Desde el 14 de marzo al 8 de abril se presenta la exposición “Tiempo de Vals”, de la fotógrafa Carla Yovane. Un trabajo documental que pone en evidencia la realidad de los prostitutos de la Plaza de Armas de Santiago y los encuentros con sus clientes, una reflexión en torno a la vulnerabilidad del género masculino en un mundo furtivo y reservado.
Encuentros sexuales programados y pagados entre hombres que por distintas razones tuvieron que acudir a la prostitución, conforman un difuso entramado que se esconde en los edificios aledaños a la Plaza de Armas de Santiago. Eso retrata Carla Yovane en la serie de 13 imágenes “Tiempo de Vals”, que fueron captadas en las habitaciones de moteles antes y después de que los retratados tuvieran relaciones sexuales.
“Principalmente mi enfoque e interés estaba en retratar sus estados emocionales y lo que les estaba pasando en el momento. Teniendo siempre en cuenta que en general el uso de la cámara implica una agresión, ya que existe una apropiación de las imágenes y fotografías capturadas”, expresó Carla Yovane.
Desde 2017 la fotógrafa se ha sumergido en la prostitución en Plaza de Armas para registrar la realidad de ese mundo, que en este caso saca a relucir un ambiente masculino que se mantiene como un secreto a voces entre los vecinos del sector.
“Al investigar sobre el tema de prostitución en fotografía en general me encontré con trabajos realizados de noche y enfocados en mujeres prostitutas, entonces quise trabajarlo de día y sin flash”, añadió.
La imágenes descubren rastros de la condición humana y sus sentimientos intangibles, ofreciendo un enfoque reflexivo sobre estas personas desatendidas por la sociedad.
“Los protagonistas son trabajadores sexuales que se reúnen en la Plaza de Armas, hombres que pasan muy desapercibidos y clientes que frecuentan o trabajan cerca del sector. Entre los clientes, había un vendedor ambulante, un cajero de supermercado, un guardia de estacionamiento y un oficinista”, expresó.
Carla Yavone es psicóloga y fotógrafa documentalista. Su trabajo ha sido reconocido con premios como el primer lugar en el visionado de portafolios del Festival de Fotografía de Valparaíso 2018, el primer lugar en Fotoprensa 2019, y además ha sido invitada a profundizar su trabajo en el taller de storytelling con Emin Ozmen, en la Agencia Magnum de París.
Además, asistió al encuentro Womenphotograph en Quito y el Eddie Adams Workshop de Nueva York, entre otros. Ha participado en varias exposiciones fotográficas internacionales, donde se destacan “Girl Gang Exhibition”, “¿A qué distancia miramos la diferencia” del MAC de Santiago, y recientemente esta misma exposición en FIFV 2019.
Hace tres años empezó a fotografiar a trabajadoras sexuales colombianas y dominicanas que trabajaban en Plaza de Armas y sus alrededores.
“Retratándolas a ellas me di cuenta que no había nada nuevo ahí, nada que no hubiese visto antes, ya que el retrato de la prostitución femenina es transversal y extensivo a todo el mundo fotográfico, lo que me hizo reflexionar acerca de la poca documentación que hay y lo poco que sabemos sobre el mundo de la prostitución masculina y sus clientes”, comentó.
Es por eso que les preguntó si conocían trabajadores sexuales hombres y una mujer dominicana le presentó a Andrés, un valdiviano de 33 años, conocido como «Homosensual», se acercó a él y le dijo que quería retratar su mundo.
“Andrés fue quien comenzó a presentarme a su entorno y a otros trabajadores sexuales de la Plaza de Armas. Estuve días enteros sentada en una banca conociéndolos, hablándoles, compartiendo y sacándoles el rollo. Cuando sentí que tenía confianza con Andrés, le pregunté si podía hacerle fotos en su lugar de trabajo, en un motel”, explicó.
