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Diputada Viviana Delgado: “La buena cultura no puede pagar los costos de la mala política” CULTURA Crédito: Sebastián Pino

Diputada Viviana Delgado: “La buena cultura no puede pagar los costos de la mala política”

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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La presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara Baja impulsa un proyecto de ley para declarar la cueca como patrimonio inmaterial. En esta entrevista hace una evaluación del tema cultural en el gobierno del Presidente Gabriel Boric.


En el Mes de la Patria uno de los proyectos culturales más esperados podría ver la luz. Se trata del Proyecto de Ley que declara a la cueca chilena como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional.

Pese a su reconocimiento popular como “danza nacional”, la cueca no está formalmente inscrita como PCI (Patrimonio Cultural Inmaterial), por lo que no cuenta con protección activa del Estado.

El proyecto es impulsado por la diputada Viviana Delgado (Partido Liberal), presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile. La iniciativa ya fue aprobada en esa cámara y en este momento se encuentra en el Senado a la espera de la aprobación final.

La declaración de la cueca como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional significará en la práctica recursos y políticas públicas para escuelas de cueca, agrupaciones, talleres y festivales; integración curricular en colegios como herramienta de memoria y expresión cultural; medidas reales de salvaguarda para que las nuevas generaciones no pierdan el vínculo con esta tradición viva y posicionamiento de este baile como símbolo de unidad, diversidad y dignidad nacional ante el mundo.

El proyecto de ley

– ¿Cuál es el origen del proyecto para declarar la cueca como patrimonio inmaterial? 

El proyecto nace desde una convicción muy profunda: la cueca no es solo un baile, es un símbolo vivo de nuestra identidad popular, profundamente arraigada en nuestros barrios, ferias, campos y ciudades.

Cuando llegué al Congreso y asumí la presidencia de la Comisión de Cultura, me sorprendió descubrir que la cueca, a pesar de ser reconocida como nuestro baile nacional, no estaba declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de Chile. Y eso tiene una consecuencia concreta: no existen medidas reales de salvaguarda, ni fondos públicos permanentes, ni promoción sistemática de esta tradición.

Pero más allá de lo legislativo, este proyecto nace de una deuda histórica con nuestros cuequeros y cuequeras. Como Diputada Cuequera —porque también he bailado cueca y vengo de ese mundo popular—, me reuní con grandes representantes del folclor como Sergio Veas y Eduardo Molina, el Huaso del Sur, quienes me expresaron su profundo pesar por esta omisión del Estado. A partir de ese momento, convocamos al mundo cuequero, recogimos más de 2.000 patrocinios de agrupaciones, cultores y cultoras de todo Chile, y así nació la fuerza popular de este proyecto.

– ¿Cuál es el estado del proyecto?

– En 2023, logramos que la Cámara de Diputadas y Diputados aprobara el proyecto de ley. Hoy se encuentra en el Senado, listo para continuar su tramitación en la Comisión de Cultura. En paralelo, estamos generando el acompañamiento técnico necesario para avanzar hacia su postulación como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ante la UNESCO.

– ¿Qué efecto tendrá su aprobación?

La aprobación de esta ley tendrá un efecto directo: permitirá crear políticas públicas específicas, como su enseñanza en escuelas, el financiamiento de espacios comunitarios, programas de formación para nuevas generaciones de artistas populares, y la protección de la cueca como patrimonio vivo.

Este proyecto es un acto de justicia cultural. Porque si no protegemos lo que somos, ¿qué nos queda como país?

Cultura y seguridad

– En el marco de la campaña presidencial, actualmente gran parte del debate está centrado en la seguridad. ¿Cuál es la importancia de la cultura en la sociedad, tomando en cuenta situaciones como los problemas de criminalidad?

– La cultura no es un lujo: es una necesidad social. En tiempos donde la violencia y la inseguridad crecen, la cultura es una herramienta concreta de prevención, cohesión y dignidad.

Los espacios culturales -como los clubes de cueca, las bibliotecas populares, las batucadas o los talleres comunitarios- rescatan a niños, niñas y jóvenes de entornos de riesgo, les dan pertenencia, identidad, redes de afecto y sentido de futuro.

En territorios donde el Estado muchas veces está ausente, la cultura resiste. Y esa resistencia es también una forma de seguridad comunitaria. Por eso necesitamos que el Estado deje de ver la cultura como una actividad anecdótica y comience a invertir seriamente en el desarrollo cultural de los barrios y territorios. Donde hay cultura, hay comunidad. Y donde hay comunidad, hay esperanza.

