Publicidad
Guillermo Calderón y su teatro político: “La rabia tiene una fuerza movilizadora” El autor además presenta su obra Beben en el Ciclo Teatro Hoy de Teatro a Mil

Guillermo Calderón y su teatro político: “La rabia tiene una fuerza movilizadora”

El destacado director y dramaturgo chileno, el más celebrado autor teatral en el extranjero, se encuentra presentando esta semana su obra “Mateluna” en el Teatro Nacional, donde reivindica el carácter “urgente y desesperado” del montaje para conseguir la libertad de Jorge Mateluna, condenado por un asalto cuyas pruebas, dice, han sido manipuladas. “Nuestro gesto panfletario al final se transforma en una especie de puente cultural”, afirma.


Antes de cada estreno del director y dramaturgo Guillermo Calderón, la definición de “teatro político” aparece debajo de cada piedra para explicar la naturaleza de su trabajo. No está ajeno a la realidad, pero con “Mateluna”, presentada en enero durante el Festival Santiago a Mil, el concepto se puso en crisis o fue tensionado por el contexto que lo define.

Jorge Mateluna es un ex miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) que en 2013 fue detenido y condenado a 16 años de cárcel por haber participado supuestamente en el asalto a una sucursal bancaria en Pudahuel. Había apoyado creativamente al anterior montaje de Calderón, “Escuela” (2013), y cuando Calderón supo que había sido condenado con pruebas aparentemente falsas, sintió la necesidad de realizar en una especie de secuela el proceso que llevó a Mateluna a la cárcel. “Hicimos solamente cinco funciones pero fue súper bueno”, cuenta sobre el estreno de enero. “La obra se inserta en un movimiento político que empezó antes, con familiares y amigos de Jorge, con protestas callejeras y campañas de comunicación, y nosotros le dimos amplificación en los medios y proyección internacional. Eso despertó interés en mucha gente, incluso interés político, de abogados que quieren conocer el caso y gente que quiere conocer a Jorge”, cuenta.

Por ello, que la obra inicie hoy una breve temporada en el Teatro Antonio Varas (Teatro Nacional) adquiere sentido ya que la campaña para liberar a Mateluna continúa y en ella el teatro tiene el rol de comenzar una reflexión y dar a conocer esta situación pero por sobre todo tiene una utilidad concreta: liberar a Jorge Mateluna. Por eso Calderón apunta más allá de las clasificaciones habituales y el concepto de “teatro político” se hace insuficiente.

“Me gusta decir que “Mateluna” es teatro panfletario porque es un teatro válido, uno que no tiene tiempo, es un llamado desesperado a la acción y no tiene miedo de presentar con simpleza y muy directamente lo que necesita y requiere el público”, explica.

Asumido como género menor o derechamente menospreciado, el rótulo de “teatro panfletario” funciona para el autor de “Villa+Discurso” como una operación de reivindicación artística y a la vez como la única salida ante la situación de Mateluna.

-Se habla mucho de tu obra como teatro político pero no como panfletario.

-Hay una convención cultural de que el teatro panfletario es deleznable, como que está cerca de la pornografía. El teatro panfletario siempre ha existido en Chile, todavía existe pero fuera del circuito intelectual y cultural. Existe en la parroquia o en el grupo campesino, donde se puede terminar con el slogan “la tierra es para el que la trabaja” y el puño en alto. O diciendo: “fuera los pacos de la población” o “libertad a Jorge Mateluna”. En ese sentido para mí era súper importante crear un gesto panfletario porque me encanta ese teatro. Y que la obra tuviera un gesto que redefiniera el concepto de panfletarismo y que lo redimiera, porque además es necesario en este contexto.

Calderón dice que creció viendo este tipo de teatro en la calle, cuando niño. El teatro que impulsó a Andrés Pérez en sus comienzos y que alimentó creativamente la obra de Isidora Aguirre. Esa tradición del teatro popular chileno “que me gusta honrar”, como define. Y que además le permitió conectarse con una fuerza política que no había descubierto antes. Eso está –cuenta- en el final de la obra, en un momento de violencia e indignación que refleja el proceso doloroso, indignante y desesperanzador que le ha significado al equipo la situación de Jorge Mateluna. “La rabia tiene una fuerza movilizadora”, define.

