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Derribando prejuicios: también se puede tocar hasta jazz y rock con charango Freddy Torrealba, el Jimmy Hendrix del instrumento andino, sentencia: «Yo no hago folclore»

Derribando prejuicios: también se puede tocar hasta jazz y rock con charango

Para muchos es el mejor charanguista del mundo. Entre clase y clase que dicta en universidades y compartir escenario con algunos de los mejores exponentes del jazz chileno, este músico saca a los pasajeros del Transantiago de su aturdimiento letal y los sorprende con virtuosas interpretaciones de piezas de Bach, rock sinfónico y fusión.


Cuturrufo intenso sobre el escenario acompañado de su banda, derrochando un sabroso jazz con esos toques latinos y chilenos. Termina el tema y el trompetista anuncia una pausa, momento del intermedio, y se retira. Vuelve apresurado sobre el escenario como si algo se le olvidó, extiende bien anchos sus brazos y anuncia escueto con su voz bohemia y fanfarriante: ¡Freddy Torrealba!

Más de alguien piensa que se trata de algún jazzista. De pronto, como bajado de una micro, prontamente se instala en el escenario un charanguista, para sorpresa de varios. ¿Un charanguista en medio de una tocata de Cuturrufo? Reina un silencio inquieto. El músico no se hace esperar y lanza como digitando el aire unos trepidantes acordes a toda velocidad. A los pocos segundos claramente no es lo que se esperaba de un charanguista silvestre de micro.

Ya han pasado más de tres minutos y Torrealba sigue haciendo correr sus dedos sobre las cuerdas ante un público sorprendido. Pasan otros cuantos minutos más que nunca paran ni debieran parar y termina el tema ante un público al que ya se lo echó al bolsillo. Y lo aplaude literalmente a rabiar. Un derroche de virtuosismo, garra y magia: el charango elevado más arriba de su habitual Altiplano, un charango a la altura de la guitarra de un adorado rockero.

Su show continuará con Torrealba peinándose con el charango, despeinando a varios chascones y chasconas y a más de algún calvo. Ya ha pasado por Bach, música andina, bossa nova, Inti Illimani, rock, funky y jazz de inspiración latinoamericana sin dar una nota en falso. Impresionante, el público lo aplaude  de a pie. Agradece bajando su cabeza y bromea que acaba de cachar que no está tocando arriba de una micro.

Los prejuicios contra el charango

Torrealba es de ese tipo de músicos virtuosos y genios que pasan casi inadvertidos, prácticamente ignorados, pero que deberían tener un reconocimiento y una difusión mayor acordes a su calidad y talento musical. De esos que son unánimamente respetados y reverenciados por los músicos e incluso idolatrados por entendidos y aficionados que se la pasa de enseñar en universidades, tocar en importante escenarios de la escena local hasta subirse a la micro y ejecutar su instrumento cual corriente músico ambulante.

Probablemente su no valoración radique en todos los prejuicios, animadversión e ignorancia que penan sobre ese maravilloso instrumento andino que es el charango. O en la mala educación musical de los chilenos debido a que las radios programan mucho pop o rock anglo y reggaetón, y tarde, mal y nunca música chilena de nivel.

Su propuesta es bastante amplia: posee tintes clásicos, barrocos, del jazz y del rock sinfónico o de la música latinoamericana, entre otros, ya que a su juicio, lo suyo no es estrictamente folclore: «En rigor no hago, no hacemos folclore propiamente tal, hago música con raíz folclórica… Es fusión más que nada, porque mis influencias son absolutamente de ciudad», aclara.

En 1999, Torrealba fue distinguido por la directiva de la Sociedad Boliviana del Charango, en el marco del Tercer Encuentro Internacional del Charango realizado en Cochabamba, con el título de “maestro del charango”. Sin embargo, sin aspavientos explica que reconocimientos tan importantes como éstos no son lo más relevante: «Es un honor ser el primer extranjero que recibe esta distinción. Ahora, el título de maestro que te lo den o no te lo den tampoco tiene mayor injerencia, creo que uno no toca para hacerse maestro, uno toca porque está enamorado del instrumento», asegura.

