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Surf, política y metalenguaje en la poética de Víctor López Zumelzu CULTURA|OPINIÓN

Surf, política y metalenguaje en la poética de Víctor López Zumelzu

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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En este texto hay una preocupación por el lenguaje en relación a las palabras y las cosas donde el factor humano es el que les modela una forma de existencia, al mismo tiempo en que las cosas activan la existencia del ser del poeta


La mayoría de los motivos que trata “Los surfistas y otros poemas” se encuentran como germen en el primer texto llamado “Mi querida Mariel”. Éste, de carácter misivo, nos habla de textos que tienen un destino y que a su vez el poeta o quien escribe se encuentra en un lugar otro, distanciado. A su vez, y en la primera frase, nos transmite una idea más que nada política: “Cuando escribo de Chile no pienso en Chile como un país sino que escribo otro sinónimo más de lejanía” (p.5), relacionando al país y todo lo que contiene la palabra Chile como distancia intencionada, como si los habitantes de este país estuviéramos escindidos  por el sólo hecho de ser chilenos, cosa que no deja, ni por mucho, de ser una buena descripción de la naturaleza e idiosincrasia de nuestra forma de ser y estar entre nosotros. 

Un elemento de interés que aparece en este primer texto es el paisaje natural del país con sus playas, mar y desierto en versos como: “Algunas mañanas me despierto con una resaca semejante a una delgada línea de mar en las pestañas. Más allá una muchacha amarra flores amarillas en medio del desierto” (p.5), imágenes que nos acompañarán en el transcurso del libro con sus variantes territoriales que se alternan con el paisaje urbano, como cuando nos habla de “una Venus que reposa desnuda en un estanque de peces pero no precisamente de una Venus sino más bien de una quinceañera de los barrios bajos de Santiago que yace violada y muerta en las riberas del Mapocho” (p.5).

Otro aspecto importante a destacar es la metalingüística que trata López Zumelzu a lo largo del texto y que en este primer poema  tiene lugares relevantes: “escribir es siempre decir lo mismo” (p.5), o “Toda escritura es una especie de caída, leve, despacio, sin tiempo”(p.5), lo que nos habla de un cuestionamiento íntimo en torno a la escritura y lo que significa, no tan sólo para él, sino que para la humanidad, el acto escritural y por correlación el de leer. 

Es así que en el libro uno de los hitos que resulta interesante es el de lo político cuando el poeta nos dice “Estar en un país sin más remedio que esperar” (p.7), cuestión que se traslada al campo de la crítica al modelo mediante una de sus instituciones cuando siente “Ser uno más en la larga fila del banco donde no hay dirección” (p.7), donde el dinero, como fin en sí mismo, es algo sin sentido. En la misma dimensión política de la poética de López Zumelzu es que hay versos y frases que nos dan una visión particular de la misma, en algunos casos enlazada a la naturaleza en clave recadera: “Mariel: acá los días son más cortos, más faltos de luz. No recuerdo vez alguna que nuestros cuerpos no hayan sido bañados por otra cosa más que oscuridad” (p.14).

Por otra parte también nos parece muy interesante consignar aspectos más filosóficos o analíticos por parte del poeta con respecto al ser de sí mismo, de las cosas y del mundo en versos como: “estoy aquí y allá, al vaivén” (p.7), sabiéndose entregado a las oscilaciones de la realidad indiferente al razonamiento humano, o en el poema “Aceitunas”, donde podemos leer que “en una disco en donde yo era el único que no sabía bailar, todos los demás agitaban brazos y piernas como si se ahogaran, aquello me dio pena”(p.10) , poema en que el poeta participa del mundo sintiéndose a su vez excluido o autoexcluido de él, como un observador reflexivo que se acerca por momentos a la filosofía budista: “Soy un lento pasajero de este mundo” (p.33), o “Pensé en un final mejor, pero las cosas no concluyen solo cambian” (p.37). 

Pero sin duda uno de los elementos más importantes es lo relacionado a la preocupación y cuestionamiento del lenguaje, tema que se desenvuelve transversal en este el libro a modo de experimentos ancestrales y modernos: “había que vestir los objetos con palabras para que no se congelaran” (p.6), o “unimos un punto a otro y sacamos nuestras propias conclusiones sobre el lenguaje” (p.17), o como medición de efectos verbales: “¿Podían las arterias y cavidades del corazón ser tan solubles a las palabras?” (p.17), o como inútiles actos volitivos: “Aunque lo quisiéramos voz y yo este cielo por sí mismo no quiere decir nada” (p.21) y otras variantes libres: “¿Acaso las palabras eran de agua como las nubes?” (p.31), o, como en el poema “Utensilios cortantes”: “Ahí están esperándonos sin lenguaje navajas, hojas de afeitar botellas rotas” (p.32), o “Intenté esgrimir una retórica, pero las palabras se extienden siempre hacia un vacío extraño” (p.38), o, como en el poema que le da título al presente volumen llamado “Los surfistas”: “detrás de cada poema hay un surfista con el diente cariado que espera en su tabla la cresta de la ola que un día habrá de quemar la belleza” (p.39). Una preocupación por el lenguaje en relación a las palabras y las cosas donde el factor humano es el que les modela una forma de existencia, al mismo tiempo en que las cosas activan la existencia del ser del poeta: “El sonido del mar podía dejarse a la interpretación. Incluso el grosor oscuro de una línea de grafito o el graznido de un ave podía distraernos y generar un sinfín de trayectorias posibles” (p.12). 

Mención aparte merecen un par de versos que nos hablan del proceso creativo: “Cuánta gente se muere en el mundo para que nosotros podamos servirnos moras frías con crema” (p.13), o “Esta noche lo único que hay sobre el velador es un poema. Voy al baño y pienso en todo lo que fue necesario para que este chorro claro de agua se enhebrara suave, difuso en el muelle erosionado de los dedos y se escribiera finalmente el poema” (p.19). Frases poéticas que en su cotidianeidad nos hacen ver que el poema también es un producto de las circunstancias y contexto en que el poeta vive, reconociéndose en definitivas cuentas como un escritor realista. 

La película “Punto de quiebre” (1991),  protagonizada por Patrick Swayze y Keanu Reeves también nos habla del surf, de una banda de asaltantes que practica el surf, donde la singularidad de su existencia, que puede volverse extrema, nos remite a una vida trashumante, llena de peligros y diversión, de imprevistos y experiencias límite. En relación a esta película, este libro nos muestra el deslizamiento por temas poéticos que vendrían siendo las olas riesgosas que el poeta surca. 

“Los surfistas y otros poemas”, Víctor López Zumelzu, Editorial Aparte, agosto de 2018, 39 páginas. 

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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