
“No es fácil recordar cómo te arrancan de tus raíces”: autores chilenos publican en libro argentino
“Sapos de otro pozo” reúne los testimonios de hijos del exilio del Cono Sur. Será presentado el próximo 8 de septiembre en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Los escritores chilenos Eduardo Contreras, Tania Ulloa y Thamar Álvarez son parte del libro “Sapos de otro pozo-Cartografía colectiva de las infancias en el exilio” (Ediciones Filosurfer), que será presentado el próximo lunes 8 de septiembre en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.
El texto -que además incluye obras multimediales que se pueden ver a través de un QR- es una recopilación de testimonios de hijos del exilio de distintos países de América Latina, que vivieron sus infancias en el continente o en Europa, Asia y Oceanía.
Las obras que participan fueron seleccionadas a partir de una convocatoria abierta lanzada en el año 2020. La publicación fue impulsada y editada por el colectivo Hijas e Hijos del Exilio de Argentina, junto con el trabajo editorial de Filosurfer y la colaboración de la Universidad Nacional de La Plata en el soporte de obras multimediales.
“Partiendo de la afirmación del exilio como una violación a los derechos humanos, esta publicación colectiva se propone la tarea de visibilizar, a través de lenguajes, estilos y voces diferentes, las maneras en que esta experiencia fracturó, marcó y transformó las vidas de quienes fueron atravesados por esta experiencia. La obra invita a reflexionar dando voz a sus protagonistas”, señala la reseña editorial.
Además de estos autores, el texto incluye otros participantes de origen chileno, como la actriz Tatiana Sandoval, la sicóloga Isabel Burgos y Pilar Rojas, la historiadora Javiera Fernández, la fotógrafa Inti Mena, el músico Alfonso Silva Ramírez, el académico Pablo Policzer y el cineasta Sebastián Kohan.
El libro además cuenta con una introducción de la antropóloga Natalia Montealegre, también de origen chileno.

Ejercicio de memoria
“Para mí fue una grata sorpresa cuando me llegó la invitación a enviar un texto relativo a las vivencias de los niños que salieron al exilio”, comenta Contreras, que participa con el texto “El avión”, a El Mostrador. Él estuvo en el exilio en Cuba y es autor, entre otros, de “Dos gardenias y otros cuentos” (LOM, 2023).
“Revivir esa etapa es un ejercicio de memoria, que puede llegar a resultar ingrato. No es fácil recordar cómo te arrancan de tus raíces. El texto que envié busca reflejar eso. Agradezco a las y los compiladores, hijas e hijos del exilio, por esta oportunidad de poner en palabras algo que desearíamos dejar en el ámbito del ‘Nunca más'”.
En tanto, a Ulloa la invitaron a raíz de su novela negra “Black Out” (Editorial Ceibo, 2014), que transcurre entre Chile y Alemania.
“La persona que creció en el exilio crece en un territorio permanentemente ajeno, muchas veces solitario. La lengua oficial es diversa y la gran mayoría tiene algo roto”, comenta Ulloa, quien vivió el exilio en Dortmund.
“Personalmente desarrollé una habilidad involuntaria de estar en el momento preciso en un lugar exacto para que algo nuevo se presente y se cruce en el camino, ya sea para bien o para mal. De eso escribo y por eso escribo”.
Memoria histórica
Para Álvarez, como hija del exilio chileno, “es una satisfacción ser un aporte a la Memoria Histórica de nuestro continente, y transmitir su enorme importancia a las generaciones más jóvenes”.
Ella, que vivió el exilio en Israel y España, participa con un fragmento de su novela “Retazos singulares de una diáspora” (RIL Editores, 2012).
“Asimismo, agradezco la oportunidad de compartir mi propia experiencia, pues si bien tengo claro que el exilio es un fenómeno violento colectivo e histórico, siempre he defendido que existen tantos exilios como familias y personas exiliadas. Cada una con sus propias experiencias y procesos particulares. Cada una con sus propios arraigos y desarraigos. Y cada una con diferentes grados de daño transgeneracional”, comenta.
“Nadie puede dudar que el exilio es un fenómeno complejo, que además de lo antes dicho, se vive también de manera diferente según la edad a la que da comienzo; creo que es fácil entender que el exilio de un adulto es muy diferente al de un niño. El mío comenzó a los nueve años. Hoy tengo sesenta, y así como el exilio -y el retorno, en su momento- me regaló una vida repartida en tres países -con sus respectivas aventuras y culturas- también me privó para siempre del sentido de ‘patria’. Me regaló una capacidad de adaptación y de socialización poderosas, que me han permitido desenvolverme con éxito a nivel social y profesional, pero también me quitó el sentido de pertenencia e instaló en lo más profundo de mi ser una sensación de solitaria incertidumbre, con la que, finalmente, construí mi propia identidad, mi ‘patria’ personal”.
