El propósito declarado de Faride Zerán al convocar a la escritura de un libro colectivo ha sido doble: por una parte, distanciarse claramente de la izquierda hoy gobernante, esa que ha administrado -afirma la periodista- un capital simbólico producto de sus luchas contra el gobierno militar y, señalada esa diferencia, abrirle un espacio a una docena de autores para que demarquen el territorio propio y construyan dentro de él sus propios símbolos.
Zerán se encarga en su prólogo de llamar manto de superioridad moral al imaginario del que toda la izquierda -hasta MEO- se revestía entre 1990 y el caso Soquimich. Pero ahora, aventado el manto, ha quedado al desnudo una izquierda, nos dice, arrasada por el peso de sus errores; una vieja huesuda y casi famélica, traducimos nosotros.
Por eso, otra izquierda es convocada en el libro.
Ahí están escribiendo algunos de sus neo íconos, como Carla Amtmann, Gabriel Boric, Diamela Eltit y Carlos Ruiz, aunque también se le ha abierto espacio a figuras neomayoritarias como Ernesto Águila y Daniel Jadue.
Todos ellos son los convocados a llenar un vacío, ese descampado en el que -a juicio de los autores- viven los chilenos al haber sido sometidos al modelo neoliberal, a cuya promoción habrían concurrido por igual izquierdas tradicionales y derechas.
Águila, militante socialista, salva bien la incomodidad de encontrarse escribiendo en paralelo con quienes ningunean a su partido, mediante el recurso a la posibilidad del neo allendismo, como una teoría operativa y eficaz en términos tácticos… es decir, afín a las estrategias del Frente Amplio. Por ahí fue la conexión.
Amtmann, Boric, Eltit y Ruiz no tienen esa limitación o, más bien, se enfrentan a un campo libre en el que ellos mismos han comenzado a transitar, sin haber dejado un rastro en el pasado que los comprometa y refrene. Por eso son tan valiosos sus textos; por eso Amtmann no vacila en llamar, párrafo tras párrafo, a construir una alternativa contrahegemónica -dice ella- capaz de superar al consenso liberal. ¿Para hacer qué? Bueno, no le pidan tanto.
Por su parte, Boric resulta algo menos mesiánico y nos sorprende con un llamado a recorrer el camino de Recabarren (¿hacia Moscú, Gabriel?) para que movilización social y actividad política puedan confluir de verdad en el Frente Amplio. Siempre he pensado que la simpatía personal de Boric le terminará jugando una mala pasada. Lo que sus socios quieren es demasiado tremendista para una persona chispeante como él.
Eltit quiso lucirse. No podía ser menos. Es la mayor del grupo y viene del mundo superior de los letrados. Pero no lo logró: fue a parar a donde mismo se encuentran los demás, a la necesidad de llenar un vacío político con movilización y emancipación, hoy expresadas en demandas y protestas. ¿Y después con qué, Damiela?
Pero, sin duda alguna, lo más interesante viene de Ruiz, de su propósito confeso de luchar por el socialismo y por la soberanía y libertad plena del individuo. Todo junto. Y ahí sí que cualquier concertacionista podría decirle: “pero si eso es exactamente lo que hemos intentado Carlos, y hemos fracasado.”
Faride Zerán, (editora), Chile actual: crisis y debate desde las izquierdas, LOM, Santiago, 2017, 162 páginas.
Gonzalo Rojas Sánchez. Profesor universitario