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Chileno Rafael Insunza presenta en Berlín libro sobre banda clave del underground de la RDA CULTURA Crédito: libro “Ur Tacheles”

Chileno Rafael Insunza presenta en Berlín libro sobre banda clave del underground de la RDA

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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“Ur Tacheles” cuenta la historia de la banda musical Tacheles, integrada por Insunza, que le dio el nombre a lo que fue en su momento el principal centro cultural de la capital alemana, donde la obra será presentada este viernes.


Un libro sobre una banda clave del movimiento underground de la extinta República Democrática Alemana (RDA) será presentado este viernes en Berlín.

Se trata de “Ur Tacheles”, del chileno Rafael Insunza (Santiago, 1964), que aborda la banda musical que integró como vocalista entre fines de los 80 y principios de los 90 en la capital alemana, y que entre otros influyó en el grupo Rammstein, además de legar su nombre al centro cultural homónimo que existió hasta 2012.

En el Museum Fotografiska de Berlín, situado en el mismo lugar donde se encontraba en Tacheles, a las 18:30 horas (hora local), junto al lanzamiento del libro, se realizará la conferencia “La resistencia cultural en la RDA”, con Insunza, el fotógrafo Harald Hauswald y Michaela van den Driesch, directora Ejecutiva de la Bienal Kunstforum de Lausitz.

Además se exhibirá el documental de Jan Henselder “Fragments of Yesterday” 2025, (18 minutos) sobre Leo Kondeyne, Co-fundador del centro cultural Tacheles.

Exilio en la RDA

Pero para entender esta historia hay que ir muchos años atrás. Insunza es hijo de Sergio Insunza, abogado comunista quien fuera ministro de Justicia del Presidente Salvador Allende (1970-1973).

Tras el derrocamiento del gobierno constitucional en 1973, después de un tiempo clandestino, el ex ministro se refugió en la embajada de Honduras, y luego se exilió junto a su esposa y Rafael, de entonces nueve años, en la República Democrática Alemana (RDA), que acogió a diversos políticos chilenos como el socialista Carlos Altamirano o a Enrique Correa (MAPU). Ese exilio significó la división de la familia, ya que los hermanos mayores de Rafael se quedaron en Chile.

“Mis padres creían que esto iba a ser un proceso corto, entonces no se planteó que toda la familia se fuera al exilio”, cuenta Insunza a El Mostrador.

“Nos encontramos en el aeropuerto con mi papá. A él lo llevaron en un auto custodiado por la policía, y así llegó donde estaba el avión, en la pista de aterrizaje”.

En la RDA, los refugiados llegaban primero a unos complejos habitacionales en Berlín y luego se decidía en qué ciudad se quedarían.

“Fue un lugar muy lindo, donde pudimos pasar las penas, que sirvió para recuperarse, sobre todo a los mayores. Nosotros éramos más chicos, echábamos de menos, pero los viejos estaban todos quebrados”, recuerda.

Como Insunza inició un activo trabajo contra la dictadura del general Augusto Pinochet, y debía viajar mucho, se decidió que se quedaría en Berlín. Y ahí se crió Rafael.

Para su suerte, había cursado previamente en el Colegio Alemán de Santiago, con lo cual tenía nociones del idioma.

“La solidaridad en la RDA fue algo muy hermoso, ellos efectivamente nos acogieron. Yo nunca voy a olvidar eso, ese es uno de los valores con los que yo me quedo. Han pasado muchas cosas, yo veo el mundo muy diferente ahora, pero la solidaridad y el antiimperialismo para mí siguen siendo fundamentales en mi manera de ver el mundo”.

Primer retorno a Chile

Rafael terminó el colegio en la RDA, pero como muchos jóvenes chilenos su único deseo era volver a Chile y luchar contra la dictadura. Era 1983, ya había comenzado la crisis económica y con ella fuertes protestas contra Pinochet.

“La verdad es que yo lo único que quería era volver a Chile. Psicológicamente hablando, se podría decir, quería vengar a mi padre, más allá de la ideología. Entonces, no quise quedarme a estudiar en la RDA. Podría haber estudiado lo que yo hubiera querido, pero en ese tiempo yo quería participar en la lucha”, relata.