La criminalidad no se enfrenta solo con policías o cámaras, sino también con libros, danzas, música, memoria, historia y alegría compartida.

Experiencia en Comisión de Cultura

– ¿Cómo ha sido su experiencia al frente de la Comisión de Cultura de la Cámara Baja? ¿Cuáles han sido sus hitos?

– Ha sido una experiencia profundamente transformadora. Asumí la presidencia de la Comisión de Cultura con un compromiso muy claro: abrir las puertas del Congreso a los territorios, a las culturas vivas, al arte popular y a los patrimonios cotidianos que construye la gente común todos los días.

Entre los hitos más significativos está la aprobación del proyecto de ley que declara la cueca y la tonada como Patrimonio Cultural Inmaterial de Chile, una deuda histórica con nuestros cultores y cultoras que hoy se tramita en el Senado. Pero también avanzamos en otros temas muy sentidos por las comunidades.

Impulsamos la ley que modifica la malla curricular escolar, para que el lunes posterior al Día del Patrimonio, todos los colegios del país dediquen ese día a enseñar el patrimonio local según su región y comuna. Queremos que nuestros niños y niñas valoren su entorno, respeten el patrimonio y se reconozcan en él. Porque no podemos pedir que no lo rayen si no se los enseñamos.

Sacamos adelante la Ley de Artesanos, que llevaba 14 años estancada, y que hoy avanza con fuerza para reconocer a quienes resguardan oficios tradicionales, memorias e identidades locales.

Además, potenciamos un convenio entre el Ministerio de las Culturas y el Ministerio de Educación para reconocer de manera integral los colegios artísticos de primero a cuarto medio, dignificando su rol en el sistema educativo y asegurando continuidad y financiamiento.

Todo esto lo hicimos con participación ciudadana real, escuchando a las organizaciones culturales, comunidades, artistas locales, cultores y vecinos que históricamente habían sido ignorados.

Mi enfoque ha sido claro: la cultura no se reduce a los grandes escenarios o museos estatales. La cultura es también la feria, el club de cueca, la olla común, la murga, la radio comunitaria, las arpilleras, etc.

La cultura en la era Boric

– ¿Qué evaluación hace de las políticas culturales del gobierno de Gabriel Boric?

– Valoro que este gobierno haya puesto a la cultura en un lugar más visible que en administraciones anteriores. Se avanzó en temas importantes, como el Plan Nacional de Artes en la Educación, la reactivación de centros culturales post pandemia y una mayor presencia del Ministerio en los territorios.

Pero todavía falta muchísimo. La cultura sigue siendo tratada como un apéndice del Estado, no como un derecho estructural. Los fondos concursables siguen siendo insuficientes y altamente competitivos, dejando fuera a las organizaciones comunitarias que no tienen capacidad técnica. Las culturas populares y territoriales aún no reciben el mismo reconocimiento que los circuitos institucionalizados.

Además, se necesitan políticas de largo plazo, no solo iniciativas dispersas. La cultura no puede depender del gobierno de turno. Por eso hemos impulsado desde el Congreso leyes que reconozcan y protejan al patrimonio vivo, a los trabajadores del arte y a la diversidad de expresiones culturales que dan identidad a este país.

Mi evaluación es clara: vamos mejor que antes, pero no lo suficiente. La cultura necesita voluntad política real, más presupuesto y, sobre todo, un enfoque territorial que no deje a nadie afuera.

– ¿Cómo evalúa el desempeño del Ministerio de las Culturas, tomando en cuenta la rotación de ministros y polémicas como la Feria de Frankfurt?

– Como diputada y presidenta de la Comisión de Cultura, veo con preocupación lo que ha ocurrido. La alta rotación de ministros en una cartera tan sensible evidencia una falta de continuidad y visión estratégica. Y eso repercute directamente en la confianza del sector cultural, que necesita certezas, no improvisaciones.

Lo sucedido con la Feria de Frankfurt fue sintomático: más allá de los errores administrativos o comunicacionales, lo que quedó al desnudo es la falta de diálogo real y sostenido con las y los trabajadores del arte y la cultura. No basta con querer representar a Chile en el extranjero si aquí no hemos sido capaces de garantizar condiciones dignas a quienes hacen cultura día a día en los barrios, en las comunas, en los territorios.

