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Sally Rooney y su libro «Dónde estás, Mundo Bello»: historias de personas comunes CULTURA|OPINIÓN

Sally Rooney y su libro «Dónde estás, Mundo Bello»: historias de personas comunes

Nicolás Bernales
Por : Nicolás Bernales Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
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Y así, entre pensamiento, preguntas y acción transcurren los días de los personajes de la novela. Entre el trabajo y la diversión, en calles, en pubs, entre placer y obligación, siempre en busca de esquivos significados. Entre deseo, mentira, sexo y frustración; porque así es la vida, porque así es el mundo. El mundo que las arrastra de todas maneras. Tal vez, eso es lo que pretende exponer la autora al detener el tiempo en algunas descripciones, una lucha perdida contra la velocidad.


En «Dónde estás, Mundo Bello», Sally Rooney despliega historias de personas comunes, con una prosa simple pero absorbente. Claro, estoy hablando de una traducción, tal vez realizada contra el tiempo, porque Sally es un fenómeno literario. Esta es su tercera novela en cuatro años y ha sido catalogada como la representante de una generación (la primera gran novelista millennial). Es un fenómeno editorial y éxito de ventas.

Este libro fue promocionado junto a una serie de mercancía agregada; bolsos, sombreros, tarjetas con las ilustraciones de Jon Gray, las mismas que ocupan las portadas y cuelgan sobre carritos eléctricos que reparten café por las calles de Manhattan. Este tipo de acciones, aparte de generarnos un poco de vergüenza, no debiese importarnos y menos predisponernos frente a la obra, lo cual es medianamente imposible.

Además, nos enteramos por medio de entrevistas, que la autora practica una visión de mundo de referencia marxista, a pesar de reconocer la dificultad de transportar esa mirada a la ficción actual. Esto me llevó a pensar que tal vez estas contradicciones son el fiel reflejo de la generación que retrata. Habitan en medio de hipocresía y deseo, de buenas intenciones y mercado, todo revuelto en el tráfago diario.
Alice y Eileen son dos amigas que se acercan vertiginosamente (así nos lo hacen sentir) a los treinta años. Alice es una exitosa escritora (promociones en Roma, entrevistas en Londres) agobiada por el éxito, quien decide retirarse en un pequeño pueblo de Irlanda, luego de una crisis nerviosa. Ahí conoce a Felix, un empleado de bodegas de almacén.

Eileen vive en Dublín, donde trabaja para una publicación literaria, por un sueldo que apenas le alcanza para llegar a fin de mes. Viene saliendo de un quiebre amoroso y comienza a frecuentar a Simon, amigo de la infancia, quien aconseja a un pequeño partido parlamentario de izquierda.

El libro está estructurado de la siguiente forma: Va intercalando capítulos donde una distante tercera persona sigue a las protagonistas en sus vidas diarias, con la correspondencia a través de correos electrónicos entre las amigas.

Valiéndose de estas dos técnicas narrativas, logra introducirnos rápidamente en la vida de ambas mujeres, sus familias, sus cercanos, sus trabajos, y los suficientes indicios del pasado para armarnos una viva imagen de ellas habitando el presente.

Alguno de los capítulos en tercera persona comienza con descripciones detalladas y estáticas, como si el tiempo se detuviese hasta encontrar al personaje en medio de la escena, ahí surge el movimiento. En otras ocasiones, las descripciones saltan de un personaje a otro, en distintos lugares físicos (las bodegas – la cocina) pequeños detalles que generan simultaneidad de acción, acciones mínimas y cotidianas. Los diálogos no están enmarcados de ninguna forma, son partes del cuerpo de texto sin comillas ni guiones. Y por supuesto, la tecnología ocupa un lugar preponderante. El uso de las redes sociales y el celular están presentes en la cotidianidad de los personajes, pero no instalados con algún fin, tan solo como parte de la realidad contemporánea. Lo que lleva al molesto sobreuso del verbo: clicó.

Por otra parte, en el intercambio de correos entre las amigas, nos introducimos en sus pensamientos y opiniones. Sally Rooney no logra crear pensamientos del todo individuales, pareciese que las amigas compartieran un mismo cerebro, pero esto no incomoda sobremanera. El ejercicio al que es sometido el lector resulta atractivo, ir atando las dos formas de narración para generar personajes totales. En esta suma de datos, bien expuestos, comenzamos a visualizar a la escritora que retrata a una generación. El intercambio entre ambas es mordaz y culto, debido a sus ocupaciones, pero también es cambiante, contradictorio y a veces ingenuo. Hay un asomo de duda y una exagerada sensación de fin de tiempo. Hablan de categorías identitarias, de víctimas y victimarios, de sexualidad y la incapacidad de las palabras para poder describir de verdad el deseo. De la novela y su insolvencia frente a la realidad de la mayoría de los seres humanos sobre la tierra. Se preguntan si pervive el instinto por la belleza. Hablan sobre Henry James, Natalia Ginzburg y Audre Lorde, sobre Jesús y Keats y un largo etc., en busca de certezas que comienzan a comprender, se difuminaran en corto tiempo.

«Alice, ¿no te parece que el problema de la novela contemporánea es el mismo, simplemente, que el de la vida contemporánea? Estoy de acuerdo en que resulta vulgar, decadente e incluso epistemológicamente violento invertir energía en las trivialidades del sexo y la amistad cuando la civilización humana se aboca al colapso»

Y así, entre pensamiento, preguntas y acción transcurren los días de los personajes de la novela. Entre el trabajo y la diversión, en calles, en pubs, entre placer y obligación, siempre en busca de esquivos significados. Entre deseo, mentira, sexo y frustración; porque así es la vida, porque así es el mundo. El mundo que las arrastra de todas maneras. Tal vez, eso es lo que pretende exponer la autora al detener el tiempo en algunas descripciones, una lucha perdida contra la velocidad. Y claro, con ese material están construidas las novelas de Sally Rooney. A pesar de sus dilemas existenciales, están habitadas por familias, amigos, amantes, trabajo y dinero. Cada generación ha tenido sus dilemas y amenazas, no hay que retroceder mucho tiempo en Europa, donde la guerra arrasó con el continente y luego durante décadas el fuego atómico podría haber caído del cielo. Amenaza tan bien retratada por Tarkovski en «Sacrificio», el sonido de los aviones que nunca vemos, surcando el firmamento a toda velocidad.

Entonces vuelve a aparecer la contradicción. Realidad y pensamiento no se corresponden del todo. Sus lamentos y deseos, no se corresponden con la vida diaria. Y al vislumbrar aquella certeza, a pesar del desengaño, comienza a brillar una búsqueda, tal vez el verdadero material del que están hechas las novelas. Las protagonistas comienzan a atisbar por debajo de la vulgaridad con que la vida se impone a diario, «una realidad oculta: la presencia en todo momento, en todo lugar, de un mundo bello».

Con eso basta para dejar de preguntarnos por la promoción, los sombreros y el carrito de café. Si es un fenómeno editorial o la representante de una generación. Quizás, como lo expone en la cita de Natalia Ginzburg al comienzo del libro: «Cuando escribo algo, suelo pensar que es muy importante y que soy una gran escritora. Pero hay un rinconcito de mí donde sé muy bien y siempre lo que soy, es decir, una escritora pequeña. Pero no me importa mucho».

Quizás Sally Rooney es solo una novelista lidiando con las dificultades de su ocupación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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