Al mismo tiempo, Rafael ya había empezado a tomar conciencia sobre la insatisfacción que había entre los ciudadanos de Alemania Oriental con el sistema de vida. No había democracia, ni libertad de opinión, y tampoco se podía abandonar libremente el país.

“Yo en el colegio me empecé a dar cuenta de las contradicciones que había en la RDA. Mis amigos me empezaron a contar, me llevaban a sus casas, los papás de mis amigos en confianza me empezaron a contar de sus penas, de sus vivencias. Y tuve amigos que ya estaban en una posición muy crítica frente a la sociedad. Y ellos, cuando yo volví a Chile, formaron grupos de teatro y bandas musicales. Mientras yo afinaba la puntería, ellos afinaban sus guitarras”.

Rafael volvió a Chile en 1983, se matriculó en Agronomía en la UC y se integró al movimiento de resistencia.

“Me salvé varias veces, pero vi muy de cerca cómo funcionó todo, y también vi muy de cerca lo que le pasó a la gente que andaba conmigo, cosa que me dolió mucho también. Siempre están los líderes y la carne de cañón, en todas las historias, y de alguna manera nosotros éramos la primera línea y fuimos la carne de cañón, y todavía hay cabros afuera que no pueden volver a Chile. Y los que nos mandaron a hacer la pega después eran senadores y ahí estaban ganando sus lucas”.

¿Pero por qué, y cómo, regresó Rafael a la RDA en 1987?

“Por el amor, por una mujer”, responde.

“La verdad es que yo no quería volver a Alemania. Yo estaba feliz en América”. Pero ya había conocido a una joven, Tatjana, que de hecho era parte del undergound de la RDA. Y se consiguió una visa de turismo por seis meses, con la ayuda de sus padres.

Así arribó a Berlín Oriental. La relación con la chica no funcionó y se separaron, y él se fue a vivir con Alexander Kriening, un amigo que era baterista. Y a los dos meses un tercer amigo, Leo Kondeyne, los convoca a formar la banda Tacheles.

“Yo escribía poesía, nunca había cantado. Convocó a la Tatjana (Besson), al (Frank) Trötsch, al Andre (Greiner-Pohl), que era el que había sido el pareja de la Tatjana cuando yo la conocí, y los seis formamos el grupo Tacheles. Ahí nació este grupo que entonces tenía músicos de diferentes bandas que confluían en este en este grupo de experimentación sonora y como alternativo que formamos”, explica.

“Y ahí yo me puse a cantar mis poemas. Ellos me enseñaron todo, todo lo poco que sé de música, me lo enseñaron ellos. Cantaba en alemán, en español y en ruso, porque había toda una onda ahí con la Perestroika, con (Mijael) Gorbachov, entonces le cantábamos a Gorbachov que nos ayudara a hacer la revolución en la RDA. Nosotros estábamos en la onda de la Perestroika”, dice en alusión al movimiento reformista que ya entonces estaba en la Unión Soviética.

Las actuaciones de la banda empezaron a llamar la atención de las autoridades, por su perfil antisistémico. Además había dos miembros de la banda que reportaban a la Stasi, la policía secreta del régimen, algo que Rafael desconocía y supo muchos años después.

Copia de un reporte de la Stasi. Crédito: libro “Ur Tacheles”

Por eso, cree Rafael, cuando solicitó una visa laboral, se la negaron para Berlín. Y le dijeron que si se quería quedar, se debía ir a la provincia, que era “cerrar la banda”, o solicitar una visa en cualquier embajada de la RDA en Occidente. Fue una forma de echarlo suavemente, dice. Y se debió ir a Berlín Occidental.

“Pero como yo era hijo de Sergio Insunza, tampoco me pudieron prohibir entrar a Berlín como turista, así con una visa de 24 horas”, que era una modalidad que existía para entrar a la RDA por ese lapso.

“Y así fue como trabajé durante dos años, yendo a Berlín Oriental por 24 horas. Cruzaba a las 12 de la noche y tenía que volver a Berlin Occidental antes de las 12 de la noche de ese mismo día”.

Estar en Berlín Occidental no fue fácil. Primero estuvo ilegal.

“Llegué donde amigos de amigos. Fue bien duro ese tiempo. Ellos trabajan una empresa de construcción, eran soldadores, y yo me puse a trabajar con ellos, como ayudante de soldador, en una empresa. Aprendí a trabajar con mis manos”.

