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La Fábrica, la performance teatral en la que los personajes pierden la razón Se estrena este viernes en el ciclo Teatro Hoy. De Fundación Teatro a Mil

La Fábrica, la performance teatral en la que los personajes pierden la razón

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Una fábrica de metal abandonada en el barrio Rondizzoni sirve de escenario para «La Fábrica», una instalación de teatro y performance sobre cómo los cuerpos son determinados por la infraestructura del trabajo. «La pregunta es cuáles son las estrategias actuales que nos hacen ser más productivos que hace 50 años, qué nos hacen sentir libres, autónomos, pero que al final, son nuevas estrategias de ejercer poder», reflexiona la directora del montaje, Camila Karl.


Una fábrica de metal abandonada en el barrio Rondizzoni sirve de escenario para La Fábrica, una instalación de teatro y performance sobre cómo los cuerpos son determinados por la infraestructura del trabajo.

Jóvenes y exitosos, cuatro emprendedores de una fábrica de guantes deciden trabajar 24 horas seguidas para incrementar su producción. En un contexto que se nutre de sin sentido comienzan a perder la razón de su trabajo, creciendo sus miedos. Agotados, mudos y aislados, se convierten en víctimas de sí mismos.

En palabras de su directora, Camila Karl (1988), esta obra habla del trabajo, «de los sueños que tenemos, de lo que nos gustaría alcanzar, las contradicciones que nos aparecen o que no vemos».

«Queremos invitar al espectador a vivir una experiencia, a habitar el mundo de cada personaje. Que cada espectador capture el momento que más le resuena del relato», dice.

Orígenes biográficos

La obra, con influencias del teatro del austriaco Peter Handke, el filósfo francés Michel Foucault y el surcoreano Byung Chul Han, se exhibe desde el viernes en el marco del ciclo Teatro Hoy, entre el 12 y 21 de mayo, en un galpón ubicado en calle Pedro Lagos 1411.

Financiado por el Fondart, el montaje está fuertemente marcada por los orígenes biográfico de su directora, actriz y dramaturga que trabajó en obras como La mujer metralleta y Arde Troya.

«Mi abuelo trabajó en una maestranza durante 50 años y eso determina su comportamiento hasta el día de hoy», comenta la artista, que escribió la idea original junto a su colega y también actriz del montaje, Ébana Garín.

Karl y Garín son los cerebros detrás de Cuerpo Indisciplinado, un núcleo de investigación y creación escénica fundado en 2012, que trabaja en colaboración con artistas, grupos y espacios culturales para el desarrollo de proyectos artísticos interdisciplinarios con el objetivo de re-pensar el cuerpo y su contexto de inscripción cultural y político a través de la experiencia performativa.

«Desde el 2012 con la Ébana estudiábamos la biopolítica a propósito de nuestro trabajo ‘La Clínica’. Entonces se mezclaron estas dos cosas y empezamos a investigar el cuerpo en el espacios de trabajo», dice Karl.

«Hoy, 50 años después el trabajo ha tenido un giro enorme, que todos notamos pero que parece inofensivo, el cuerpo cada vez está menos comprometido gracias a la tecnología y es una señal positiva. La pregunta que nos quedó fue por cuales son las estrategias actuales que nos hacen ser más productivos que hace 50 años, que nos hacen sentir libres, autónomos, pero que al final, son nuevas estrategias de ejercer poder».

Residencia en Nueva York

El montaje surgió también parcialmente durante una residencia artística de la compañía Cuerpo Indisciplinado en The Watermill Center de Nueva York (2016), gracias al convenio con Fundación Teatro a Mil.

«La residencia en Nueva York, nos permitió ver el trabajo desde otra perspectiva», reflexiona Karl.

«Generalmente nuestros trabajos están muy arraigados al espacio, hay una pega de site specific que nos ha marcado», admite.

Una relación con los espectadores

«Entonces, trasladar un material que tiene características documentales y que significa por el lugar en donde está instalado es un desafío que no sabíamos cómo íbamos a sortear, esa era la investigación en Watermill».

Allí la actriz y su equipo expuso la instalación que había hecho en octubre de 2016 en Santiago.

«Decidimos trabajar la relación con los espectadores», agrega. «Eso fue clave en Watermill, encontrar un lenguaje en común con los espectadores que no tenía que ver con hablar o no inglés, que tenía que ver con encontrar códigos que trascienden los límites geográficos».

 

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