Su relación con el instrumento y trayectoria musical

Llegó el charango a través de su hermano, que integraba un grupo musical, y apenas tuvo contacto con el instrumento no lo soltó hasta que ya había aprendido su mecánica. Y si a los diez años ya comenzaba a tañer los misterios musicales del instrumento, a los quince inició una carrera más cercana a lo profesional, realizando diversas presentaciones en vivo. Después no sólo se presentaría en todo Chile, sino también en Canadá, Argentina, Brasil, Paraguay, Grecia y Estados Unidos.

Ha compartido escenario con artistas de la talla de Silvio Rodríguez y el jazzista chileno Christian Galvez, así como colaborado con sus colegas charanguistas Horacio Durán (Inti-Illimani) e Italo Pedrotti (Entrama). Sobre estos últimos se refiere: «Somos como los más porfiados en el asunto del charango, somos los pilares, consciente o inconscientemente hicimos escuela… Hay muchos jóvenes que nos siguen».

Su discografía registra los títulos Charangamente (1988), El vuelo del águila (1997), Charango, Autores chilenos (2001), Charango al sur del Charango (2003), la reedición de El vuelo del águila bajo el nombre de Charango y guitarra (2003).

La poca difusión en los medios de música chilena

Respecto de su situación y la de muchos de sus otros colegas, considera que hay una gran responsabilidad por parte de las autoridades y de sus políticas respecto de la música nacional de raíz folclórica.

«Yo he viajado por varios países, y si vas a Bolivia y prendes la radio sabes que estás en Bolivia, si vas a Paraguay y prendes la radio sabes que estás en Paraguay, lo mismo con Argentina, Brasil, Venezuela o México. En Chile si tú prendes la radio y pasas por todo el dial, piensas que estás en Estados Unidos, en Inglaterra… en cualquier parte, menos en Chile. Porque acá no es que esté subvalorada, está absolutamente prohibida la música. De hecho, no de derecho, ya que hay cierta liberación, pero no hay ninguna política de protección a la música chilena ni de difusión. Hay algunas radios que tienen espacios de media hora… o está también la Radio Uno, pero que tiene un segmento en que ponen el mismo disco toda la vida. No hay una preocupación real con la música chilena, ni menos en televisión».

Freddy señala que la música que cultiva es totalmente ignorada, y recuerda además aquellos tiempos en que la presencia de los autores chilenos era mucho más abundante en los medios:

«Ellos hacen como que no existiera nuestra música, tienen ‘Los 40 principales’, los rankings, pero lo demás no existe… Cuando yo era niño, en los rankings estaban el Pollo Fuentes, El Pato Manns, La Gotita de la Gloria Benavides y Víctor Jara, era una pelea pareja. Ahora no existe nadie de la música neofolclórica ni de fusión… Sencillamente nos borraron, no nos consideran, invitan a la tele a quien sea, menos a nosotros. Invitan a niñitos que tienen 18, 20 o 22 años, como Los Vásquez, que aunque es bonito lo que hacen, los pasean y los repasean por todo el país y los invitan a todos los festivales». Enfático asevera: «Porque el total está segmentado por estos medios de comunicación que obedecen a los consorcios extranjeros. En el fondo, en Chile las radios fueron vendidas a ellos, por eso es que no hay música chilena, la programación la hacen en Miami, en Europa».

En cuanto a las acciones que ayudarían a cambiar el estado actual del panorama radial de difusión de la música chilena concluye: “…los candidatos hoy en Chile van primero a Estados Unidos a pedir permiso para gobernar y seguir con la misma línea de gobierno, lo cual no incluye políticas de protección a la música nacional ni a los recursos nacionales… Nosotros necesitamos gente que en el Senado o en la cámara de Diputados discuta leyes de protección reales, en donde se transmitan dos o tres horas diarias de música chilena en todas las radioemisoras, aunque sean de consorcios extranjeros…

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