CULTURA
Créditos: Cedida
Lucrecia Martel y el cine latinoamericano: “Tenemos que encontrar la forma de especificidad nuestra”
Una de las voces más originales del cine contemporáneo participará con dos hitos centrales en esta edición de FIDOCS: la presentación de su primer documental “Nuestra tierra” en la función inaugural de este miércoles y, al día siguiente, protagonizará la Cátedra Raúl Ruiz de la UDP.
En 2010 la cineasta argentina Lucrecia Martel inició la investigación de su primer documental. Estaba investigando otros temas, de hecho, se encontraba preparando su película Zama. Pero, se encontró con un video con la historia de Javier Chocobar, miembro de la comunidad indígena de Chuschagasta del pueblo diaguita de la Provincia de Tucumán, quien fue violentamente asesinado cuando se encontraba junto con otros indígenas defendiendo pacíficamente su territorio contra un terrateniente que aducía ser dueño del lugar.
Quince años después, Nuestra tierra, se estrenó mundialmente en el Festival de Venecia y será parte Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS), que se realizará del 19 al 26 de noviembre. Además, la destacada directora dará una conferencia en Cátedra Raúl Ruiz de la Universidad Diego Portales.
En conversación con El Mostrador, Martel afirma que la investigación le “llevó mucho tiempo”, porque la principal razón por la que el proceso fue extenso es la dificultad de investigar temas relacionados con la historia de los pueblos originarios en países que fueron colonias.
De la ficción al documental
Nuestra tierra es el primer documental de Martel, aunque relata que el paso no significó un cambio radical en la narración, sino más bien en la persistencia de las emociones en los protagonistas.
La distinción crucial que establece la directora radica en la realidad ineludible de la tragedia.
“En la ficción, los personajes sufren una tragedia y después a la noche se van a dormir al hotel con el resto del equipo. Y en el documental, las personas que asesinadas no se vuelven a levantar. Las familias que sufrieron pérdidas o que están expuestas a la usurpación de tierra lo siguen sufriendo,” explica Martel.
Para ella, es la “persistencia de los sentimientos” lo que distingue esencialmente un formato de otro. Martel subraya que la narración con imágenes y sonidos, o cine, es una forma de construir que permite al público (y al cineasta) desandar procesos de conocimiento y analizar de nuevo aquellas cuestiones de la vida que se dan por naturales.
“La narración con imágenes y sonidos, llamémosle cine para simplificar, pero en verdad es cualquier narración con imágenes y sonido, incluso una breve narración con formato vertical en TikTok, pueden pueden colaborar en la misma dirección, que es permitirte desandar algún proceso de percepción de algo que te rodea y poder volver a a pensar en una cosa que le estás por rodearte todo el tiempo de esas cosas dejas de verla o la naturalizas. Entonces, más que nada el cine es eso, es una una forma de construir con imágenes y sonidos que permite desandar un proceso de de conocimiento, de percepción del público y, por supuesto, del que hace la película también. Y entonces permitirte poder analizar una cosa de nuevo, poder volver a a tomar contacto con ciertas cuestiones de la vida que uno las va dando por naturales, como que es así, como si no fuesen, ¿entendés? Como si lo que te rodeara no fuera una cosa construida y en la que tenemos poder de autoría de modificarla”, sostiene.
El desafío de la historia oficial y el rechazo a lo “universal”
La investigación para el documental fue un proceso extenso debido a las dificultades intrínsecas de abordar la historia de los pueblos originarios en países que fueron colonias. Martel señala que la historia oficial de una nación es un mito fundacional. Siendo las comunidades indígenas históricamente despojadas de sus territorios, la investigación es difícil porque esta población “no ha sido acreditada en los documentos históricos”.
“La no documentación del otro en una cultura que es muy del papel, la cultura nuestra occidental es muy del documento, del registro, que supuestamente registra los hechos con veracidad. Bueno, para evitarnos tener que dar explicaciones, no se documentó a las comunidades,” afirma la cineasta.
La estrategia de la película fue cruzar documentos históricos con el relato de la gente en el territorio, lo que rápidamente revela las lagunas e incomprensibilidades de la historia oficial argentina. Según Martel, la jugada del estado nación criollo era dejar a una parte de la población vulnerable para quitarles la tierra y usurpar su fuerza de trabajo.
En cuanto a su enfoque cinematográfico, Martel decidió “rehuir al lenguaje del universal”, concentrándose en lo específico y regional. Esta decisión se basa en la creencia de que la idea de “universal” es importada y representa la generalidad basada en el pensamiento europeo.
“Nosotros tenemos que encontrar la forma de la especificidad nuestra, cualquier importación de conceptos no funciona, al contrario, nos confunde,” sostiene.
Asimismo, respecto a la preocupación por ser “panfletaria,” la directora asegura no sentir riesgo. “El poder del cine no reside en sustituir una verdad por otra, sino en hacer pensar sobre lo que consideramos verdad histórica”, agrega.
La realizadora también se refirió al contexto sociopolítico de Argentina, destacando que una característica histórica de su país es que cada gobierno “viene a fundar la Argentina como si no existiese”. Esta constante polarización, que convierte a la fuerza opositora en el enemigo, resulta “tan desgastante” para los ciudadanos.
Martel relaciona la persistencia de los conflictos territoriales de las comunidades indígenas con la incapacidad de la política de percibirse como un país más complejo y diverso. Aunque la forma de concepción política actual se muestra paroxística con el gobierno de Javier Milei, subraya que la confrontación y la definición de un enemigo es una dinámica de larga data en Argentina.
Finalmente, la directora emite un llamado a sus colegas y estudiantes de cine. Y recuerda que existen muchas problemáticas en nuestros países de las que “la política no se va a ocupar, no se va a ocupar la Justicia, no se va a ocupar el Poder Ejecutivo ni el Poder Legislativo”.
Martel concluye enfáticamente que la gente de cine tiene una herramienta poderosísima, que es narrar con imágenes y sonidos, para transformar la historia, hacerla más incluyente y permitirnos vivir mejor.
El cine, lejos de ser solo entretenimiento, tiene la posibilidad de informar y posee un poder inmenso en momentos donde, según la cineasta, la humanidad está “al borde del abismo”.
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