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Nathalia Aragonese, de «Cabros de mierda», triunfa en Fortaleza como Mejor Actriz CULTURA

Nathalia Aragonese, de «Cabros de mierda», triunfa en Fortaleza como Mejor Actriz

La evidencia de galardones del cine chileno en el Festival Cine Ceará en Fortaleza (Brasil) los últimos años, y que en esta versión tuvo a «Cabros de Mierda» como uno de sus protagonistas, refuerza la sensación del buen momento que experimenta el audiovisual chileno, en comparación con países de mayor tradición fílmica y sentido de industria, como ha sido la historia de México, Argentina, España o Brasil. El filme de Gonzalo Justiniano competía con la española «Petra», a la postre aclamada como mejor película, que venía con un muy bien acercamiento del público y la crítica en La Quincena de los realizadores de Cannes; o la portuguesa “Diamantino”, supuesta revelación de la Semana de la Crítica del mismo certamen galo.


La presencia y éxito sostenido del cine chileno en las pantallas del Festival Cine Ceará en Fortaleza (Brasil), revela que nuestro audiovisual funciona en términos de audiencia y calidad no solo para el público europeo, donde se ha establecido como una marca, sino también en plateas más cercanas aunque no sean hispanoparlantes, como la brasileña. Valga destacar que, al tener un competencia iberoamericana (que incluye a México, España y Portugal), las películas chilenas, además de contar con la posibilidad de entrar en el gigantesco mercado de Brasil, cuentan con una resonancia importante justamente en aquellos países en que el idioma no es una barrera para la programación.

Los números hablan por sí mismos. En 2012, Violeta se fue a los cielos ganó mejor película, éxito que El club repitió en 2016. Soy Lorena obtuvo mejor actriz en 2014, al igual que ahora Nathalia Aragonese triunfó con Cabros de mierda, una de las películas que remeció al público asistente y que disfrutó con el vibrante histrionismo de la protagonista. A esa lista, habría que agregar los trofeos logrados por Una mujer fantástica el año pasado.

Esta evidencia de galardones, no es un rapto de triunfalismo nacionalista, sino que refuerza la sensación del buen momento que experimenta el audiovisual criollo entre países con mayor tradición fílmica y sentido de industria, como ha sido la historia de México, Argentina, España o Brasil. Desde este ángulo aparece la dimensión de lo logrado por lo profesionales del cine chileno en los últimos 15 años. Porque, por ejemplo, los filmes que competían junto al largometraje de Gonzalo Justiniano no eran unos aparecidos. Por nombrar algunos créditos como la española Petra, a la postre aclamada como mejor película, que venía con un muy buen acercamiento del público y la crítica en La Quincena de los realizadores de Cannes; o la portuguesa “Diamantino”, supuesta revelación de la Semana de la Crítica del mismo certamen galo.

“El festival en que murió Tito”

Antes de realizar un balance de las cintas más interesantes y novedosas en Cine Ceará, hay que mencionar que el festival comenzó con una importante pérdida entre las filas de su organización y la partida de una leyenda del cine latinoamericano. La muerte, el 4 de agosto, de Tito Ameijeiras, mismo día de la inauguración del evento brasilero, lo que dio pie a un sentido homenaje y minuto de silencio durante la ceremonia de inicio. La trayectoria de Ameijeiras –actor, productor, cineasta y un sinfín de roles en el audiovisual– estuvo marcada por la intensidad de las décadas de los 60 y 70, donde su figura fue insigne del Grupo Cine Liberación, fundado por Pino Solanas y Octavio Getino, cuando estrenaron La hora de los hornos.

Tito se inmortalizó como el menor de los vástagos en Los hijos de Fierro de Solanas, filme para revisar hasta hoy, especialmente hoy, una y otra vez. Perseguido por la dictadura en Argentina, Tito (como todos lo llamaban cariñosamente, en vez de José Antonio) encontró segundas patrias en Brasil y Cuba. En la isla mantuvo actividad académica en EICTV, reclutado por Fernando Birri, y luego se radicó en Brasil, donde participó en innumerables producciones audiovisuales como El milagro de Juazeiro, As tentaçoes del irmao Sebastao, La navaja en la carne.

