlo en términos plásticos, «yo lo puedo escribir pero no lo puedo imaginar visualmente», decía.
Shimizu explicó que comenzó a coleccionar la obra de Miller por influencia de un maestro que tuvo que era crítico de arte y editaba las obras del escritor.
Indicó que una pintura de Miller cuesta alrededor de 1.000 dólares, dependiendo de su tamaño y cantidad de colores.
Akachi, por su parte, conoció la obra de Miller a través de Shimizu, y desde entonces considera al literato «un excelente pintor».
«Yo lo colecciono porque me gusta su obra, no por cuanto vale», concluyó.
EFE