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Avi Mograbi, invitado especial al FicValdivia. Los peligros de filmar en el corazón del conflicto de Medio Oriente El realizador es uno de los invitados internacionales al Festival de Cine de Valdivia que se inaugura hoy

Avi Mograbi, invitado especial al FicValdivia. Los peligros de filmar en el corazón del conflicto de Medio Oriente

Mograbi es un documentalista israelí poco común. Se ha ganado el aprecio y a veces también el desprecio de sus connacionales al impactar con sus trabajos que tocan el corazón del conflicto en Medio Oriente, aunque sin perder el sentido del humor. Es la primera vez que viene a Chile y también la primera vez que se exhiben sus películas, todo dentro de la muestra paralela que ofrece el FicValdivia para presentar la filmografía de realizadores destacados internacionalmente, pero desconocidos en nuestro país.


Avi Mograbi

Avi Mograbi

Hace muchos años había un cine en Tel Aviv, el Mograbi, donde exhibían películas comerciales. Su dueño era un judío venido del Líbano, casado con una judía venida de Polonia. Ambos tenían un hijo, Avi, que desde joven trabajó allí y soñaba con que algún día sus películas se proyectaran allí.

Ese niño luego estudió arte y filosofía –no cine- pero igual terminó haciendo películas, aunque muy diferentes a las que proyectaba el cine de su padre. Documentales que hoy golpean el corazón del conflicto de Medio Oriente y que serán parte esta semana del Festival Internacional de Cine de Valdivia. Mograbi se hizo famoso por entrevistar a un soldado israelí en Z-32, una cinta en la que un militar se jacta del asesinato de dos policías palestinos indefensos, muertos en un crimen en el que no tenían ninguna participación.

“Es la primera vez que mi trabajo es mostrado a esta escala en Chile. Usualmente los festivales muestran tu última película, y aquí exhibirán cinco”, dice Mograbi, que nunca antes vino a nuestro país, aunque antes estuvo en México y Argentina, y su trabajo ha sido mostrado en países como Ecuador y Bolivia.

“Estoy muy entusiasmado de encontrarme con la audiencia chilena. Podremos hablar no sólo de una cinta, sino de una cantidad de trabajo y de cómo ha evolucionado. Además Chile es un país políticamente muy interesante, con la dictadura y todo eso”.

El cineasta (1956) hizo su primera película (“Deportation”, un cortometraje de 12 minutos) en 1989, a los 33 años, y se ha especializado en mostrar el sinsentido de una ocupación. Su agudeza es visual -cámara en mano es capaz de increpar a unos soldados casi adolescentes (en Avenge But One of My Two Eyes) por no abrir la reja del cruce de una carretera a un grupo de escolares palestinos para que puedan volver a casa- pero también intelectual: en esa misma cinta hace un paralelismo entre los judíos zelotes acosados por los romanos en la fortaleza de Masada y los palestinos bajo el yugo israelí.

“Ser ciudadano israelí me protege en esas situaciones, aunque uno corre riesgos al filmar en zona militar”, admite el cineasta. “Hay una gran diferencia en cómo los soldados israelíes tratan a los israelíes a cómo lo hacen con los palestinos de los territorios ocupados. El ser israelí provoca cierta tolerancia que otros probablemente no tienen”, dice.

El contacto con los palestinos tampoco es fácil. Mograbi cuenta que a pesar de retratar su sufrimiento, cuando su presencia en un cruce fronterizo ha sido un impedimento para el tránsito de los árabes de un lugar a otro, en más de alguna ocasión ellos mismos le han pedido que se vaya. Aún así, Mograbi tiene amigos en los territorios ocupados y más de alguno aparece en sus películas.

Estilo propio

Mograbi tiene un estilo muy particular de cine. “Puedes ver que es muy libre, algo que muchas veces no existe en el cine formal, y creo que eso deriva de mis estudios de arte”, señala. Efectivamente, sus cintas comparten características comunes: en todas aparece el propio Mograbi (“es algo que aprendí al estudiar arte, donde es muy común el autorretrato entre pintores, por ejemplo”), y en todas hay cierto humor y sarcasmo con lo que sucede. Por ejemplo, en Z-32, el cineasta canta en una orquesta sobre la historia del soldado (una orquesta a lo Kusturica), mientras que en Avenge But One of My Two Eyes discute con un amigo palestino si tras la muerte se irán al cielo o al infierno.

Mograbi también ha mantenido a lo largo de los años su línea pacifista, aunque admite que actualmente tiene menos esperanza que cuando era joven de poder influir en la situación.  “Cuando era un cineasta muy joven –e ingenuo, debo decir– pensaba que el hacer películas políticas me permitiría un acceso al discurso político público, y que mis cintas quizás harían una diferencia y se convertirían en actores en algún tipo de cambio social y político. Pero los años han pasado y mis películas no han cambiado la realidad, pero sigo haciéndolas porque necesito expresarme, y a veces hay oídos y ojos para mis cintas”.

¿Aún tiene esperanza de un cambio en Medio Oriente? “No puedo decir que sea una persona optimista, tampoco políticamente, pero al mismo tiempo los cambios políticos no pueden anticiparse”, señala en alusión a la caída del apartheid en Sudáfrica, por ejemplo. “Mi esperanza es que la realidad me sorprenda”.

Es justamente el estancamiento del conflicto lo que ha hecho que sus cintas sean más populares en lugares como Europa Occidental que el propio Israel, donde lo han acusado de maniqueo y extremista. “Los israelíes que ven mis películas conocen la realidad de primera mano y a veces los toca en lugares donde son muy sensibles, y eso a veces es una razón para rechazar mis films. En Europa, la gente es más receptiva, pero están alejados de la situación actual, no afecta sus vida directamente, así que es muy distinto”.

Por eso mismo, hoy Mograbi no cree que sus films podrían haber sido proyectados en el cine de su padre. “Él murió antes de que hiciera mis primeras cintas, pero políticamente –y también artísticamente- estábamos en trincheras opuestas”.

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