“Siempre generamos reflexión, aunque a veces vemos que nuestro teatro no es tan efectivo. Levantamos preguntas, hacemos comunidad, queremos que el teatro sea generador de cambios y eso rara vez pasa. Y bueno, esta es la primera vez que algo ocurre, esta vez sí creemos que podemos generar un cambio real, que es la liberación de Jorge, algo que es parte de un movimiento más amplio y no ocurre solo en las cuatro paredes del teatro”.

Durante las funciones de enero, a la obra asistieron políticos como el diputado Giorgio Jackson, quien le contó a Calderón que está preparando un proyecto para defender a jóvenes de poblaciones que han sido acusados de delitos y a quienes les aumentan la cantidad de drogas en sus pertenencias como medio de inculpación. También la vieron programadores internacionales, quienes le aconsejaron que cuando la presenten en ciertos países deben aclarar muy bien que el testimonio que muestra la obra (y que demostraría la inocencia de Mateluna) es verdad, porque “es tan inverosímil que van a pensar que es mentira. En cualquier parte del mundo con una prueba así anulan el juicio, y que en Chile no ocurra es muy extraño. Si la mostramos en otros países de Latinoamérica es pan de cada día, pero en Europa es extraño”, cuenta.

-Es interesante ver como esa finalidad del teatro panfletario puede cambiar la idea de que el teatro político es inútil, tal como lo afirmó el director alemán Thomas Ostermeier cuando vino a Santiago a Mil.

-Esa es una postura muy común que comparte toda la gente que hace teatro político. Si nosotros hubiéramos hecho una obra sobre que es necesario cambiar la educación y luego efectivamente ocurren cambios que mejoran la educación, hay leyes nuevas y empieza la reforma educacional, ¿hasta qué punto uno puede decir que esa obra no participó del proceso, del movimiento y la discusión? Quizás desde un rincón, pero participó finalmente. Por ello yo no desmerecería totalmente el rol del teatro político. Muchas veces el teatro político convoca a público que ya está convencido y si hago una obra para los convencidos no necesariamente estoy haciendo una gran transformación, pero ellos necesitan construir comunidad y ver sus opiniones confirmadas. Eso es un espacio mínimo pero que este público necesita, porque es gente que vive alienada y atomizada por los medios de comunicación. Así, que se hable crudamente como hablamos en la intimidad, genera un espacio único y que ningún otro arte llena. Es por el sentido de comunidad. Podemos leer el mismo libro, pero seguir una obra y lo que plantea es algo único.

-Esa finalidad de llegar al público “convencido” entra en conflicto con la urgencia del teatro político.

-La posibilidad de hacer un cambio real es una trampa porque podemos terminar abrazados en la calle, felices de haber realizado un cambio social gracias al teatro y si eso pasa hay que mandarle un mail a Ostermeier diciéndole que estaba equivocado. O podemos terminar diciendo que no servía para nada porque los movimientos políticos y sociales y el teatro político nunca sirven para nada, pero se supone que existe un optimismo e idealismo y un movimiento hacia adelante para presentar los problemas y poner en primer plano los problemas de la justicia, luchar por la libertad y la inocencia de ciertas personas. Y aunque no tengas resultados concretos eso se va a acumular y van a decir con los años, décadas y siglos, ¿sabes qué? la esclavitud ya no existe. O ¿las mujeres tienen que votar, no? Si, tienen que votar. O ¿es mejor que todos voten en las elecciones? Sí, es mejor que estar en Dictadura.

-Siguiendo esa idea, ¿qué significado le atribuyes al hecho de estar presentando “Escuela” y “Mateluna” en el Teatro Nacional?

-Es muy importante que se estén presentando al frente del Palacio de La Moneda. Si tú vas al baño de hombres y miras por la ventana, puedes ver La Moneda. Eso crea una energía muy especial porque sientes que el teatro está al centro de la discusión nacional. Ahora, te aseguro que la gente que está apoyando a Jorge Mateluna va a ir a pararse afuera del teatro -o sea al frente del palacio- y por el solo hecho de estar ahí con el pañuelo del FPMR es un gesto potente. Y para nosotros, que la obra continúe en la calle en una protesta, es lo más metaperformativo que puede haber, tiene una fuerza increíble y ahí está la verdadera obra. Nuestro gesto panfletario al final se transforma en una especie de puente cultural. Y no sólo es un problema de gusto sino que de clase, porque desde nuestra clase intelectual burguesa, desde nuestros ideales y educación, tenemos la capacidad de juzgar al teatro no educado, al teatro popular. Ese quiebre me interesa explicitarlo.