El primer encuentro que tuvieron estaban los dos solos, y fue ahí donde le preguntó si conocía a clientes que estuvieran dispuestos a ser retratados. Al pasar de los días empezó a correr la voz sobre su proyecto y aparecieron otros prostitutos y algunos clientes. Sin embargo, la cámara tardó en entrar.
“Tomó tiempo y dedicación generar una relación de confianza, a veces almorzábamos o nos tomábamos algo. Siempre he creído que todos tenemos algo que contar y ellos se sorprendían que alguien se interesara por su historia de vida, eso nos conectó y permitió que todo empezara a fluir. Ayudó también haber sido honesta respecto al proyecto y de quién era yo. Conversamos mucho sobre nuestras vivencias. A mí me interesaba conocer su historia, saber y entender qué es lo que lleva a una persona a prostituirse. La cámara fotográfica vino mucho tiempo después”, expresó.
La fotógrafa indicó que sus estudios de psicología le entregaron herramientas para poder formar lazos y entrar en el mundo de la prostitución.
En su trabajo solamente hay fotografías de antes y después del acto sexual, no hay ninguna imagen que sea mientras los hombres tenían relaciones sexuales, porque Carla Yovane encontró que no era necesario.
“Decidí omitirlo principalmente porque no me interesaba esa parte y porque también ya está realizado y podemos verlo en otros trabajos de fotografía. Además, hoy en día cualquier persona a través de internet puede encontrar todo tipo de material audiovisual o imágenes enfocadas en eso. Yo quería meterme en ellos y retratar su estado emocional y lo que les estaba pasando en el momento”, explicó la fotógrafa.
Con lo que también agregó, “en este trabajo quería meterme en la cabeza del individuo y explorar desde la condición humana y desde los aspectos psicológicos; transmitir y capturar sus emociones y sentimientos, explorar las diversas aristas que ocurren en la intimidad y en la soledad en relación con el cuerpo”.
Según relata la documentalista, en la atmósfera previa al coito hay una sensación “de vértigo y riesgo».
«Poscoito, en general pasaban dos cosas muy contradictorias. Por un lado, después de la ansiedad por mi parte de hacer la foto y por su parte de ser fotografiados, había una atmósfera cálida y contemplativa, de serenidad. Ellos estaban ya más relajados, lo habían pasado bien y se les olvidaba la cámara, estaban listos para seguir con su día. Por otro lado, podría decir que la atmósfera era de una tristeza vaga, profunda y vacía. Hay una melancolía en la mirada de los personajes o en la forma en que yo los estaba mirando. Una fotografía siempre cambia según el contexto desde cual se observa”, manifestó.
Al preguntarle a la documentalista sobre la posición que tomó en el proyecto, mencionó: “Para mí la fotografía es un viaje y a veces una exploración, es la capacidad de volver a asombrarse. Intento siempre recordar, al momento de fotografiar, mantener la integridad y el corazón abierto, creo que eso me permite conectar con las personas y sus historias de manera más íntima”.
Finalmente, agregó respecto al lugar que ocupaba como fotógrafa mujer en un mundo masculino: “Todas las personas tenemos nuestra mirada particular que dependen de nuestras propias vivencias y desde dónde nos paramos y miramos el mundo. Claramente las identidades y experiencias de las personas impactan en la forma en que se hace la fotografía y por lo tanto de cómo se entienden las historias. Muchas veces el ser mujer te permite entrar a mundos secretos y, con ello, que te confíen temas delicados. Sin embargo, también nos enfrentamos a ciertas desventajas, como luchar para ser tomadas en serio por una industria dominada por hombres y abordar los estereotipos sobre dónde debemos ir y qué temas debemos cubrir. A veces incluso entrando en situaciones peligrosas e impredecibles».
La exposición se presenta en Espacio O, ubicada en Villavicencio 395, Santiago Centro, tercer piso, desde el 14 de marzo hasta el 8 de abril de 2020.