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El «Voyeurismo cultural» en el Festival del Huaso de Olmué Opinión

El «Voyeurismo cultural» en el Festival del Huaso de Olmué

Miguel Farías, compositor. Premio Altazor Música Docta 2013.


Hace algunos días vimos en el Festival del Huaso de Olmué una obertura creada e interpretada por el Bafona en la que presenciamos la puesta en escena de rituales e interpretaciones de costumbres de la tradición Mapuche.

Después de verla me vienen algunas reflexiones y, sin mentir, conclusiones bastante contrastantes ya que, por un lado, el medio masivo en donde se exponen estas escenificaciones puede ser considerado una victoria para la cultura y el arte. Por otro lado, creo que también puede ser una gran derrota para el diálogo entre la cultura (incluida la Mapuche), la sociedad y el arte.

El tomar tradiciones, en este caso milenarias, y utilizarlas como productos culturales y/o artísticos, resulta en lo que llamo un “Voyerismo Cultural”, en donde alguna expresión social se industrializa para posteriormente estandarizarse, presentándose como “validada” frente a un público interesado.

El público interesado, en estos casos siempre honesto, juega un rol fundamental en esta relación por su condición de paciente en ella. La honestidad que menciono se demuestra en que, normalmente no es el potencial espectacular de una forma artística lo que lo atrae. Tampoco es el uso que se le puede dar desde una perspectiva cultural. Es, al contrario, la música en sí misma la que llama al interés atento. Por otro lado, al recibir esta información, o podríamos ya hablar de este “producto”, la gente espera que estas expresiones sean representadas de una manera inalterada o, por lo bajo, análoga a su realidad original, al menos a la que concierne a sus estructuras de interpretación y sus exigencias de espacio y tiempo. Finalmente es todo lo contrario lo que se muestra bajo luces y pantallas led.

Entonces, al subir a un escenario un ritual o una manifestación social, que a una primera observación, claramente termina siendo entendida como “exótica” es que la pregunta sobre lo positivo de esta situación se me viene a la mente: estas representaciones son limitadas, en principio a un mínimo de contenido necesario para la comprensión del repertorio presentado, y por consecuencia a la valorización, casi cuantitativa, de sus diferentes niveles semánticos. Por supuesto que desde el momento en que estas músicas son exportadas desde su contexto de situación original y especial, son confrontadas a la crítica, o más bien, cuestionamiento de su sentido fuera de sus estructuras referenciales, terminan siendo un show, una vez más, exótico, aunque eventualmente se logre una sugerencia de su medio de origen, dentro de lo posible, respecto a los artificios y los materiales que le son propios.

En esto último es que siento que puede rescatarse el único punto a favor de este tipo de manifestaciones que en muchos aspectos considero negativas, o causales de retroceso: el interés pedagógico de la puesta en escena. En el show del BAFONA, a pesar de exotizarse en extremo la información transmitida, se centraron esfuerzos en la comprensión del contenido de la presentación por parte del público, incluyendo incluso subtítulos con descripciones, explicaciones de lo que pasaba e incluso definiciones de términos.

Teniendo esta batalla ética al analizar la puesta en escena, no puedo de ninguna manera defender el que no se haga nada respecto al cruce de arte y cultura-sociedad, al contrario,  debemos continuar la reflexión y puesta en marcha de proyectos para que, en este caso, la cultura Mapuche deje de ser un show exótico y entretenido, que se pone en escena para televisión, festivales masivos, radios, etc. Lo que en casos como el referenciado, difícilmente dejarán de ser voyerismo cultural.

Finalmente, y lo digo con un esbozo de optimismo, la noticia de la creación de un Ministerio y de Consejos de Pueblos Indígenas publicada hace algunos días, y sobre todo del hecho de que esto se haya realizado tras la aprobación de estas comunidades, nos da una luz de esperanza de un desarrollo responsable, y por sobre todo reflexivo, de este tipo de manifestaciones exóticas. Por ahora sólo queda esperar más información sobre las responsabilidades y puestas en marcha que se llevarán a cabo en este ministerio y los consejos y la comunicación y relación que tendrán, si es que existirán, directamente con el arte y la cultura nacional.

Seguramente esta vinculación no será una preferencia dentro de este nuevo organismo, pero no se debe tampoco postergar por siempre el diálogo, ya que entonces, por un lado, seguiremos viendo faltas de respeto al exotizar tradiciones nacionales, y por el otro, seguiremos viendo espectáculos artísticos chabacanos, sin respeto por lo que los rodea, y claramente pobres en creatividad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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