Los hijos de Fierro de Pino Solanas

Su legado de hombre de cine trotamundos y padre prolífico tuvo su última escala en Cine Ceará, donde se desempeñó en múltiples funciones como un entusiasta traductor, coordinador de jurados, y siempre con una sonrisa generosa que asemejaba la mejor imagen de bienvenida para los invitados al certamen. Desde Perú, el maestro Solanas –hoy senador argentino, pero que continúa en el documentalismo– expresó dolidas palabras para despedir a su camarada. “Tuvo que ser un día gris, lloroso y triste, en Lima, donde nos llegó a mí y a Ángela la noticia de la partida del entrañable amigo y compañero Tito Ameijeiras, protagonista de Los hijos de Fierro». 

El equilibrio programático

Una de los objetivos más complejos, si es que un certamen se lo propone en su línea editorial, constituye lograr un equilibrio entre apuestas vanguardistas y la recepción de filmes de corte popular para no perder la sintonía con el gran público. Desafío que afrontó la programación de Cine Ceará, en la última década, al mezclar, sin remilgos, largometrajes convencionales como la comedia colombiana Amalia, la secretaria, compitiendo mano a mano con la estéticamente ambiciosa Petra, española filmada en 35 mm y que, en clave de tragedia griega y melodrama, apasionó a la crítica brasileña y al jurado oficial.

Elementos en Petra, como el exclusivo uso de plano secuencia para cada escena y que la narrativa esté hilada por capítulos en desorden, además de problemáticas como el incesto y la venganza, recuerdan al magistral mexicano Arturo Ripstein y obras como El castillo de la pureza, pero en tono de catalanes de clase alta.

Petra, película española filmada en 35 mm

Por su parte, la famosa actriz bogotana Marcela Benjumea, en Amalia, la secretaria, logra por momentos tomar la piel de esos personajes anónimos que deambulan entre el trabajo y la soledad hogareña (aunque este caso la protagonista está al cuidado de su madre), por las atestadas metrópolis latinoamericanas. Comedia con momentos agridulces y que, en su intento por conectar con el espectador común y corriente –sin caer en la ramplonería–, lo logra con creces, tras escuchar las carcajadas durante la proyección en el Cine Sao Luiz de Fortaleza.

Ese afán de choque o encuentro de mundos que identifican al certamen (crisol de culturas, portuguesa, africana, cubana, con el aliño de suceder en la tierra de los cangaçeiros Lampiao y María Bonita), se ha instaurado como tradición que en la competencia a Mejor Película no se realicen distingos entre ficción y documental. De esta manera, el documentalismo tuvo exponentes interesantes, como la brasileña Eduardo Galeano Vagamundos, con un emotivo registro de entrevistas al genio uruguayo y un look en blanco y negro que alterna una narración contemplativa. En lo extracinematográfico, resultó conmovedora la visita de Florencia Hughes (hija de Galeano) a la proyección y conferencia de prensa. 

También el documental Señorita María, la falda de la montaña, del colombiano Rubén Mendoza, se anotó como uno de puntos arriesgados del certamen. Las imágenes verídicas que siguen durante 6 años la vida de una mujer que nació hombre y que vive aislada entre las montañas –cuyo nexo con la civilización es un pueblo cercano ultraconservador y católico– causó sensaciones contrapuestas. A ratos se torna estremecedor el relato, que expone a la protagonista en sus aflicciones y, al mismo tiempo, dicho tormento se exhibe en el marco de una belleza natural exuberante, que para la mujer resulta una frontera con la urbe, a la vez que una especie de isla donde ella maneja sus propias reglas. Apuesta fílmica que, obviamente, tuvo reacciones entre el público y la crítica, por la sinuosa línea que recorre y que llama a dilemas éticos sobre el uso o abuso al registrar una situación verídica y los fines cinematográficos.

