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Facsímil, el libro en que Zambra amplía los límites del juego en la literatura chilena Comentario literario

Facsímil, el libro en que Zambra amplía los límites del juego en la literatura chilena

Emilio Gordillo, escritor.


La intención de Zambra siempre fue alterar el estado de las cosas, la estrechez de un modo de entender la escritura literaria.

Bonsái era una intervención aparentemente ingenua del campo que muchos confundieron de mala manera con una copia gruesa de cierta escritura gringa, o una ligera historia de amor, cuando en realidad, en Bonsái, Zambra ponía en duda el grandilocuente y balzaciano proyecto de Germán Marín, y sugería una tradición más o menos oculta para muchos de nosotros: las propuestas estéticas de escritores chilenos más o menos olvidados como Adolfo Couve, José Santos Gonzales Vera o el injustamente desplazado Gonzalo Millán, el mismo que decía que no iba a esperar a que le dieran el Nacional, porque ya sabía quiénes estaban a cargo de esas cosas.

fascimil2Y todo eso lo hacía Zambra en un libro brevísimo, usando una estrategia borgeana (crear la miniatura de un original) y usando un irónico lenguaje parreano, que nos hacía entrar en géneros aparentemente estables para una vez dentro, darnos una cuchillada por la espalda. He ahí la ironía de Bonsái, para mí, uno de los libros más chilenos, y a la vez, de lo menos chileno que había leído nunca. En él se reconocían algunos elementos que hasta hoy no abandonan la escritura de Zambra: la legibilidad, la inteligencia, el juego, la ironía, la apelación a una comunidad de lectores más bien local y pequeña y chilena, el humor, la memoria como un objeto opaco y dudoso, la impostura y el ensimismamiento, pero siempre dispuesto a un lector otro, un ensimismamiento más parecido a un gesto de amor con nostalgia de comunidad.

Después de ese artefacto, de ese libro-bonsái, Zambra publicó su reverso, La vida privada de los árboles. Otro libro de amor, ahora pensando en los padrastros, en lo que implicaba una herencia hecha de impostura para una niña que el día de mañana – hoy – sería una adulta en esta sociedad que compartimos. Lo que siguió fue Formas de volver a casa. Entre Bonsái y este libro, Zambra dejó la confección de artefactos en un segundo plano, para centrarse en el individuo que se construye en una tensión: la que existe entre quien escribe y los géneros o moldes escriturales. De esa tensión entre ficción y diario íntimo, salió una novela que de modo oblicuo intentó dar cuenta de aquello que siempre se le ha pedido insistentemente a la narrativa chilena: escribir la gran novela de la dictadura.

Zambra, siempre un paso delante de nosotros, pareció entender que esa novela no podía ser una gran novela, sino más bien una ambigua, dudosa, parcial, un libro que fracasa en su pretensión, como fracasa el de Rodrigo Rey Rosa de El material humano en el laberinto burocrático de los archivos de Derechos Humanos guatemaltecos. Los libros dicen que no a la literatura. Algunos. Otros, la mayoría, dicen que sí. Obedecen al mercado o al espíritu santo o a los gobiernos, escribe Zambra en De novela ni hablar, ese ensayo publicado en No leer y esta frase bien se podría leer como una declaración de principios.

Y si en estos tres libros anteriores, el foco principal era el sujeto ensimismado de la escritura, la biografía de Zambra camuflada en su escritura, Mis documentos fue un libro escrito para otros: su estructura lo revela: las tres partes del libro que reúne once relatos se podrían dividir, ordenadamente, en un yo, nosotros y ustedes, cuando lo escrito en la anacrónica carpeta de “mis documentos” de un viejo PC podrían ser los de cualquiera de nosotros, de una comunidad que mientras se disuelve, también se resiste.zambra

Es importante esa palabra en Facsímil: “nosotros”. Recientemente editado por Hueders, en él, Zambra vuelve a dar primacía al carácter objetual de Bonsái, llevándolo al extremo. La estructura del libro es la misma de la Prueba de Aptitud Verbal que muchos tuvimos que dar antes del maquillaje que fue la PSU contemporánea. Podemos incluso llenar la hoja de respuestas incluida al final del texto, y portarnos como esos “buenos alumnos” que son los hermanos Covarrubias: unos perfectos conchasdesumadres inescrupulosos y ganadores como el mejor de los santiaguinos exitosos, como se lee en una de las alternativas del ítem de Comprensión de Lectura en Facsímil. Podríamos portarnos bien o podríamos subvertir y portarnos mal, el libro da para eso. Podríamos obviar las exigencias del formato prueba, focalizarnos en los dilemas éticos que propone Zambra y mirarnos en el espejo educativo embrutecedor que pone frente al rostro de una generación adulta de hijos sin hijos. Y podríamos condolernos, entristecer, o también reír, que este libro da para todas estas cosas.

