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“Imágenes de un retrato cinematográfico” de R. Gonçalves Imperdible

“Imágenes de un retrato cinematográfico” de R. Gonçalves

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J.C. Sáez Editor publica los apuntes autobiográficos de Rodrigo Gonçalves (1951), conocido director de documentales y creador del legendario programa cultural “Off the Record”. Se trata de un texto apasionante, que escrito con una pluma ágil y desmesurada, termina siendo un borrador de nuestra historia reciente, de honda poesía y también de pura confesión íntima y existencial.


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Santiago, martes 11 de septiembre de 1973. Y Rodrigo Gonçalves, en ese entonces un joven trabajador de Chile Films, un obrero adherente al gobierno de la Unidad Popular, hijo de antiguos militantes del Partido Comunista, ex alumno del Liceo Miguel Luis Amunátegui, no sabe cómo regresar a su vieja casa de la Quinta Normal, situada en los alrededores de la Universidad Técnica del Estado.

El cielo de la capital está cubierto de la nube negra que deja el incendio de La Moneda, y la resistencia final, heroica y solitaria –con un discurso vibrante y poético-, del Presidente Salvador Allende. Gonçalves termina por cruzar el río Mapocho a pie, interrumpiendo el curso indiferente del agua. Sin que nadie se lo diga, tiene conciencia del momento histórico que sus ojos incrédulos contemplan: el edificio símbolo de la República ha sido bombardeado, destruido por la propia Fuerza Aérea de Chile, y la trayectoria del país se divide en un antes y en un después, luego de ese dramático episodio. El autor de este libro así lo siente, y de esa manera lo escribe.

Quizás porque Gonçalves presencia estos eventos en forma directa, siempre concebirá la actividad artística y por ende la cinematográfica, como una arista más de la lucha política y social que emprenden ciertos hombres por un país y una sociedad más justos, de acuerdo a sus propias palabras.

De sus experiencias en ese Chile de miedos y de toques de queda, rescata su trabajo como director de escena en el Ballet Bafona, y el haberse iniciado con éxito en la práctica del tenis, deporte que le serviría para interactuar con bellezas de todo tipo. Luego, vendrían el exilio a Suecia, y el amor de una rubia sensacional, de una que quitaba el aliento con sólo mirarla: el afecto nórdico y azul de Kristina.

De ella, dice, el memorialista: “Mi ex mujer me remeció, haciéndome entrar en razón, lo cual no dejaré de agradecerle toda la vida. Con Kristina estuvimos casados veinticinco años. Tenemos una bella hija llamada Joana Amanda. A Kristina debo el haberme mostrado gran parte del mundo, el haber vivido hasta empaparme de ese maravilloso país que es Suecia; el haber conocido y vivido en Mozambique, como también haberme cruzado con muchas otras culturas, compartir un sinnúmero de importantes experiencias, que son la base de lo que he llegado a ser”, reflexiona.

goncalves

Rodrigo Gonçalves

Imágenes de un retrato cinematográfico (2013), cuenta con una peculiaridad en su estructura narrativa. Sin motivo aparente, más que de seguir el afán de su creador por el deleite que le genera recordar pasajes y cuadros de su trayectoria, se transcriben un centenar de citas ajenas y propias, que Gonçalves ha guardado a lo largo de estos cuarenta años en cuadernos, a modo de una personal e incalculable bitácora existencial, según confiesa. Las que también representan una cartografía de epígrafes para tratar de entenderse a sí mismo y al mundo que le rodea.

Así, por ejemplo, leemos sentencias de este tipo, cuando relata episodios de su vida en Europa: “En 1990, Codelco producía 1.200.000 toneladas de cobre, mientras que los privados ese mismo año producían 350.000 toneladas de cobre. Hoy, Codelco produce 1.400.000 toneladas de cobre y los privados producen 4.500.000 toneladas de cobre. Cómo es posible esto, si el cobre está nacionalizado. ¿Qué pasó durante la Concertación para que esto fuera posible?”, se consulta sorprendido el realizador.

En Escandinavia, Gonçalves concluye los estudios de cine empezados en la Universidad de Chile previa al Golpe, e inicia una labor de documentalista, que ya lo lleva por cerca de los cincuenta largometrajes dirigidos. Rebelión ahora (1983), se tituló la obra con que comenzó, y su objetivo fue retratar la lucha social y callejera en contra de la dictadura, la que encuadro mediante entrevistas a participantes de las protestas, y relató hasta con el testimonio de integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

La pieza fue filmada en la clandestinidad, y el cineasta temió hasta último momento su posible detención por parte de los brutales agentes de la CNI. Finalmente pudo abordar el avión que lo llevó a Río de Janeiro, después de una escapada espectacular, y proseguir con sus actividades audiovisuales. Debido al rodaje de su ópera prima, el autor estuvo impedido, a causa de una orden de detención emanada por las autoridades militares, de volver por seis años a la “copia feliz del Edén”.

Sólo una vez establecido en Maputo, Mozambique, Gonçalves terminó de editar las secuencias de Rebelión ahora. Con este trabajo obtuvo importantes reconocimientos en los festivales de Tashkent (Turquía) y Leipzig (Alemania Oriental, en ese entonces), lo que le abrió las puertas de Moscú y del circuito cinematográfico de la Europa del Este. En la capital de la Unión Soviética, conoce a los responsables del mítico programa radial Escucha Chile: a la rusa Katya Olevskaia y al escritor y Premio Nacional de Literatura 2006, el cuentista José Miguel Varas.

Rodrigo Gonçalves filmando en Mozanbique

Rodrigo Gonçalves filmando en Mozanbique

Tras completar seis años viviendo en Suecia y otra media decena en África, el narrador de este libro retorna al valle del Mapocho. Donde con el periodista Fernando Villagrán, da inicio a las míticas transmisiones del Off the Record, un programa cultural que se ha mantenido al aire por cerca de 20 años inserto en el páramo de la televisión chilena. Sosteniéndose de una forma casi independiente, alejado de los grandes financistas y de cualquier poder fáctico de dominación medial. Antes, puede mencionarse el hito que significó en su carrera como documentalista, la realización en el extranjero de Mozambique, imágenes de un retrato (1987), crédito con el que venció en la categoría al mejor documental, en el prestigioso Festival de Cine de Moscú de esa temporada.

En el Santiago de los ’90, igualmente, acontecen las fantásticas tertulias en el desaparecido Bar El Biógrado, del barrio Lastarria, las que eran atemperadas por una botella de tinto de tres cuartos. Emergen los sentimientos de sentirse un extranjero en la tierra natal, en la sociedad neoliberal del mercado desregulado, y en la que todo se transa –las personas y las querencias-, por el dinero. Funda un restaurante y un periódico cultural: ambos se llamaron Off the Record, igual que su amada creación televisiva. En las páginas finales de su escrito, despotrica contra este Chile moderno, simplón y convencional, el país de la tontera, la banalidad y la superficialidad aumentadas; pero también, deja espacio para la esperanza y la honda comunión con sus lectores:

“Soy un ladrón, un tránsfuga de los testimonios y experiencias de otros, para el enriquecimiento de mis trabajos artísticos, tanto en el cine, la televisión, y la pintura. Hoy los recojo en este proyecto de libro, con el cual pretendo devolver todo lo robado, lo usurpado, y junto a mis propias experiencias, que puedan transformarse de alguna manera en un GPS, que permita acortar el largo camino a todos quienes deseen tomar atajos, en este difícil andar de la vida, intentando hacer cultura”, concluye en un acto de profunda honestidad.

 

 

 

 

 

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