Eduardo Galeano

Lo mejor fuera de competencia

Además de la interesante Mostra de cinema peruano, que recogió 16 títulos de los últimos 15 años programados por el especialista Pablo Arellano, como la ya de culto Videofilia (y otros síndromes virales) o Madeinusa, de la consagrada Claudia Llosa, se realizaron sesiones especiales, donde aparecieron filmes de inusitado interés como los documentales: Che, memorias de un año secreto y Muchos hijos, un mono y un castillo.

La investigación realizada por la directora Margarita Hernández –cubana asentada en Brasil y coordinadora general de Cine Ceará– sobre el lapso (que comienza en diciembre de 1965, en plena guerra fría tras la crisis de los misiles cubanos) en que el revolucionario argentino desaparece del radar de los medios y organismos de inteligencia, se exhibe acuciosa y sorprendente.

El uso de imágenes inéditas, recreaciones y el montaje de Leyda Nápoles que enhebra diversas aristas sobre esta intriga internacional (parafraseando a Hitchcock), las cuales abarcan desde los posibles romances en Praga hasta los métodos y testimonios de enmascaramiento del rostro del Che, amén de conclusiones reveladoras. Luego de las fracasadas escaramuzas del Che en África, con el fallido intento en el Congo Belga, estas lo llevan a ocultarse en Tanzania con un  pequeño grupo de seguridad, que después lo acompaña a Praga. Tránsitos que Fidel Castro aprovecha en La Habana para hacer público el testamento político de Guevara (según los guardias del Che, de carácter privado hasta su fallecimiento), en el que desvincula de cualquier responsabilidad al régimen y al partido. Instantánea de archivo que, sumada a la muerte del Che en Bolivia –con tropas diezmadas, desnutrido y asmático– y a las voces de los oficiales cubanos que acompañaron al rosarino en Praga, entrega certezas de que el distanciamiento entre ambos líderes fue total, y que la teoría de que Fidel abandonó al Che adquiere mayor espesor.

En las antípodas, lejano a la política mundial, un registro íntimo y hogareño causó admiración al convertir acontecimientos que para algunas personas podrían parecer tragedias, particularmente en la sociedad de consumo, y que bajo la mirada del español Gustavo Salmerón a su propia familia se eleva como una lúcida comedia documental.

Muchos hijos, monos y un castillo de Gustavo Salmerón

La cámara de Salmerón sigue por 14 años la vida familiar enfocada en Julita, su madre. La particularidad aparece cuando Julita narra que cuando niña soñaba con tener muchos hijos, una monito y un castillo. Las dos primeras aspiraciones las logró en su primera adultez y, tal como relata el documental, inesperadamente la protagonista recibe una astronómica herencia y se compra un castillo. Las peripecias de la familia en el palacio, las manías de la madre con un evidente mal de Diógenes y la no poco obsesiva grabación del director, que incluye la búsqueda de unas desaparecidas vértebras de un familiar muerto, son un viaje personal y delirante que humaniza sin perder el humor donde otros ven caricatura.

Una joya más que visibiliza la diversa y nutrida programación a la que se agregan las competencias de cortometrajes brasileños y estaduales, como también las actividades de trasfondo social. Así, abarrotadas por escolares se divisaron las proyecciones del comediante Renato Aragao, homenajeado del festival, al igual que el cine al aire libre para personas en condición de calle. Mención especial merece el lanzamiento de Cinema falado, libro de entrevistas a 12 consagrados cineastas cearenses, y que reflejan el buen momento del audiovisual de la región, si se consideran los brillantes resultados y que no pertenecen a los tradicionales centros de producción instalados en Sao Paulo y Río de Janeiro.

Entre  algunos de los seleccionados, aparecen Wolney Oliveira (documentalista y líder cultural indiscutido en Fortaleza, desde su rol de director del festival) y Halder Gomes, quien se ha transformado en el director de cine más taquillero de Brasil, con éxitos como Cine Holliúdy y Os parças, entre otros.

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