En el libro se siguen reconociendo las obsesiones de Zambra: la infancia, la impostura, la ironía, el malestar, y, sobre todo, el individuo que ve el mundo demolerse a su alrededor, y en vez de echarse a morir, sonríe. Parecen haber influencias claras en Facsímil, Péter Esterházy y Wislawa Szymborska. El primero con sus libros extraños, libros con formas de narrar que, como ha escrito Zambra hablando de Esterházy, aceptamos y tal vez preferimos como lectores pero a las que renunciamos al momento de escribir. Zambra eligió esas formas a las que solemos renunciar. La mixtura entre biografía solapada y artefacto literario es clara en Facsímil, así como sus similitudes con Armonía Celestial – en que la figura paterna también es central – o Sin Arte, aquella biografía oculta, política, extraña y sobre todo futbolística con que Esterházy habla sobre su madre muerta.

Y si lo implacable de la época comunista húngara es el correlato histórico en Sin Arte, en Facsímil resulta ser el periodo de dictadura y postdictadura en el que se desarrolló este examen de aprobación para entrar a universidades chilenas, una educación embrutecedora hecha a palos, destructora de una comunidad, competitiva y exitista, la generación Ercilla, como la llamó Zambra en un ensayo. Nuestras verdaderas raíces: un mundo donde resultaba más saludable hacerse el tonto que pasarse de listo. No son pocos los alumnos y profesores que permanecen ahí. El resultado en términos sociales sería más bien desalentador si no hubiera un individuo ingenioso al centro de todo, mientras el mundo se derrumba. Y es esta la vinculación con la poesía de Wislawa Szymborska, la poeta polaca que nos regaló una prueba fehaciente, valiosa y vital: no hay sistema social o político, por muy violento que sea, que pueda con los individuos, sus prácticas, su inteligencia, su juego y su lengua.

Facsímil amplía los límites del juego en la literatura chilena. Tiene lo que no tenía un libro tan experimental y valioso como La Filial, de Matías Celedón, y esto es una especie de función social interactiva que puede comprender cualquier lector, complementando, escogiendo su significación, recordando, construyendo sentido mediante el cada vez más obcecado y sectario – e inútil – ejercicio de la literatura. Facsímil muestra lo necesario que es alejarse de la literatura para escribir mejor, cuando “mejor” significa “escribir para otros”.

Siempre quise saber cómo sería para un húngaro leer a Péter Esterházy, se me iban los referentes, los vínculos, los pequeños detalles de lo narrado, los brillos secretos de la lengua original, la base del sentido de lo escrito. Imagino que leer Facsímil podría ser una experiencia similar. La apelación a una comunidad no es un gesto nuevo en Zambra, en absoluto. Tal vez uno de los valores más potentes de su trabajo sea aterrizar lo literario, bajarlo de sus pedestales marmóreos y presentarlo a quienes nunca han leído novelas, poemas o cuentos. Sin dar jamás la espalda al lector, sin abandonar jamás la inteligencia, que es, muy a diferencia de lo que pensaban ciertos escritores experimentales que rondan las universidades estadounidenses, la capacidad de escribir textos como este, textos con interlocutores potenciales comunes y corrientes y no megalomanías estructuralmente complejas.

Zambra sigue por acá. Y parece querer seguir hablando de nosotros, sin excluirnos. Facsímil es un libro valioso, el que más me ha entusiasmado después de leer hace ya unos buenos años Bonsái. Su valor es múltiple. Facsímil es la prueba concreta de que es posible escribir textos experimentales y legibles a la vez. Tan social y comunitario como los libros de Marcelo Mellado o Cynthia Rimsky. Tan experimental como La Filial de Celedón. Biográfico. Diverso en géneros. Interactivo. Histórico. Inteligente. Generoso. Y me quedo corto.

Siempre un paso adelante, el de Zambra es un objeto que abre nuevos caminos y nos presenta múltiples desafíos en la escritura de libros que digan enfáticamente que no a la “buena” literatura.

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