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El incendio de la catedral de Notre Dame y la confusión del paradigma y sus símbolos CULTURA

El incendio de la catedral de Notre Dame y la confusión del paradigma y sus símbolos

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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«Si bien los objetos de una época son representativos de ella, de su espíritu, estos constituyen, a la vez, una muestra para nuestra observación y estudio de la misma», señala Samuel Toro en esta columna. «Es importante no confundir los símbolos de algo con los paradigmas mutables».


Los procesos globales de crisis de la representación generan, a la vez, crisis de paradigmas. Uno de los muchos problemas, erróneos según mi opinión, es identificar símbolos, representados por objetos, con la deslegitimación de uno o más paradigmas.

El incendio del pasado 15 de abril de la catedral de Notre Dame en París es un ejemplo de lo que menciono al comienzo. Desde la misma tarde (tarde en París) en que se inició el incendio, y apenas se supo la noticia, la viralización de memes “celebrando” la posible destrucción de la catedral fue gigantesca. ¿Cuáles son los motivos para “alegrarse” de algo así?

En primera instancia, o como primera lectura, podemos poner la creciente crisis de legitimidad de la institución católica, acentuada, los últimos años, por la también creciente denuncias y develamientos de muchos casos de abusos sexuales (mayoritariamente pedófilos), en todo el mundo, por parte de sacerdotes pertenecientes a la institución.

Sin embargo, la crisis de legitimación de este tipo de instituciones milenarias ya venía arrastrándose hace muco tiempo antes con las corrientes a partir de “la muerte de dios” desde posturas filosóficas, luego sociales, para instalarse, en forma gradual, en lo cultural. El hacerse cargo de sí mismo (en tanto individuo) en tanto responsabilidad promulgado por los existencialistas subrayaba las noticias nietzscheanas sobre la muerte de un dios. Pero lo que moría, en realidad, era un tipo de razón, un espíritu de época muy extenso en nuestra historia occidental.

El veloz avance de las tecnologías de información y comunicación fueron mostrando prácticas ocultas por parte de los administradores de la mencionada institución. La velocidad de la tecnología fue a la par con la velocidad de la multiplicidad de casos de abusos sexuales (y también económicos). El apogeo de la modernidad debió arrastrar la angustiante existencia donde todo dependía de nosotros mismos; no se podía esperar respuesta de una no existencia: estábamos solos.

Lo último, sumado a la exposición pública de prácticas moralmente cuestionables por parte de los sacerdotes, fue generando hijos cada vez menos creyentes y cada vez más molestos con una de las instituciones más poderosas del mundo durante miles de años. De pronto se incendia uno de los íconos históricos de esta institución y comienza la celebración viral. El problema de esto es que no se entiende la diferencia entre los signos (en este caso de época) y la representación paradigmática de estos.

Si bien no son separables, si lo son en términos del conocimiento como baluarte de lo que nos constituye como estudio de lo que, guste o no (sobre todo a las corrientes mas radicalmente decolonialistas), somos hoy. En el período del apogeo de la Biblioteca de Alejandría existieron injusticias sociales con respecto a quienes ostentaban el conocimiento y el resto de la población, y debido a esa evidente ignorancia por parte de la mayoría de esa población es que hoy no conocemos muchísima información, creación artística y conocimientos que se quemaron para “siempre”. Es un mundo que desconocemos.

Gran parte de la historia del arte estuvo supeditada a los encargos religiosos, la arquitectura también. Si solo miramos retroactivamente esos procesos, veremos un período oscuro que en realidad queremos ver en el presente con el cambio de paradigma. Pondré un ejemplo: nadie celebraba, mientras se quemaba parte de la catedral, el hecho de que se pudieran quemar frescos, pinturas y esculturas de la época invaluables.

Esto sucede porque si se les dice que dentro de la catedral se encuentra La Gioconda de da Vinci, muchas personas esperarían que esa obra no alcance a quemarse. Pero esto último sucede solo por un mecanismo social irreflexivo y perpetuador de las ideas y pensamientos diseñados para creer que es lo valorable y lo descartable en la producción de subjetividad en el mundo. Es más, puede ser que ni siquiera haya una detención en reparar sobre aquello. En este caso solo sería turba digital, tan peligrosa como la turba física de masas.

Si bien los objetos de una época son representativos de ella, de su espíritu, estos constituyen, a la vez, una muestra para nuestra observación y estudio de la misma. Es importante no confundir los símbolos de algo con los paradigmas mutables.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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