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Dramaturgo Guillermo Calderón: «El impacto cultural de la crisis ha convertido el centro en una galería de arte» CULTURA Crédito: Eugenia Paz

Dramaturgo Guillermo Calderón: «El impacto cultural de la crisis ha convertido el centro en una galería de arte»

Hace dos años, casi de forma profética, el dramaturgo de teatro político manifestaba en este medio que «la rabia tiene una fuerza movilizadora». La crisis social que explotó en el país el 18 de octubre acaba de darle la razón con creces al guionista de cintas como «Violeta se fue a los cielos», «El club» y «Neruda».


El dramaturgo y guionista Guillermo Calderón (Santiago, 1971) ha vivido en primera línea la crisis social. Vive al lado de la Plaza Italia junto a su pareja, la actriz Francisca Lewin, y la guagua de ambos.

«Se vive súper intensamente, porque hay mucha bomba lacrimógena y se escucha permanentemente el ruido de la protesta», comenta el autor, cuya obra Dragón se repondrá en enero en el festival Stgo a Mil.

Mientras tanto, él se turna con su mujer para ir a las marchas, revive los temores de la dictadura militar, se maravilla con la explosión cultural que ha acompañado el movimiento y se pregunta «cómo hacer obras en medio de tanto trauma, tanta emoción».

Los actores de Dragón. Crédito: Eugenia Paz.

La crisis social que explotó en el país el 18 de octubre acaba de darle la razón con creces al guionista de cintas como Violeta se fue a los cielos, El club y Neruda.

Hace dos años, casi de forma profética, este adalid del teatro político por excelencia manifestaba en este medio que «la rabia tiene una fuerza movilizadora».

El fuego además es un elemento clave de su último trabajo cinematográfico, Ema, que debutó poco antes del estallido, y que escribió junto Alejandro Moreno y el director Pablo Larraín.

Esa película, curiosamente, empezaba con un semáforo incendiado (la protagonista también quemaba un busto de Arturo Prat y un parque de diversiones) y está centrada en la juventud actual a ritmo reggaetón.

«Es interesante, porque Pablo Larraín estaba muy interesado en buscar una expresión de rabia para Ema, que no solo fuera pura, cruda, sino también un acto estético. Ella, que es una bailarina, expresa su rabia, su angustia, su no tener espacio en el mundo, a partir de hacer una obra de arte, pero destructiva, en un acto vacío, nihilista», recuerda.

Para Calderón, en la presente crisis, la generación sub-30 ha encontrado una forma de expresarse políticamente, luego de los fracasos de la Revolución Pingüina de 2006 y la Estudiantil de 2011.

Incredulidad

Vivir la crisis a pocos metros del epicentro sin duda ha sido difícil. Los primeros días fueron de «incredulidad».

«El primer día salí a la calle y habían cortado el Metro. Miles de personas bajaban por Providencia hacia Plaza Italia, que venían del trabajo. Fue una señal de que venía algo distinto para el país, como que el tiempo se detuvo, como cuando hay un terremoto», recuerda.

Luego llegaron los días de toque de queda, con un helicóptero volando bajo incluido, con «una sensación permanente de ser atacado».

Esa circunstancia de restricción de circulación además afectó una actividad nocturna por excelencia, como es el teatro, a lo que se sumó el ataque a bala por un carabinero que sufrió la actriz María Paz Grandjean el viernes 18 de octubre, tras la cancelación de la obra La pérgola de las flores en el centro cultural GAM.

«Esa es una obra súper importante, con un elenco grande, que junta a muchos amigos, entonces estábamos súper pendientes y con ganas de ir a verla», recuerda Calderón.

Terror

El dramaturgo se enteró casi de inmediato del ataque y le causó mucho terror, en medio de la confusión. «Además el simbolismo era muy fuerte: La pérgola de la flores, que es una obra de Isidora Aguirre, con un contenido político, y salir a la calle y encontrarse con un balazo… estuvimos todos en una especie de vigilia telefónica… todo lo que llegaba era confuso y recién unos días después supimos que estaba en su casa y que estaba mejor».

A los perjuicios económicos se sumó que la nueva contingencia afectó el estreno de muchas obras en sí mismas.

«Además muchos colegas se preguntaban cómo hacer teatro ahora, y decían ‘no sabemos qué decir, lo que hacemos ni siquiera está a la altura de esta crisis, y además la gente no tiene ningún interés de ir a encerrarse a un teatro'».

Por otro lado, para Calderón la crisis social muestra la vigencia de obras en cartelera que hablan de lo que está pasando, como la propia Pérgola de las flores, La muerte accidental de un anarquista o La apariencia de la burguesía.