“Beben” o la nueva moralidad

Junto a las presentaciones de “Escuela” (la semana pasada) y “Mateluna” (hasta el 29 de abril), Calderón también estrenará su obra “Beben” en el ciclo Teatro Hoy (20 y 30 de junio y 1-9 de julio, en Teatro Duoc UC). Será la primera vez que se exhiba el montaje en el país luego de su estreno de 2012 en Dusseldorf, Alemania, y será dirigida por Antonia Mendía.

“La escribí para Alemania, es un tema muy alemán, en ese idioma, con actores alemanes. Y ahora llegó esta directora, que salió hace poco de la escuela y me dijo: “me gusta este texto pero nunca he dirigido”. En general soy celoso con mi trabajo y me gusta dirigirlo yo, pero le dije: “ok, hazla”. Fui a una función de preestreno y la encontré preciosa”, cuenta.

El montaje se basa en el texto de Heinrich Von Kleist, “El terremoto en Chile”, publicado en 1808 y que cuenta una historia de amor durante la destrucción originada por el terremoto de Santiago de 1647. “Es un texto muy complejo, tiene un problema teórico porque es una crítica al catolicismo desde la mirada del protestantismo alemán, donde juzgan que son capaces de cosas atroces en nombre del cristianismo pero lo hacen desde el colonialismo, describiendo a ese salvaje del tercer mundo”.

Calderón se inspiró en el 27F pero su punto de partida fue el terremoto de Haití de enero de 2010, donde ciertas opiniones en EE.UU. culparon al propio pueblo haitiano de la catástrofe. “Ellos (los haitianos) tienen una visión complicada con la religión porque hay una contaminación con elementos africanos, paganos, una cosa sincrética. Y salieron voces diciendo, “se lo merecieron porque ellos no son un pueblo cristiano”. Nosotros hicimos una instalación afuera del teatro con un video en que salía el pastor evangélico Pat Robertson diciendo: “¿Por qué Dios permite esta matanza? Porque ellos nunca han abrazado el cristianismo de verdad”, cuenta.

Esa reflexión la combinó con las consecuencias del 27F y en especial los saqueos que ocurrieron luego de la catástrofe. Esa nueva moralidad que emerge desde la destrucción. “¿Por qué Dios manda la catástrofe, porque me porté mal o porque Dios es malo?”, se pregunta Calderón. Pero por el tsunami es difícil afirmar que es culpa de Dios, entonces la explicación puede ser que el hombre es el culpable. “Y eso hace que aparezca el problema teológico en que Dios empieza a morir y muere con ello esa moralidad. Entonces me robo una lavadora y aparece una nueva moralidad”, reflexiona.

Medios de comunicación e ideología

Desde su residencia en Nueva York, Guillermo Calderón ha sido un testigo de primera fuente del violento cambio socio-político que ha significado la ascensión al poder de Donald Trump en EEUU. En su lugar de inmigrante, ha sentido el miedo y la desconfianza y por sobre todo la sensación de catástrofe que impregna a los sectores progresistas de la sociedad estadounidense.

“Lo defino como una sensación de tristeza que no se va. La gente está muy activa políticamente pero la emoción dominante más que la rabia es la tristeza. Es como la muerte del progresismo, pero no como movimiento político sino en el sentido de que las sociedades avanzan y mejoran, que se construyen sobre sí mismas y aprenden de sus errores, entonces que se haya producido un retroceso tan grande es muy estremecedor”, resume.

Puede ser paradójico que esta sensación ha ocurrido en momentos en que la carrera internacional de Calderón se disparó definitivamente. Ya estrenó las obras “Summer” (en el Public Theatre), y en estos días presenta “Kiss” (sobre el conflicto sirio) en Canadá y EEUU y “Goldrausch” en EEUU, luego de su estreno en Suiza. Mientras que para octubre está contemplado el estreno de “B” en el Royal Court Theatre de Londres, producto de una residencia como dramaturgo.

