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Crítica de cine: “Mientras seamos jóvenes”, la bella paradoja del tiempo

Crítica de cine: “Mientras seamos jóvenes”, la bella paradoja del tiempo

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Noah Baumbach (1969): nombre imprescindibles de la filmografía independiente de la costa Atlántica estadounidense, retorna con una película que explora alrededor de la sensación de fracaso y la necesidad de renovarse sentimentalmente, que sacude a una pareja que bordea los 40 años, sin hijos, y con varias deudas pendientes entre ellos. Para nada es la mejor cinta de su autor, pero la postal de un Nueva York casi de barrio, lejano a los imaginarios de una capital universal, resulta digna de atender.


Pero el pasado era sólo una señal lejana, una señal que aludía a mis propios insignificantes sufrimientos que flotaban, como todos los momentos vividos, en el aire de lo que yo llamo presente, perfumes de la memoria, efluvios de un mundo al que ya no pertenecía. Y a pesar de que tenía la sensación de estar desligado de todo y no pertenecer a ningún sitio, aún me parecía ser algo, un sapo que apretaba el cuerpo contra la tierra, un caracol viscoso que observaba inmóvil mi propia nada, lo que me ocurría no era nada, pero esta nada contenía ya mi futuro y algo también de mi pasado, que había viajado con la sucesión de los otoños”.

Péter Nádas, en Libro del recuerdo

A la cámara y a la pluma de Noah Baumbach (Brooklyn, 1969), se deben largometrajes tan inolvidables como The Squid and the Whale (2005) y Frances Ha (2012), escenificados en una ciudad de Nueva York, que rendía impuestos al mejor Woody Allen: rincones minimalistas dentro de la gran ciudad, planos medios que retratan conversaciones íntimas, y movimientos que conjugan las ansias catárticas de los personajes, enlazadas con los anhelos abarcadores de un lente que se abría a fotografiar espacios insignes de la Gran Manzana.

Mientras somos jóvenes 10

Y si bien el director aquí, apuesta por estrategias parecidas, la verdad sea dicha de paso, ni de lejos alcanza los resultados obtenidos en instancias anteriores de realización; pese a contar en su reparto con una actriz excepcional como Naomi Watts (Inglaterra, 1968), y con un libreto que, sin ser de un nivel literario recordable, tampoco es malo, ni menos “regular”. La culpa, quizás, pueda ser del otro rol protagónico: el comediante neoyorkino Ben Stiller, quien si bien es un humorista de talla, resulta un intérprete dramático de escasas cualidades formales y artísticas, y sin embargo, con bastante éxito y muy requerido tanto en el mercado hollywoodense, como en el norteamericano de corte independiente.

Lo mejor de Mientras seamos jóvenes (While We’re Young, 2014), serían estos tres puntos, en mi consideración: la construcción de una realidad cinematográfica en torno a Nueva York, como una ciudad acogedora de historias mínimas y cotidianas, aunque inmensas y de dimensiones fundamentales para sus involucrados, lejana de los convencionalismos que la sitúan en la línea de una urbe sideral, o ajena a los dolores y pequeñas alegrías de sus habitantes; la reflexión estética sobre el hecho de envejecer con la espalda cargada de frustraciones y sin descendencia, cuando los afectados todavía se sienten en la plenitud de sus capacidades; y la actuación de Naomi Watts. El resto de los atributos de este largometraje de Baumbach, distantes de ser prescindibles, representan un nivel menor a ese trío de valoraciones técnicas y audiovisuales.

Ben Stiller and Naomi Watts as fortysomething couple Josh and Cornelia in While We're Young.

El primero de los aspectos se manifiesta de una forma escénica y fotográfica simple, coherente y meditada: planos que centran su foco en interiores de casas, restaurantes y aulas universitarias, habitaciones que podrían estar situadas en cualquier metrópolis contemporánea, y que uno sabe que se hayan insertas en la Gran Manzana, sólo por detalles mencionados en los diálogos o los nombres con que se designan a esos locales. Y cuando la cámara abandona los estudios, lo efectúa de una manera en que las “tomas” se apoderan del ambiente sin invadirlo: los personajes transitan y se desplazan, en los contornos de una modernidad reconocible bajo cualquier latitud, y en innumerables coordenadas hemisféricas y geográficas.