Dicho esto, también reconozco que hay equipos técnicos valiosos dentro del Ministerio, con voluntad de hacer bien las cosas. Pero sin conducción política firme, sin coherencia programática y sin presupuesto suficiente, el avance será siempre parcial.

En definitiva, necesitamos un Ministerio fuerte, estable y con perspectiva territorial, que escuche, que rinda cuentas y que sepa que la cultura no es ornamento: es columna vertebral de una democracia más justa y más humana.

– ¿Qué normas ha aprobado a favor del mundo cultural el Parlamento durante el gobierno de Gabriel Boric?

– Sin duda, me habría gustado ver un mayor liderazgo del Ejecutivo en materia cultural. Este Gobierno ha tenido oportunidades para empujar una agenda transformadora en cultura, pero en muchos casos ha faltado decisión política para priorizarla como un derecho social esencial.

Desde mi rol como Presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputadas y Diputados, he estado siempre disponible para tramitar con celeridad todas las iniciativas que vayan en beneficio del mundo cultural, sobre todo aquellas que surgen desde los territorios y que buscan mejorar las condiciones de vida de nuestros trabajadores culturales.

En ese marco, hemos aprobado importantes proyectos, como la Ley de Artesanía, que por fin está avanzando en el Senado tras más de 14 años de espera. También impulsamos un proyecto que asimila a las entidades culturales a las sociedades de profesionales, permitiéndoles acceder a un régimen tributario exento de IVA, lo que alivia su carga financiera y fomenta el desarrollo de proyectos sostenibles.

Otro gran desafío es la esperada Ley de Patrimonios, que ya fue aprobada en el Senado y que pronto analizaremos en la Cámara para perfeccionarla, recoger las observaciones del mundo patrimonial y transformarla en una legislación robusta, participativa y con mirada descentralizada.

Decepción

– En varios sectores del mundo cultural hay decepción con el gobierno de Gabriel Boric. ¿Qué puede decir al respecto? ¿Cuál es el legado de Boric en el aspecto cultural?

– Es cierto que hay decepción, y no podemos tapar el sol con un dedo. Muchos trabajadores y trabajadoras de la cultura esperaban un giro histórico con este gobierno, especialmente porque Gabriel Boric viene de un mundo donde la creación artística y el pensamiento crítico siempre fueron centrales.

Pero la decepción también nace de las expectativas no cumplidas: la precariedad laboral persiste, la ejecución presupuestaria ha sido lenta, y los procesos participativos no siempre han sido efectivos ni vinculantes. Esto ha generado una legítima frustración en un sector que no solo crea belleza, sino que también sostiene memoria, identidad y cohesión social.

Ahora bien, si me preguntas por el legado, creo que todavía está en construcción. Destaco el impulso inicial por fortalecer los derechos culturales como parte de la conversación constitucional, y la intención de descentralizar la gestión cultural. Pero un legado se construye con coherencia, continuidad y voluntad política, y eso es lo que se ha visto debilitado en este tiempo.

Aún hay tiempo para corregir el rumbo. La cultura necesita un trato de Estado, no solo de gobierno. Y ese trato debe ser digno, estable y con presupuesto real. Como presidenta de la Comisión de Cultura, seguiré empujando ese camino desde el Congreso, con diálogo, pero también con firmeza.

Caso Convenios

– En Caso Convenios afectó a muchas entidades culturales, donde pagaron justos por pecadores. ¿Qué respuesta se puede dar a los centros culturales que quedaron desfinanciados por esta polémica?

– Lo primero es reconocer el daño: el Caso Convenios golpeó fuerte y de manera injusta a cientos de organizaciones culturales que han hecho bien su trabajo durante años, con transparencia, compromiso y vocación comunitaria. Lamentablemente, en vez de separar la paja del trigo, se aplicó un castigo generalizado que paralizó fondos, proyectos y sueños.

Desde la Comisión de Cultura lo hemos dicho con claridad: no se puede combatir la corrupción debilitando el tejido cultural. Hay que sancionar a quienes cometieron irregularidades, sí, pero también proteger y fortalecer a las organizaciones que han sido pilar del desarrollo artístico y social en los territorios.

La buena cultura no puede pagar los costos de la mala política.

Y aquí hay un punto ético: cuando el Estado desconfía de su propia ciudadanía organizada, pierde legitimidad. Y la confianza no se reconstruye con castigos masivos, sino con diálogo, correcciones institucionales y apoyo real.

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