[cita tipo= «destaque»]Hay una convención cultural de que el teatro panfletario es deleznable, como que está cerca de la pornografía. El teatro panfletario siempre ha existido en Chile, todavía existe pero fuera del circuito intelectual y cultural. Existe en la parroquia o en el grupo campesino, donde se puede terminar con el slogan “la tierra es para el que la trabaja” y el puño en alto. O diciendo: “fuera los pacos de la población” o “libertad a Jorge Mateluna”. En ese sentido para mí era súper importante crear un gesto panfletario porque me encanta ese teatro. Y que la obra tuviera un gesto que redefiniera el concepto de panfletarismo y que lo redimiera, porque además es necesario en este contexto. [/cita]

-Desde el arte puede verse tu situación de inmigrante como más protegida.

-Como inmigrante lo primero que te queda claro es que más de la mitad de la población no quiere que estés ahí. Entonces uno empieza a negociar su existencia en ese país, esa es la primera reacción. La segunda es que existe un peligro real. Obama echó como a 2,5 millones de inmigrantes indocumentados. Y ya antes de asumir Trump la policía estaba desatada en contra de la población negra. Y yo califico como persona de color, en el sentido de que no soy anglosajón. Entonces estoy expuesto a no ser tratado en igualdad de derechos ante la ley y la policía.

-Desde ese contexto, ¿cómo ves Chile a la distancia?

-Cada día me levanto y digo: “Chile, Chile, Chile” y no dejo de pensar en el país y en los años del golpe militar, en ese idealismo de que “esto no va a pasar acá”, que tenemos instituciones armadas respetuosas y republicanas, que hay democracia, en la idea de que esto no puede pasar acá y finalmente pasó. Es el despertar de un sueño, es una catástrofe inmensa, inimaginable y enorme, y todos los días existe una confirmación de lo catastrófico que es.

Esa especie de “crisis epocal” surgida con el advenimiento de Trump, le ha abierto los ojos al director respecto a un tema clave de estos tiempos: la influencia de los medios de comunicación en la manipulación ideológica. Explica Calderón: “En EE.UU. los republicanos reconocen que son tramposos. Dicen “queremos que la gente no vote, queremos inflar el presupuesto de defensa porque tenemos nuestros intereses ahí”, y la cadena Fox da cuatro mentiras por segundo. Hace un año atrás decía que los medios no influían en las decisiones de las personas. Pero hoy digo sí”, explica.

-En Chile ya es lugar común decir que los medios manipulan. ¿Cómo ves esa situación acá?

-Yo decía que los medios no manipulaban, y ahora con Trump me di vuelta la chaqueta y el paraguas, todo. No, esto es control mental y dominación ideológica a través de los medios de comunicación. No puede ser que la gente vote contra sus propios intereses. Y en Chile sin duda son los medios de comunicación. El solo hecho de cómo describen a (Michelle) Bachelet, cómo describen a (Sebastián) Piñera, cómo cuentan la historia. Son incapaces de llamar corrupción a la manera en que se vendieron las empresas del Estado. Los medios han hecho un gran esfuerzo en contra de las reformas de Bachelet y es el programa más radical que he visto en mi vida. Las reformas previsionales, la ley electoral, los cambios tributarios, la reforma en la educación, las AFP, todas ellas son revolucionarias. Y después de una revolución viene la contrarrevolución. Y el arma principal de la contrarrevolución han sido los medios de comunicación. Y esto lo han enfatizado desde el primero gobierno de Bachelet: que es ineficiente, que es una forma de decir que es mujer y por eso no sabe gobernar. Que las reformas van a destruir al país y que además son corruptos. Son tres mentiras que han sabido establecer y eso ha detenido las reformas.

-¿La finalidad sería influir en la próxima elección presidencial?

No creo que necesariamente los medios se estén movilizando a favor de Piñera, sino que es la lucha sistemática desde el primer día en contra de las reformas. Eso del gobierno inoperante para mí es un gran mito.

Publicidad

Tendencias