Gonzalo Sánchez inaugura nueva obra: “un gesto simbólico frente a la orfandad existencial”
La instalación “SPES” será presentada este jueves en el marco de la celebración de los 15 años de existencia del Museo de Artes de la Universidad de los Andes, y estará expuesta hasta diciembre.
El abogado, gestor cultural y artista Gonzalo Sánchez Serrano inaugura este jueves una nueva obra.
La instalación “SPES” será presentada en el marco de la celebración de los 15 años de existencia del Museo de Artes de la Universidad de los Andes, y estará expuesta hasta diciembre.
La muestra consiste en una instalación creada a partir de un único objeto: una puerta antigua obtenida en una demolición. Dentro de ella una intervención lumínica contiene sal traída de las salineras de Cáhuil y Boyeruca; sobre la puerta se proyecta un video que recrea una cascada.
La instalación se completa con ramas de espinas, provenientes de árboles nativos de la zona de Colchagua.

Abogado experto en temas de propiedad intelectual y nuevas tecnologías, Sánchez Serrano ha sido promotor y director de organizaciones sin fines de lucro, entre ellas la Fundación Bellas Artes y el Teatro del Lago de Frutillar, en el cual asumió este año como Presidente del Directorio.
Como artista visual se formó con Virginia Huneeus, Eugenio Dittborn y Carlos Montes de Oca. Bajo el seudónimo de Pikti ha experimentado con la luz, el movimiento y el color en diversos medios y espacios, creando ambientes inmersivos, dinámicos y sensoriales, que estimulan al espectador a vivir nuevas experiencias y emociones.
Su obra tiene un carácter humanista y busca provocar una introspección a través de su lenguaje, que a su vez genera una reflexión sobre lo exterior que llama a la acción.
– ¿Por qué eligió para instalación la puerta como inspiración?
– La puerta, como figura arquetípica, atraviesa culturas, mitologías y cosmovisiones. En la tradición judeocristiana, representa el umbral entre lo profano y lo sagrado, entre lo visible y lo invisible. Hay puertas que se cierran y otras que se abren; esta obra es una invitación a abrir una gran puerta que nos conecta con la dimensión trascendente del ser humano. En tiempos marcados por la dispersión, la incertidumbre y la pérdida de sentido, esta instalación se erige como un gesto simbólico frente a la orfandad existencial que nos atraviesa. Es un llamado a recuperar el propósito, a reencontrarnos con aquello que nos funda y nos proyecta hacia lo esencial.
– ¿De dónde salió la puerta?
– La puerta física fue hallada en un sitio de demoliciones. Me atrajo de inmediato por su corte neoclásico y su evidente desgaste: una pieza marcada por el tiempo, por las huellas de lo vivido. El guiño neoclásico me remite a la Grecia antigua, a esa sabiduría que reflexionó con profundidad sobre el sentido de la existencia. La vejez de la puerta, lejos de ser una pérdida, es una ganancia simbólica: es un objeto historiado, testigo de múltiples vidas.
Cuando mi querido amigo Otto Dörr contempló la instalación —la puerta abierta hacia una luz infinita— me compartió una lectura que me conmovió profundamente. Me dijo que esa puerta gastada podía entenderse como una metáfora del alma que ha atravesado muchas experiencias vitales, y que la luz que emerge desde su interior representa el apetito humano por abrirse a una dimensión superior, luminosa. Creo que Otto verbalizó con precisión lo que yo intuía desde lo artístico: que esta obra es, en el fondo, una alegoría del deseo de trascendencia.
– ¿Qué significa la palabra SPES?
– Spes es la palabra latina para “esperanza”, y quizás sea hoy una de las palabras más urgentes. En este mundo atribulado, donde tantas dimensiones de la vida parecen fracturadas, percibo —como artista y como ser humano— una profunda carencia de sentido, una orfandad valórica que nos deja a la intemperie. Esta instalación busca ser un contrapunto a esa desolación. A pesar de los desafíos, las pérdidas y las sombras y espinas que enfrentamos, siempre hay esperanza. Y es vital resistir la tentación de caer en los horizontes del vacío y del absurdo que tantos intelectuales del siglo XX promovieron con sus brillantes y desesperanzadoras plumas. Spes es, entonces, una afirmación radical de la luz.
– ¿Qué papel juegan la sal y las aguas?
– La presencia de la sal en esta obra tiene un componente biográfico y simbólico. Como abogado especializado en propiedad intelectual, me ha interesado visibilizar y poner en valor los productos y oficios patrimoniales de Chile. En ese contexto, junto a la filántropa Jeannette von Wolfersdorff, visitamos las salinas de Cahuil y Boyeruca, donde constatamos que el oficio de los salineros estaba en riesgo de desaparecer por falta de apoyo. Esa experiencia me conectó con la sal chilena, con su belleza y sus posibilidades estéticas.
Posteriormente, investigué la historia de la sal en la humanidad y descubrí su profunda carga simbólica. En múltiples culturas, la sal ha sido símbolo de permanencia, de purificación, de alianza. Al concebir la instalación y su sentido fue ineludible reparar en el pasaje del Evangelio según San Mateo cuando Jesús dice: “Vosotros sois la sal de la tierra” una expresión que nos interpela a ser presencia viva, a preservar lo bueno, a dar sabor al mundo con nuestras obras, y a evitar que la fe se diluya en la indiferencia.
Las casadas de aguas que caen sobre la puerta abierta también tiene una gran carga simbólica. desde tiempos antiguos, el agua ha sido símbolo de vida, de renovación, las aguas también, nos remiten a la regeneración y limpieza espiritual y a la rectitud de intenciones en nuestras interacciones humanas. En esta instalación, las aguas y la sal dialogan como elementos que purifican, que abren, que invitan.
– ¿Cómo está constituida su instalación?
– La obra es multimedial. Utiliza sistemas de iluminación de última generación y un mapping, bastante complejo de articular que proyecta inmensas cascadas sobre la puerta abierta. Se requirió todo un equipo de montajistas para resolver muchos desafíos técnicos que permitieran que la instalación se integrara y sobre todo conversara con el contenido del museo.
– Finalmente, ¿qué significa para usted ser parte de la conmemoración de los 15 años del museo?
– Para mí, como artista, el mayor honor es trabajar con museos. He tenido la fortuna de exponer en el MAC y en el Museo Ralli, que recientemente adquirió una obra de mi serie lumínica para su colección permanente. Por eso, recibir la invitación para realizar una instalación única en el marco del aniversario número quince del Museo de la Universidad de los Andes fue un privilegio enorme y que agradezco profundamente.
Este museo es una joya aún poco conocida. La primera vez que lo visité quedé deslumbrado por la calidad de su contenido y por la excelencia de su museografía. En mi primera conversación con Marisol Richter, su curadora, y Josefina Tocornal, historiadora y encargada del Departamento de Extensión, se generó una sintonía inmediata. Ellas buscaban una obra que pudiera resaltar el espíritu del aniversario, y mi propuesta encontró allí un espacio fértil. Mi arte es profundamente humanista —o al menos eso intento— y la Universidad de los Andes comparte ese ADN. En su visión, las artes, la cultura y las humanidades son pilares fundamentales para la formación integral de las personas. Desde esa convicción, el museo hace una contribución invaluable a la sociedad. Ser parte de esta conmemoración es, para mí, una forma de celebrar la belleza, el pensamiento y la esperanza.
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