En sus palabras, Álvarez puede hacerse entender en cuatro idiomas, adaptarse con facilidad a culturas diversas, disfrutar del permanente contacto con su familia y amistades -sin importar cuán lejos estén-, alcanzar sus metas y cumplir con sus responsabilidades, “pero aún no he encontrado el lugar donde me gustaría morir”.
“No sé qué tan relevante pueda ser esto para la mayoría de hijos e hijas del exilio. Como dije al principio, cada uno de nosotros y nosotras es un mundo en sí mismo, insertos en una constelación. Pero sí puedo afirmar que el exilio es una travesía vital que, una vez embarcados, durará hasta nuestro último aliento”, remata.
Avalancha de souvenirs
En las líneas de “Sapos de otro pozo”, personas hoy adultas “comparten una avalancha de souvenirs”, según escribe Montealegre en el prólogo.
Ella nació en Francia durante el exilio de su madre, la militante Adriana Alegría, y de su padre, el poeta y académico chileno Jorge Montealegre.
Son “souvenirs porque son fragmentos que hacen posible volver, retornar a ese arcón imaginario de los recuerdos y probarse todos los disfraces estando bien desnudos”.
En sus palabras, el libro ofrece una “vasta estantería repleta de sensaciones, imágenes, países; recopila y describe fragmentos de distintos periplos que en el encuentro hacen a uno mayor, colectivo. Es una paradojal construcción, como cuando los colibríes recolectan y transforman telas de araña para construir sus refugios, diversos, cálidos, resistentes, elásticos”.
Destrucción familiar
Además, en “Sapos de otros pozo”, las dictaduras -ya sea de Chile, Uruguay o Argentina- aparecen como grandes responsables de la destrucción de las familias, con consecuencias hasta hoy.
La argentina Celia Zavala así lo escribe:
“De esta separación familiar que vivimos hago responsable a la dictadura cívico militar que azotó a nuestro país, dejando consecuencias inmensas que persisten hoy y que lo harán por generaciones. Por ella nos tuvimos que ir del país, por ella quedamos partidos al medio. Por ella hoy mi familia está separada viviendo en dos continentes diferentes, sin poder festejar juntos cumpleaños ni navidades, sin poder acompañarnos en momentos especiales felices o duros, sin que mi hija de ocho años pueda jugar con sus primas, tías y abuela, sin que casi se conozcan. Esta vida partida y dolorosa también es consecuencia de la dictadura cívico militar en nuestro país”.
En ese marco, Montealegre complementa en su prólogo lo siguiente:
“Cada gesto, cada huella, es fruto de una crueldad planificada y ejecutada entre Estados (Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, Paraguay con impulso de Estados Unidos, entre otros) para dañar a sus poblaciones. Sí, para romper las comunidades, las organizaciones, para evitar cambios revolucionarios, para destruir sociedad y eso, necesariamente, supone reventar niños”.
Lectura necesaria
Carmen Muñoz, presidenta de la ONG Hijas e Hijos del Exilio de Chile, saludó la iniciativa.
“Es un hermoso libro, felicito con mucho afecto y admiración a los hijos del exilio de Argentina. Creo que es un libro pertinente, necesario, que viene a visibilizar y poner en presente, la vulneración a los derechos de la infancia, corrompidos por la represión política de Estado de la dictadura cívico militar de Argentina”, comentó.
“En tiempos de negacionismo y ultra derechas, ‘Sapos de otro pozo’ es una lectura necesaria para todas las generaciones, especialmente las más jóvenes. Permite conocer y ampliar la mirada sobre la historia reciente y que es compartida por nosotros en Chile”.
Muñoz recordó que miles de niños del Cono Sur se vieron afectados y violentados por las dictaduras militares de la época, “quienes nos arrebataron el derecho a vivir en el país de nuestros padres, madres, a tener una familia extendida, abuelos, tíos, primos, redes de apoyo y contención”.
“El exilio de nuestros padres, madres nos expuso a vivir situaciones de soledad, abandono, abusos y en muchos casos fuimos apátridas. Nuestros cuidadores, estaban mal por causa de la represión y persecución política, tortura y vejámenes ocasionados por el Estado. Y en esas circunstancias, se vieron forzados a vivir en otros países, buscar trabajo y sostener una familia. En ese contexto, tan vulnerable estábamos las infancias intentando sobrellevar nuestras vidas”, concluyó.
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