La rutina fue entonces ir y volver entre las “dos” ciudades, en aquella época divididas por una frontera.

“Yo cruzaba, ensayábamos, en la noche tocábamos, grabábamos, y me volvía a Berlín”.

Crédito: “Ur Tacheles”

El nacimiento del centro cultural

Ese ir y volver le dio a Rafael la posibilidad de conocer al mundo cultural de la RDA, pero también al de Berlín Occidental. Y ese conocimiento fue clave para lo que vendría después: la creación del centro cultural Tacheles, con la ocupación de unas ruinas de un antiguo centro comercial en Berlín Oriental tras la caída del Muro.

“Cuando cayó el Muro, nosotros ya teníamos armado el sistema de colaboración. Lo habíamos hecho a pesar del Muro. Nosotros fuimos capaces incluso de mover instrumentos musicales grandes, de un lado al otro del Muro, con los amigos. Teníamos amigos que cantaban en el Festival de la Canción Política, en Berlín Oriental, y nos llevaban los equipos para las bandas underground que luchaban contra el sistema. Entonces había una solidaridad y teníamos conexiones con muchos artistas también de Berlín Occidental. Entonces, cuando cayó el Muro, logramos convocar a artistas y ciudadanos de ambos lados de Berlín para tomarnos lo que fue después el Tacheles”, cuenta.

Fue “la primera acción arte de los dos lados, representó la unificación a nivel artístico” de la escena cultural de ambas Alemanias.

El Tacheles era un edificio que, “por su historia arquitectónica, era de alto valor. Pero estaba muy deteriorado por las bombas. Entonces, la RDA ya había demolido la mitad del edificio y ya estaban puestas estaban puestas las cargas para demoler la otra parte. Entonces en gran medida nos tomamos el edificio para evitar su demolición total”.

La ocupación fue en febrero de 1990. Rafael había ido de Chile a ver a su padre, y se unió a su regreso a Berlín.

“Yo no estuve el día de la toma. Yo llegué en marzo de vuelta, esta toma fue en febrero, se metieron por el segundo piso. De a poco fue llegando más gente. Nosotros nos construimos nuestra sala de ensayo, para la banda, en una parte del edificio, y disolvimos la banda. Y le dimos nuestro nombre al edificio, porque nosotros dirigimos la toma del edificio. El Leo, que fue el que fundó el grupo Tacheles, y al que está dedicado este libro, él fue el que tuvo la idea de convocar a la gente de los dos lados de Berlín”.

Rafael se quedó hasta 1992, con la banda funcionando con otro nombre, cuando volvió a Chile. El centro cultural siguió su existencia hasta 2012.

Él dice que volvió porque echaba de menos Chile, por un lado, y por otro porque en el centro cultural, en gran medida debido a su éxito, comenzaron algunas luchas de poder internas por su manejo.

“Nosotros habíamos actuado y hecho nuestras cosas a partir del corazón y de la intuición, pero no teníamos mucha conciencia de  la máquina que habíamos echado a andar. Había gente que tenía más conciencia económica, mejores para los negocios, y empezaron peleas internas, de quién es el proyecto. A mí me dio mucha lata ponerme a pelear, como cuando los perros se pelean por los huesos”, afirma.

“Y por otro lado, la tendencia que tenía Leo era hacer un proyecto alternativo de convivencia, de solidaridad, de un espacio también de creación, donde los que llegaban podían incorporarse y convertirse en artistas a partir del trabajo. Entonces ese concepto de que todo hombre es un artista, en principio lo estábamos llevando a cabo, pero no teníamos una base ideológica detrás de eso, sino que era el impulso a partir de los afectos. Y por otro lado, también empezaron a llegar cada vez más hueones más locos, nosotros fumábamos pito, de repente tomábamos un trip, pero llegaron los franceses con heroína, y cuando llegó la heroína al edificio, ya la cosa se puso fea”.

