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La Traviata, una producción que bien podría convertirse en proyecto de difusión nacional Crítica de música

La Traviata, una producción que bien podría convertirse en proyecto de difusión nacional

En lo vocal, la protagonista de La Traviata es clave y, en esta oportunidad, la soprano argentina Jaquelina Livieri convenció con creces en su interpretación de la sufriente cortesana. En lo musical, el maestro Pedro Pablo Prudencio, dirigió magistralmente la obra sorteando las dificultades de la partitura, apoyando a los cantantes, logrando los tempos verdianos con firmeza y determinación. En resumen, una producción redonda y atractiva, elegante y en contexto histórico.


Tras siete años de ausencia, regresa al coliseo capitalino La Traviata, la ópera mas popular de Verdi con una nueva puesta de autoría del diseñador, director escénico, y director teatral Pablo Núñez.

Ambientada en la época del drama original de Alejandro Dumas (La dama de las camelias), destacó la elegancia y armonía de la Traviata convencional que recreó Núñez. Tanto las escenas grupales como las intimistas combinaciones estéticas se afiataron perfectamente con la original.

En el vestuario, las tonalidades de rojo de las damas de la corte combinaron a la perfección con el negro de los varones, creando un ambiente de palacio sofisticado y dramático. Manejó los planos grupales con maestría y los protagonistas aportaron con creces a esta lectura. Creó magistrales cuadros escénicos como el final del concertado en el segundo acto. Con el triple desafío de abordar la regie, escenografía y vestuario, Núñez sorteó con éxito este reto. Complementó el apoyo en iluminación el experimentado Ricardo Castro.

En la pomposa fiesta de Flora, destacó la coreografía de Georgette Farías, coherente con la propuesta estética de los bailarines, Agustín Cañulef y el bailaor flamenco Antonio Mouriño, quienes protagonizan un brillante duelo de toreros arriba de las mesas de la fiesta (¿Guiño a Bejart?). Fue el momento protagónico de mayor éxtasis teatral.

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Todas las fotografías de Patricio Melo

La escena del campo ( 1ª escena acto segundo), en tonos grises, habló de nostalgia, resolviendo bien los planos interiores y exteriores.

Otro momento destacable estuvo en el 3er acto, donde la lúgubre habitación de Violetta, con una enorme cama azul y gran respaldo dorado, fue el centro dramático en la que la heroína agonizó. Su vestido blanco drapeado, que caía como cascada en su aria Addio al passato, acentuó el desenlace.

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En lo musical, el maestro Pedro Pablo Prudencio, dirigió magistralmente la obra sorteando las dificultades de la partitura, apoyando a los cantantes, logrando los tempos verdianos con firmeza y determinación. Un momento clave fue el concertado al final del segundo acto, en el que todos están en escena; el coro con una melodía y cada protagonista cantando otras líneas con sus propios sentimientos. Como se dice en el medio, no se le arrancó la moto, todo lo contrario, supo mantener el control de cada detalle en la compleja lectura de la que fuera para Verdi su obra mas personal.

Prudencio supo imprimir el sello verdiano con colores y matices en las cuerdas y maderas que se tradujeron en un lirismo excelso de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Doble emoción para los que sabíamos que ese día el joven director estaba cumpliendo 40 años.

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En lo vocal, la protagonista de La Traviata es clave y, en esta oportunidad, la soprano argentina Jaquelina Livieri convenció con creces en su interpretación de la sufriente cortesana. El gran desafío que enfrenta Violetta Valery es el desarrollo de su personaje puesto que se trata de una obra intimista en la que los sentimientos personales son claves: la ilusión, la coquetería, el amor, la renuncia al amor, el sacrificio, la desesperación, la angustia, la agonía y la muerte. Es que Verdi puso en esta ópera la vida entera.

Con soltura, gran volumen vocal, certeza en las colocaciones y natural aplomo escénico, Livieri convenció a la audiencia santiaguina que repletó el Municipal. Sorteó las coloraturas del primer acto (E Strano) sin problema pero el momento magistral se produjo en el segundo acto, en que el drama tomó su lugar, y junto al barítono argentino, Omar Carrión, crearon una antología con la gran escena del sacrificio de Violetta y su renuncia a Alfredo.

El público aplaudió interrumpiendo la continuidad de la música debido la gran emoción que sentía. Esa noche había algo especial: una especial conexión de los artistas con el público.

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No pasó lo mismo con el tenor chileno Carlos Moreno que tuvo enormes dificultades de crear un Alfredo convincente y hacer de pareja con esta contundente Violetta. Esto es lo que se llama miscasting, ya que a un tenor mozartiano y de bel canto le es muy difícil abordar roles verdianos. El contraste era evidente.

En los roles coprimarios destacaron Andrea Aguilar en una comprometida Flora, Francisco Huerta como Gastón, Pablo Castillo como Barón Douphol y especialmente sólido Eleomar Cuello como Marqués D’Obigny; complementan el reparto los convincentes David Gaez como Doctor Grenvil y Jessica Rivas de Annina.

En resumen, esta producción de La Traviata fue redonda y atractiva, elegante y en contexto histórico.

La pregunta que surge es por qué no transformarla en un proyecto de difusión nacional y hacerla circular por los teatros regionales para crear nuevas audiencias y, a la vez, romper las dramáticas desigualdades de las ofertas culturales en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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