
“Tribulated Bells”, de Patricio Jara: treinta años de tribulación
Pero aquí no se trata sólo de la historia de un grupo y su glorioso primer álbum de largo aliento: los testimonios van dibujando un ambiente de amistad donde nada era fácil y se iba aprendiendo sobre la marcha, a punta de costalazos.
Por alguna razón, el Death Metal en Chile ha tenido un desarrollo sostenido bastante notable. Desde fines de los ochenta, bandas locales y público fiel han logrado montar una escena interesante, bajo el legado de Morbid Angel, Possessed, Sepultura o el mismo Pentagram, entre tantas otras bandas cuyos casetes, por ese entonces, se conseguían pirateados con carátulas fotocopiadas en el Paseo Las Palmas o en el persa de Franklin, en Santiago.
Ahí, en uno de los galpones del persa, fue donde a principios de los noventa, hurgando entre números atrasados de revistas Bandido y Trauko, conseguí tres de los más significativos demos del Death Metal nacional: Vengeance from Darkness de Death Yell, Bloody ceremonial de Atomic Aggressor y Perdition of souls de Sadism.

La importancia de este último, junto a la de From the perpetual dark (el segundo demo del grupo), queda suficientemente atestiguada en Tribulated Bells, el libro del escritor y periodista Patricio Jara que rinde homenaje a los treinta años del homónimo primer elepé de Sadism, banda integrada, en ese instante (julio-agosto de 1992), por Juan Pablo Donoso (batería), Ricardo Roberts (bajo y voz), Pablo Pino (guitarra) y Raúl Salinas (guitarra).
Luego de una introducción para dimensionar el gran peso del disco “en el desarrollo de los sonidos extremos en Chile” y dar cuenta de su propia situación de metalero antofagastino que de algún modo ha observado el movimiento a distancia, Jara opta por dejar hablar a las voces de los protagonistas y de quienes han acompañado a Sadism (alguna vez llamado Black Vomit) desde su primera aparición hasta hoy, cuando cuenta con nueve discos propios y bastantes giras nacionales e internacionales.
Se trata de una decisión afortunada: “a diferencia de una crónica que proviene de una misma voz”, dice Jara, “los temas suelen dispararse hacia todos lados”, de modo que la versión de sus protagonistas, en los seis vertiginosos capítulo del libro, tiene el mismo peso de la de quienes, por ejemplo, siguieron a Sadism (y a otras bandas como Torturer, Belial y Totten Korps) en sus presentaciones en la mítica Sala Lautaro de Gran Avenida, en el extinto gimnasio Manuel Plaza o en su primer viaje al Norte Grande.
Quedaba claro que el salto de la banda, a nivel de ejecución, se manifestaba ya desde el impecable tema instrumental que abre el disco con sus terribles campanadas, sumándose a ello las reelaboraciones de las canciones anteriormente aparecidas en los demos.
La diferencia de calidad del sonido, gracias a la cinta cromada de la época, también se percibía claramente: recuerdo que para quienes estábamos habituados al sonido, digamos, más tosco de Perdition of souls, el nuevo álbum resultaba quizá demasiado limpio; pero lo cierto es que finalmente, junto a los nuevos temas y el lugar central de la batería de Juan Pablo Donoso (virtuosa, creativa, sin perder un ápice de brutalidad), Sadism mantenía su particular complejidad junto a su ímpetu corrosivo: todo eso, más la apuesta de Toxic Records, hacía pensar en Tribulated Bells como en un hito del metal sudamericano. Y lo es.
Pero aquí no se trata sólo de la historia de un grupo y su glorioso primer álbum de largo aliento: los testimonios van dibujando un ambiente de amistad donde nada era fácil y se iba aprendiendo sobre la marcha, a punta de costalazos.
El bajo presupuesto, el autofinanciamento y el contexto general de una dictadura cuyos cimientos aún permanecían inconmovibles no ayudaban en nada para una apertura musical o el abandono de cierta censura; no olvidemos que en 1992, en una decisión insólita, le fue prohibida la entrada nada menos que a Iron Maiden a Chile para un concierto programado en la Estación Mapocho.
Quizá fue un acicate: la popularidad de Maiden, a la par de la del metal más extremo, hasta la fecha no ha hecho más que expandirse por varias ciudades chilenas que cuentan con sus núcleos de fans leales y cada vez más exigentes. El trabajo de bandas como Sadism sin duda ha contribuido bastante a generar este clima; aguante, creatividad y técnica, más el apoyo de sellos y sonidistas realmente comprometidos, asoman como decisivos a lo largo de los testimonios de Tribulated Bells.
Por supuesto, desde los primeros noventa las continuas visitas de grupos de afuera cuyo trabajo también abarcaba el thrash y el grindore (Sarcófago, Kreator, Sadus, Death, Napalm Death, Agathocles y tantos más), han generado, a la par de nuevos sonidos desgarradores, la conciencia de que la producción nacional, con Sadism a la cabeza, ha estado a la altura.
El libro de Patricio Jara, un volumen importante para la historia de la música subterránea en Chile, cierra con “Faces of terror”, capítulo consagrado a imágenes del grupo y a los flayers de la época, hechos a pulso. El título, claro, proviene del primer Sadism, ese que, pese a los años, aún retumba entre la niebla.
Ficha técnica:
Tribulated Bells, Patricio Jara. Santiago, La Piedra Redonda Ediciones, Colección Disco Rayado, 2022, 102 páginas.)
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