El edificio se convirtió en un lugar de acogida de muchos proyectos “muy interesantes, muy vanguardistas y muy top. Entonces por un lado estaba el caos en la casa y toda nuestra locura interna, y por otro lado llegaba el Gran Circo Teatro de Andrés Pérez con ‘La Negra Esther’,  millones de grupos de teatro franceses, ahí tocaron los Rammstein. Se convirtió en una especie de plataforma de circulación artística de gran envergadura, pero internamente nosotros teníamos la tendalada, muchas drogas. De hecho al batero nuestro lo perdimos, el Alex en un momento dado se fue con los franceses. Entonces hay cosas que uno ya no puede atajar, yo sentí que habíamos llegado al peak de lo que podríamos haber hecho nosotros. Como que se estaba repitiendo el disco: cada año más carrete, cada año más leseo, cada año más fuerte todo y más de color. Murieron varios cabros también en el
edificio, uno se suicidó, entonces ya la cosa a mí como que no me convencía para ponerme a pelear por algo que que nos había costado tanto esfuerzo y tanta pena lograrlo”.

Entre medio, Rafael se matriculó en la Universidad Libre de Berlín para estudiar Historia del Arte y Literatura Moderna Alemana.

“Y por otro lado, yo también sentía que tenía que seguir estudiando, sentía que me faltaba, que tenía que aprender más, aprender más el idioma alemán, más estética, más historia, entender entender más todo esto que nos había pasado. Si tú quieres entonces yo necesitaba también un tiempo de reflexión y de afinar mi escribir y de condensar el pensamiento estético”.

Entonces Rafael volvió a Chile, se tituló como profesor de alemán y de arte, además de un Magíster en Artes Visuales. Y su tesis en Pedagogía en Alemán fue sobre el Tacheles.

Insunza (derecha) con la banda en 1987. Crédito: “Ur Tacheles”.

Capítulo Stasi

Fue entonces, en los 90, que se enteró que dos de sus ex compañeros habían sido informantes de la Stasi.

“Eso lo supe yo ya viviendo en Santiago, como en el 92, el 93, cuando se abrieron los archivos de la Stasi”, afirma.

“Me sentí traicionado porque pagué caro todo este proyecto. Tuve que vivir en Berlín Occidental en condiciones extremas, tuve que trabajar y estudiar todos esos años, trabajaba en la construcción y estudiaba, por eso que tampoco avancé mucho en los estudios. Y primero sentí mucha bronca, de hecho incluso boté grabaciones, no quise saber nada”.

Sin embargo, “después, de a poco, esa bronca se convirtió en pena y también en comprensión. Al final de cuenta, ellos también fueron víctimas del sistema. La Tatjana empezó a trabajar para la seguridad interna en el colegio, cuando tenía 16 años, porque los papás de ella trabajaban en la Stasi. Y el Trötsch en un momento lo tomaron preso, y según él le quitaron su medicación,  porque él era tenía esta cuestión al azúcar, y le quitaron los remedios. Pero el Trötsch en verdad colaboró con ganas, se podría decir, con la Stasi, porque eso se desprende de los archivos que encontramos. Es decir, se habían ganado medallas por trabajar con ellos, no era un informante más. O sea, que los dos actuaron por convicción”.

Tras el fin de la RDA, “ellos mismos hablaron en una entrevista de su participación en la Stasi y ahí se supo. Para ellos fue fatal porque cuando cayó el Muro ellos están en la cúspide de su carrera, Mitterrand invitó a París a una delegación de artistas, músicos, fotógrafos, tuvieron un concierto famoso en París, y cuando volvieron a Berlín se supo todo y esa banda se disolvió. Entonces el guitarrista de esa banda armó los Rammstein (…) Esa generación de músicos más jóvenes, que no estaban metidos en el sistema, fueron los que cosecharon la música de todos nosotros”.

Este libro, sin embargo, no es un relato cronológico de esta historia.

“En este libro muy puntualmente hablo de nuestro objetivo estético que tenía la banda, eso de ser un arte contra la corriente, el concepto de Grenzkunst (arte del límite), es un análisis del lugar, de la casa, de la relación que tiene el nombre Tacheles con la comunidad judía, con el barrio, el rol del arte en la sociedad. Están algunas canciones, algunos poemas, y está el cuento de la Stasi, también los archivos de la Stasi que encontramos”.