En sus palabras, estas incluso logran generar un diálogo con el público después de la función y transforman a los teatros en «foros de desahogo y reflexión, para compartir y apoyarse. Es interesante porque no solo importa lo que sucede durante la obra, sino también lo que pasa después».

En ese sentido, Calderón celebra la explosión cultural que ha habido con la crisis, no solo en los muros de la ciudad, sino también con todas las actividades que se están generando en torno a ella.

En el centro se ha creado una verdadera «galería de arte», con gente «muy profesional», en distintos formatos y estilos.

«Cada vez que puedo, camino, y además va cambiando. Como experiencia artística, recomiendo verlo con calma. Ha sido el gran descubrimiento cultural de todo esto», asegura.

Recuerdos de Pinochet

Calderón tiene recuerdos de la dictadura, pero, aunque esta vez también había soldados en las calles, lo vivió como algo distinto.

«En aquel tiempo las protestas eran más chicas, más rápidas, más apuradas, más ansiosas, más angustiadas. Además estaba el fantasma de la CNI, que toma a la gente o que dispara», comenta, aunque admite que en las últimas semanas se han vuelto recurrentes los videos sobre las acciones de agentes de civil, como el de los agentes de la DINE disparando en el Paseo Bulnes.

«Esa imagen sí me llevó altiro al pasado», dice. «Ahí volví a 1986, vi las mismas caras de civil, con los fusiles… Y me dije: bueno, esto nunca terminó, como que hay una continuidad muy fácil entre lo uno y lo otro». Y aunque hay «más libertad para protestar, la crueldad de la represión sigue siendo similar».

Por otro lado, «la gente que es más chica, que está en la calle todo el día, tiene menos miedo» que los que vivieron la dictadura, y un ejemplo fueron aquellas y aquellos estudiantes que comenzaron saltando los torniquetes del Metro.

Obra política

Los sucesos de los últimos días además están estrechamente vinculados con la obra del propio Calderón, que siempre decantó por un teatro eminentemente político, como la obra Mateluna, sobre un exfrentista encarcelado tras ser acusado de participar en el asalto a un banco, o la cinta No, basada en el plebiscito de 1988.

«Yo siempre he estado con estos temas, como la memoria, tratando de actualizarlos también», elaborando conceptos como el trauma y la revisión de la historia.

Durante su trabajo, recuerda ahora, muchas veces escuchó la crítica, incluso de artistas más jóvenes, que le preguntaban «hasta cuándo iba a seguir hablando de la dictadura, ‘si eso ya pasó y por qué no buscar otros temas'».

Sin embargo, para Calderón la problemática radica en que estos traumas siguen vigentes porque incluso se pasan de padres a hijos.

«Además la forma de vivir era muy sin horizonte, muy sometida», que se conjugaba «con una cierta nostalgia por la rebelión», lo que daba pie a la preocupación sobre los temas de la dictadura, incluso entre las generaciones más jóvenes que no experimentaron el gobierno del general Augusto Pinochet.

«Entonces, cuando pasa esto, es como que uno dice: sí, en realidad sí había razones para preocuparse. Todas esas obras, esas películas de las que se decía estaban ‘pegadas’ con la dictadura, en realidad tenían razón, porque la dictadura no se había ido de la conciencia ni del arte, y eso era por algo».

Expectativas

Frente al futuro, Calderón tiene sus expectativas puestas en una nueva Constitución, que el Gobierno finalmente tuvo que aceptar –plebiscito incluido– tras casi un mes de movilizaciones.

«Eso significa que este movimiento, que partió sin forma, ya tiene sus objetivos un poco más claros», elogia.

Por otro lado, lo entristece la cantidad de víctimas y la crueldad que ha exhibido el Estado.

«Me imagino que el deber de ellos es aferrarse al poder y conservar lo que han ganado, porque plantear Asamblea Constituyente significa claramente que se acaban los negocios de la minería y el agua, como los conocemos hasta ahora, al igual que los negocios de la salud, de las pensiones. Hay tanto por perder de la gente que ha tenido el poder todo este tiempo, que cuesta imaginar que permitan que la historia les pase por arriba, y uno intuye que viene más odio y angustia», dice.

En medio de este proceso, ¿cuál es el papel del artista?

Por un lado, juntar a la gente, como lo han hecho los músicos, responde, en las parques, plazas y cabildos, mientras los artistas gráficos ilustran las paredes o muchos escritores –un oficio solitario, de por sí– se están juntando para tantear cómo avanzar.

«Muchos colegas han dejado todo y andan todo el día en la calle. A mí me ha costado más porque tengo una guagua muy chica, pero para muchos no es el momento de cumplir un rol como trabajador de la cultura, sino de sumergirse en esto, vivirlo y pensarlo. Ya vendrá el momento en que podamos decir algo».

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