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«Sepulcros de Vaqueros»: piezas faltantes del puzle Bolaño Opinión

«Sepulcros de Vaqueros»: piezas faltantes del puzle Bolaño

Transcurrido menos de un año desde la publicación de «El espíritu de la ciencia ficción», aparece otro conejo del sombrero de los editores. Un compilado de textos agrupados bajo el título «Sepulcros de Vaqueros» (Patria, Sepulcros de vaqueros y Comedia del horror de Francia). Y aquí vamos de nuevo, esta vez con menos esperanza, acaso por lo mismo más cercanos al espíritu pesimista de Bolaño, a hacerle frente a la nueva oleada.


Cuando apareció en noviembre del año pasado, como marca de su paso de Anagrama a Alfaguara, El espíritu de la ciencia ficción, escribí acerca de las vacilaciones y ambivalencias que produce, en los lectores de un narrador, el encuentro con textos inéditos publicados de manera póstuma. El problema es más agridulce en el caso de un autor como Roberto Bolaño, quien tras la publicación de Los detectives salvajes, y hasta su muerte, se transformó en un fenómeno literario. “Delirio Bolaño” en el que nos vimos sumergidos y del que a duras penas hemos logrado salir exhibiendo una gran cicatriz. Entonces, cuando ya todo parecía más calmo, aparece la réplica, los últimos resabios de la tormenta.

Agazapados, los lectores de Bolaño, los verdaderos lectores, si es que puede existir algo así, lo que significa  (tomando una figura de nuestro autor) el absoluto absurdo de lo que acabo de escribir, vacilaban entre situarse a resguardo o levantar la mirada hacia la nueva esfinge que podría reactivar el delirio o terminar de una vez con él, recibiendo un portazo de realidad. Pero la decisión ya estaba tomada y El espíritu de la ciencia ficción dejó poco más que un ligero aroma a Bolaño. Inmerso en la polémica del cambio editorial y el comidillo acerca de la vida del autor, el texto, salvo notables escenas en los baños públicos, no dejó nada para la posteridad. ¿Habría consentido B. su publicación?

Transcurrido menos de un año, aparece otro conejo del sombrero de los editores. Un compilado de textos agrupados bajo el título Sepulcros de Vaqueros (Patria, Sepulcros de vaqueros y Comedia del horror de Francia). Y aquí vamos de nuevo, esta vez con menos esperanza, acaso por lo mismo más cercanos al espíritu pesimista de Bolaño, a hacerle frente a la nueva oleada.

La excursión no comienza de la mejor manera. El prólogo del escritor Juan Antonio Masoliver establece algunas conexiones entre personajes, escenas de los textos y puntos cardinales de la cartografía literaria, al tiempo que subraya el carácter fragmentario, rupturista e inconcluso de esta, así como algunos recursos que dan cuenta de ese carácter. A continuación: cinco páginas para “el origen de los escritos”. Especie de alegato judicial para justificar lo injustificable sin acudir a lo que podría justificarlo: el mercado.

En este punto salta una interferencia: el libro aparece en los escaparates simultáneamente a la última novela de Paul Auster, al igual que Bolaño, emigrado de Anagrama a otra casa editorial (aunque por supuesto no lo sabe, de hecho probablemente ni siquiera sepa que pasó por Chile hace algunos años invitado por el Episcopado, a menos que haya visitado Las torres del Paine o San Pedro de Atacama), 4 3 2 1, de dimensiones similares a 2666 y, valga la obviedad, también titulada en números.

Volviendo a Bolaño, la impresión cambia al iniciar la lectura (Masoliver lo había advertido). Contra nuestros pronósticos, nos damos cuenta de que estamos frente a importantes piezas del puzle. Las dos primeras agrupaciones, Patria y Sepulcros de Vaqueros, encajan a la perfección sobre la forma en que Bolaño escribió el Golpe, insertándose en la serie de Estrella distante y Nocturno de Chile, pero a la vez proyectando el espacio hasta Sonora y Santa Teresa mediante la figura del abuelo paterno de A. Belano. De esta manera, el túnel trazado por la referencia genealógica, conecta los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado de Chile tras el Golpe y los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez en México, desplegados en la cuarta parte de 2666, lo que subraya una de las mayores preocupaciones de la obra.

Para los interesados en el entrecruce entre esta última y la biografía, Sepulcros de vaqueros constituye una referencia sugerente al narrar en tres capítulos la partida desde Santiago hacia el D.F., el mítico viaje por tierra y mar desde México a Chile para unirse al proyecto de la Unidad popular, y las horas inmediatamente posteriores al Golpe.

Finalmente, Comedia del horror de Francia aparece temporal y geográficamente desprendido de los anteriores (según informan los editores, fue escrito entre 2002 y 2003). En él emerge la referencia al grupo surrealista y, por juego de espejos, a los infrarrealistas. Pero por sobre todo la atmósfera ominosa y la ética de lo subterráneo, que tan contradictoriamente proclamó Bolaño en su juventud, y que de manera paradójica vuelve a instalarse en la actualidad. A fin de cuentas, y afortunadamente, un escritor, por más muerto que esté, sigue necesitando lectores:

“Para que se haga usted una idea, es como si en una habitación viviera una persona de carne y hueso, como usted o como yo, y también viviera, aunque no sé si el término vivir es el apropiado, un fantasma. Ambos comparten el mismo escenario o paisaje. Pero no se ven. En fin. No es triste. Al principio, por supuesto, no era así” (Comedia del horror de Francia, p. 180).

Juan Pablo Vildoso. Psiquiatra-psicoterapeuta, Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz B.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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