Es un libro que quiere destacar el rol fundamental que tuvo Leo en todo esto, en la creación de la banda y en la toma del edificio, y en darle esta idea original al proyecto de ayudar a los no artistas en convertirse en artistas. “Hubo mucha gente que llegó al Tacheles y que no eran artistas y que se convirtieron en artistas”.

Leo “nunca estuvo dispuesto a pelear su rol y a querer destacarse dentro de lo que había pasado. Esa cosa a mí también me daba mucha pena”.

Desastre en el sur

El surgimiento del libro además se relaciona con una tragedia en un proyecto personal de Rafael en su residencia en la región de la Araucanía: una iniciativa de agricultura orgánica y recuperación del bosque nativo que sufrió un incendio.

“Nosotros estamos en una zona roja. Y ese incendio destruyó nuestro proyecto, destruyó también a la comunidad mapuche,
que son nuestros vecinos, con los que trabajamos, el colegio donde se había construido una sala de computación y 100 hectáreas de bosque nativo que tenían ellos. Y yo quedé destruido, quedé hecho pebre. Entonces para mí escribir este libro fue un proceso de sanación interna”.

La presentación en el Museum Fotografiska “va a ser simbólicamente hablando súper importante, porque va a ser el encuentro entre los artistas del Kunsthaus Tachles y el proyecto Fotografiska. Entonces de aquí probablemente nazcan otras cosas, nuevas cosas, nuevos proyectos. El Kunsthaus Tacheles como tal dejó de existir y ahora está este otro proyecto que es de arte moderno,  involucrado con el mainstream y el mercado del arte”.

Pero Rafael no se quiere quedar con eso. Quiere aprovechar su experiencia de unir dos mundos -el capitalismo y el socialismo en el underground de la RDA de los 80- con el mundo de los chilenos y los mapuche en su lugar de residencia actual.

“A mí lo que me interesa es seguir avanzando, porque yo aquí en el sur de Chile tengo mi proyecto artístico, que en principio es la prolongación de lo mismo que hacíamos antes: el concepto de expandir los límites, las fronteras del arte y trabajar en los límites de la sociedad, trabajar en las zonas de las cuales la gente arranca”, afirma.

“Aquí de la Araucanía están todos arrancando. Aquí le dicen la zona de conflicto”, tal como la RDA era llamada también la “Ostzone”, la “zona oriental”.

“Acá también hay un muro que separa dos culturas que están en conflicto, como allá había dos Alemanias. Acá hay dos Chiles, uno está acá en la ciudad, en el pueblo, y después subís las comunidades y hay otro mundo, otro idioma, otra cosmovisión, otra manera de entender lo que es la felicidad. El tiempo, entonces, para mí, para mi trabajo, no ha concluido. Si yo me vine aquí al sur de Chile, ya consciente de eso, no fue por casualidad. Me doy cuenta del significado de los acontecimientos y del rol que a uno le toca ejercer en la vida. Es decir, yo pienso que uno cae parado en un determinado grupo humano, en una sociedad, en un momento, que por algo tiene una razón de ser, esta cosa de hacerse cargo del lugar donde estás tú”, explica.

Para Rafael, al final, los artistas “somos una especie como de bisagra, que unimos dos mundos, el mundo de lo lúdico, de lo poético, con la sociedad, digamos, con el mundo normal, si tú quieres, de la gente”, y tienen “esa función de puente, de bisagra, de unir, de ser un elemento de fusión, de transmisión de cultura, de transmisión de conocimiento, ser un mensajero”.

“Yo me muevo entre los mapuches y los chilenos y estoy tratando de ayudar ahora porque este conflicto se resuelva de una manera pacífica, y para que la sociedad occidental entienda la manera de ver el mundo de los mapuches y ayudar que esto termine”.

Para él hoy “hay polos, la derecha puntúa y la izquierda puntúa, que no se quieren entender para nada y la verdad es que el camino del medio es el que nos va a llevar a la paz, dejar de ver al otro como enemigo, sino como la gran familia que somos, somos una gran familia. Entonces yo también, esta cosa como de la lucha pacífica para transformar el mundo, para mí es súper importante”.

“Estoy ayudando también a que las culturas se encuentren, hay un pueblo dividido, y que se unifique, que todos tiremos puntos para adelante, que hagamos aquí un paraíso”, con “el rol del arte como cohesionador de la sociedad”.

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