Un Nueva York cercano, próximo, “casero”, casi de teatro, y sin rozar siquiera los límites de Broadway. De hecho, salvo al final de la película (donde reconocemos los edificios del Lincoln Center), Baumbach jamás recurre a un lente que se detenga a mostrarnos: “Hey, esta es la ciudad, ¿la ubican?”.

Quienes acompañan al matrimonio de Watts y Stiller (Cornelia y Josh, en la ficción), la joven pareja integrada por los actores Adam Driver y Amanda Seyfried (Jamie y Darby, respectivamente), irrumpe en la vida de los primeros, y los empujan sobre una posición dramática, que les hace mirar su existencia y sus circunstancias, desde otra perspectiva; un poco más caótica, exiliados de la paz y de la tranquilidad, en la que se contemplaban hasta entonces.

Es la reflexión que propone Noah Baumbach, al citar un diálogo escrito por el noruego Henrik Ibsen, en las páginas de su pieza El maestro constructor (1892), en una secuencia que le sirve al realizador, por un lado, de epígrafe visual, y por otro, de código argumental: las disquisiciones filosóficas y metafísicas que surgen de los adultos, al enfrentarse con la ambición, el impulso, y la fuerza y la energía vital, que se le atribuyen a los veinteañeros.

WHILE WE'RE YOUNG film still DO NOT PURGE Ben Still and Naomi Watts

WHILE WE’RE YOUNG film still DO NOT PURGE Ben Still and Naomi Watts

Ese tópico dramático (un clásico y un cliché), el guionista lo utiliza para desarrollar otra idea temática: el de la confusión y las fronteras entre lo real y lo inventado, la mentira y lo objetivo, acerca del oficio de filmar. “La ficción trata sobre mí, el documental habla de otra persona”, dice el personaje de Stiller (un audiovisualista casi fracasado), citando en una de sus clases de educación continua, ese dogma del francés Jean-Luc Godard. Y aquella vertiente narrativa, importantísima en la trama de Mientras seamos jóvenes, estimulará y azuzará, la crisis vivencial que atacará a Josh y a su esposa, Cornelia (Naomi Watts), mientras unen fuerzas junto al inescrupuloso Jamie y su mujer, y les ayudan a rodar ese largometraje inspirado en la Guerra de Afganistán.

Literariamente, no obstante, el discurrir de esa tensión (emocional y espina dorsal del relato fílmico), queda lejos de resolverse en forma satisfactoria, si no fuera por esa escena postrera, de noche, romántica, honesta y sincera entre los contrariados y maduros cónyuges, en la melancólica oscuridad, a las afueras del Lincoln Center. Esa irregularidad se debe, tal y como en otros créditos que hemos abordado en este espacio crítico, a una indecisión de “género”, la que jamás se clarifica dentro de la mente creativa del realizador: o se trata de una comedia liviana (los cuadros de Watts, bailando, por ejemplo), o hacemos referencia de un producto audiovisual que circula a medio camino entre un drama y una risotada de vez en cuando, o a los laberintos narrativos de un novelón audiovisual franco y transparente.

En efecto, esta cinta se inspira en movimientos telúricos “internos” y psicológicos, de cambios de una etapa cronológica a otra, propios de unas biografías humanas que bordean o superan los 40 años; una problemática que su director expresa a través de planos recortados –una estrategia bien consumada, por cierto-, que sólo en contadas ocasiones, se ensancha en amplias perspectivas, del entorno que circunda a los actores.

Y, por último, el “mensaje” de Baumbach: nos pasamos la vida remando por expectativas elevadas e ininteligibles, y después la “salvación”, si es que no somos genios o héroes, se encuentra en situaciones y cosas tan simples, como engendrar o adoptar un niño, fundar una familia. En suma, una buena película, de una calificación total más que aceptable, un título al que nada más faltó, una mayor elaboración en su estructura técnica (libreto) y dramática (el autor pudo haber formulado mejores respuestas, a los enigmas planteados por el argumento de su invención).

 

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