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El viaje de Sohr a la memoria del país con su novela «La guerra de Mahler» CULTURA|OPINIÓN

El viaje de Sohr a la memoria del país con su novela «La guerra de Mahler»

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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“¡Atención! – gritó un sargento abriendo la puerta del salón. Ambos oficiales se irguieron en posición firme. Con paso relajado ingresó un hombre de edad madura en uniforme naval. Apenas la luz develó su rostro, Lorenz reconoció al almirante Wilhelm Canaris.” (pág 175)

De una manera sencilla, entretenida e impecable como narración, Raúl Sohr nos invita a un viaje de memoria,  por ribetes casi desconocidos de la historia contemporánea de nuestro país. Su última novela “La Guerra de Mahler” contiene pasajes y paisajes que nos vinculan como sociedad al centro mismo de la Segunda Guerra Mundial, en un ambiente en el cual se manifiestan también las sombras más ocultas y persistentes de nuestro ser nacional.

[cita tipo=»destaque»]La novela de Raúl Sohr se mueve en esa atmósfera,  y a veces se tensiona. Y sus personajes, presentados de manera silvestre y como animales puros, permite  no solo una lectura muy rápida y entretenida, sino también casi periodística. La narrativa de Sohr es directa como una crónica, y eso facilita el flash de la aparición de personajes como el almirante Wilhem Franz Canaris sin que parezca ni forzado ni un exceso.[/cita]

La trama se desenvuelve mayormente en la ciudad de Valdivia, en torno a un opaco e introvertido músico, pariente directo de Gustav Mahler,  cuyo origen judío lo ha obligado a retomar los caminos de la diáspora de esa nación para sobrevivir, saliendo desde Viena para recalar en Chile. Ello en vísperas de la guerra.  En Valdivia, una ciudad permeada por el espíritu alemán, es recibido al principio de manera cálida e integradora por los colonos, gente musical y romántica en sus formas de sociabilidad, pero emotivamente muy vinculada, para bien o para mal,  a los acontecimientos de su país de origen.

En ese proceso, con el ascenso de Hitler al poder como telón de fondo, empieza a brotar en la ciudad el virus del fanatismo nacionalista y antisemita de los nazis, y el protagonista ve como se transforma su entorno familiar y social contaminado por la soberbia y la intolerancia. Los hechos lo llevan al punto en que debe elegir su propia guerra, cuando entiende que nunca estará lo suficientemente lejos para  escamotear los peligros que surgen de ser quien es. Si no elige, nunca podrá vivir en paz sus sueños.

La Guerra de Mahler  nos lleva a la conclusión de  que el Chile contemporáneo en realidad nunca ha estado al margen de los teatros mundiales de guerra e intrigas, y que el poder, con sus vicios y virtudes  siempre termina convocando a una elección entre la libertad y la democracia o la intolerancia y el autoritarismo.

Es inevitable  comparar pasajes de la novela, con hechos recientes  de nuestra historia. Por ejemplo el emprendimiento que los partidarios criollos de Hitler hacen, secreta y militarizadamente,  para apoyar la flota de submarinos alemanes en aguas del Pacífico sur, con Colonia Dignidad durante la dictadura de Pinochet. Incluso en la ambigüedad y tolerancia de las autoridades que se da en  ambas situaciones. O el talante de personajes autoritarios y racistas con dirigentes actuales de las huestes políticas de la derecha del país.

Por cierto,  una visión totalizadora unilateral es injusta pues hubo ciudadanos de origen alemán, incluso avecindados en primera generación, que salieron a oponerse abiertamente al nacismo alemán y al criollo. Muchos casos los conozco de primera fuente por vínculos familiares y habrán miles en el país.

Pero es efectivo que Chile,  hecho como nación en gran medida  de inmigrantes de diversas épocas, posee rasgos culturales ocultos que de pronto emergen con una fuerza avasalladora y trágica en los momentos menos pensados. Es lo que ha ocurrido con el enclave  de Villa Baviera y los brotes que esboza la novela. Como también existe el basamento cultural de la buena sociedad fundado en la hospitalidad, la integración y el respeto de los derechos humanos.

La novela de Raúl Sohr se mueve en esa atmósfera,  y a veces se tensiona. Y sus personajes, presentados de manera silvestre y como animales puros, permite  no solo una lectura muy rápida y entretenida, sino también casi periodística. La narrativa de Sohr es directa como una crónica, y eso facilita el flash de la aparición de personajes como el almirante Wilhem Franz Canaris sin que parezca ni forzado ni un exceso. Este, de mucho significado histórico en los teatros centrales de la Segunda Guerra Mundial, vivió parte de su azar militar en Chile como uno de los sobrevivientes del  crucero Dresden, hundido en nuestras costas durante la primera guerra mundial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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