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En la necrópolis de Ginebra, donde descansan grandes sabios, se conmemoraron los 30 años del fallecimiento de J. Luis Borges

En la necrópolis de Ginebra, donde descansan grandes sabios, se conmemoraron los 30 años del fallecimiento de J. Luis Borges

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El autor de «Historia universal de la infamia» fue enterrado hace 30 años en el cementerio ginebrino de Plainpalais, conocido como el camposanto «de los Reyes», al costado de un ciprés, donde este martes tuvo lugar una pequeña e íntima ceremonia, presidida por su viuda María Kodama. En el mismo lugar descansan el teólogo y reformador protestante Jean Calvino (1509-1564), el psicólogo suizo Jean Piaget (1896-1980), el pedagogo suizo Rodolphe Topffer (1799-1846) o el alemán Ludwigg Quidde (1858-1941), Premio Nobel de la Paz en 1927.


Jorge Luis Borges consideraba a Ginebra como un ejemplo de lo que el mundo debería ser y por eso la escogió para pasar sus últimas horas, según sostuvo su viuda, María Kodama, que estuvo en la ciudad de Calvino conmemorando el 30 aniversario de la muerte del inefable autor argentino.

«Él estuvo acá durante la Primera Guerra Mundial y entonces vio el trato que daban a los refugiados y quedó muy impresionado a raíz de eso. Creció aquí, fue muy feliz e hizo grandes amigos», explicó su viuda.

«Ginebra representaba para él la sabiduría y el respeto», afirmó la escritora argentina, que fue secretaria del autor durante más de una década antes de contraer matrimonio.

Hoy se celebran justo seis lustros desde que el autor del «Aleph» falleciera como consecuencia de un cáncer hepático, y Kodama no dudó en estar presente en la ciudad que el escritor eligió.

«Estoy aquí por la trascendencia de lo que significa, es decir, el amor que él tenía por Ginebra, el haber dedicado su última obra, ‘Los conjurados’, a Ginebra y, a través de eso, el amor que él sentía por la forma en que países que hablan distintas lenguas, que tienen distintas religiones, a través de la razón, llegan a formar un país respetando las diferencias».

Consultada sobre si Borges consideraba que tal vez algún día el mundo se parecería realmente a su amada Ginebra, su esposa respondió que él sabía que era muy difícil, pero aspiraba a que ese deseo «fuese profético».

No obstante, sí que compartió el deseo de que la tolerancia y el respeto que emanan de la ciudad helvética pudieran inundar las conciencias de su país de origen.

«Hay algo en el país (Argentina) que no funciona y que hay que ver, y que hay que reflexionar y que hay que conversar y no caer en el ‘conmigo o contra mí’, eso no existe, no puede existir».

Sobre la polémica que ha durado tres décadas sobre si se deben o no trasladar a suelo argentino los restos del autor, Kodama fue tajante.

«La polémica ha acabado 30 años después porque, evidentemente, la que tiene derecho sobre eso soy yo, que fui su mujer, y así es la ley en Suiza y es así. Con qué derecho la violencia de querer tomar parte, disponer de una persona», se cuestionó.

«Borges decía: ‘La Argentina está castigada porque está siempre con cadáveres, que van y que vienen, y eso es mala suerte, trae mala suerte'», precisó.

Durante el acto se leyó un fragmento de «El Atlas», otra de las obras cumbres del autor, en la que loa a la ciudad bañada por el lago Leman.

«De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el decurso de los viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad», escribió Borges.

El autor de Historia universal de la infamia fue enterrado en el cementerio ginebrino de Plainpalais, conocido como el camposanto «de los Reyes», al costado de un ciprés, donde hoy tuvo lugar una pequeña e íntima ceremonia.

Es la misma necrópolis donde descansan el teólogo y reformador protestante Jean Calvino (1509-1564), el psicólogo suizo Jean Piaget (1896-1980), el pedagogo suizo Rodolphe Topffer (1799-1846) o el alemán Ludwigg Quidde (1858-1941), Premio Nobel de la Paz en 1927.

No solo sus restos descansan rodeados de grandes sabios, su obra también, y en la Fundación Bodmer se le considera el «sexto gran maestro de la Historia de la literatura universal», en palabras de su director, Jacques Berchtold.

«Para Martin Bodmer había cinco grandes en el panteón de la literatura universal: Homero, la Biblia, Dante, Shakespeare y Goethe. El Consejo decidió que faltaba uno más, se escogió la lengua española y entre todos los maestros el elegido fue Borges», explicó Berchtold.

«Borges estudió profundamente el Ulises de Homero, y el Ulises de Joyce, La Divina Comedia de Dante, amaba a Shakespeare, a Conan Doyle, y de todos ellos tenemos grandes obras a nuestro haber que ‘dialogan’ perfectamente con los manuscritos de Borges», concluyó Berchtold.

La Fundación cuenta con el manuscrito autografiado de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» (1940) y de «El Sur» (1953); y ejemplares de las ediciones originales de Ficciones (1944), El Aleph (1949), y El libro de Arena (1975)

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