En el GAM, señala su autor, pueden observarse tres momentos donde emergen las disputas de la memoria para salvarlo o reemplazarlo: su recuperación tras el incendio, enfatizando el peligro y riesgo de su desaparición, tabula rasa y blanqueamiento de la memoria; y su reutilización refundacional.
Este libro ha sido escrito por un historiador, pero no es un libro de historia. Quizás no lo sea porque Elias, tal como se señala en la contraportada de este libro, es hijo de padre obrero, y – cito – entre pintores, albañiles y jefes de obra vivió su juventud y su vida universitaria, trabajando en construcciones de Santiago y Rancagua como jornalero, ayudante y nochero.
Quizás por esta experiencia de vida es que su relato sobre el GAM no pueda sino constituirse como un relato que opera como un hecho social total, esto es, en los términos de Marcel Mauss, un hecho donde confluyen realidades históricas, sociales, económicas, culturales y afectivas. En este edificio ocurrieron y ocurren hechos sociales totales, que nos cubren como país.
Posiblemente sea esta condición englobante, la que nos permita leer al GAM como un acontecimiento mítico, un mito político como nos advierte Elías haciendo referencia al historiador Frank Ankersmit. Mito político que se encuentra entre la memoria y el olvido, siempre en el ojo de la tormenta histórica.
Quisiera agregar algo a la definición que el autor da para la noción de mito; el mito – en los términos de la antropología – es siempre un relato sobre el origen, pero que, a diferencia de los relatos históricos, nos habla de otro tiempo y otro lugar. Cuando el autor pone apellido al mito, lo ancla a un cierto horizonte, el del accionar político e ideológico. Efectivamente, los tiempos en que se construye el GAM y el modo épico y festivo con el que se construye – sin apellidos ni individualidades, sino desde la épica colectiva – fueron tiempos fundacionales, y donde el horizonte se ensancha hasta lo indescriptible e inimaginable para una sociedad como la nuestra. Un tiempo y un lugar otro, para un país donde la utopia socialista parecía finalmente alcanzar su horizonte.
A la manera como podría hacerlo un arqueólogo, el autor se pregunta a propósito del tiempo cobijado en este edificio que es el GAM ¿Cómo estudiar el tiempo, sus usos políticos y culturales? ¿Como participa de este tiempo la institucionalidad política, la ciudadanía, los emprendedores de la memoria y los agentes del olvido? En este territorio de memoria que es el GAM, ¿cómo los vestigios arquitectónicos y materiales interrogan los relatos, los imaginarios y los proyectos de sociedad?
El libro, tal como debe ser todo buen relato, se inicia desde un hito particular, que no siendo el que da vida al edificio de la UNCTAD, permite gatillar el relato de la memoria, la memoria de los vencidos. Este es el hito del fuego, del incendio que afecta al edificio el año 2006, y que opera como una metáfora que abre el camino para que el autor y quienes leemos, nos atrevamos a reabrir el juicio de la historia, no solo del GAM, sino también de Chile. El incendio, en aquel punto céntrico de la ciudad, permitió que la brecha entre el pasado y el presente se hiciera evidente, para poner en el centro del debate, el arduo trabajo de la memoria: es el momento cuando el pasado explota y se activan las huellas del pasado, señala Elias. El incendio no es solo un acontecimiento, es también una metáfora que hacer arder la pregunta por el futuro del lugar, como símbolo del ideario revolucionario de la Unidad Popular, y como símbolo del ideario totalitario de la dictadura. Este edificio condensa esa paradoja y esa fisura en su interior. El incendio opera en este sentido como metáfora y exorcismo para romper el silencio en torno a las memorias de los vencidos. Tal como señala Michel Löwy, el incendio permitió la apertura del pasado, mostrandonos que “los llamados juicios de la historia no son en absoluto definitivos ni inmutables”.
Porque si algo queda claro al leer este libro es que el GAM cobija y cobijó, no solo imaginarios de país, sino también proyectos urbanos para una ciudad justa y democrática. La particularidad del GAM es justamente territorializar la memoria, de allí la potencia que nos ofrece para adentrarnos en este proyecto épico que fue su construcción en apenas 11 meses. El libro es claro en su propósito de memoria: “recobrar algo que se perdió”, pero para entregarnos pistas de un futuro posible.
En este proceso, señala el autor, los vencidos salieron de su silencio para hacer hablar las ruinas, interrogar el presente hacia un pasado no recordado, blanqueado, borrado. Se trata de las memorias de trabajadores, arquitectos y artistas que participaron de manera colectiva y mancomunada en la edificacion de esta obra de la Unidad Popular. El libro, en un contrapunto entre el pasado y el presente, logra reconstruir el significado simbólico, épico y festivo, del proceso constructivo, de las relaciones sociales de producción que finalmente se materializaron en esta estructura edilicia y que dan forma al relato de los vencidos.
Elias Sánchez no solo se pregunta por los trabajos de la memoria, también, inspirado en la historiadora Annette Wieworka, se interroga por el destino de este lugar. El libro centra su mirada sobre el denominado “juicio al edificio Diego Portales”, un debate político en torno a la reconversión posterior al incendio del año 2006. Desde las huellas del pasado reciente, entre 1971-2020, el autor observa los distintos estratos del tiempo materializados en el edificio del GAM, modelo de ciudad, de urbanismo y de ideario de una ciudad más justa.
En el GAM, señala su autor, pueden observarse tres momentos donde emergen las disputas de la memoria para salvarlo o reemplazarlo: su recuperación tras el incendio, enfatizando el peligro y riesgo de su desaparición, tabula rasa y blanqueamiento de la memoria; su reutilización refundacional como Centro Cultural, y donde las discusiones entre la clase política se arman como una de las piezas más profundas y fascinantes de este libro.
El autor desarrolla de manera prolija, a través del análisis de archivos, el complejo debate en torno al nombre: ¿Debía conservar el nombre Diego Portales, instalado por la Dictadura o recuperar su nombre original, de Centro Cultural Gabriela Mistral? El debate será reconstituido fielmente, confirmando la tesis que “el GAM nunca será neutral”, citando a Manuel Garretón. Y finalmente la reactualización de su vocación primera a través de las huellas y demandas que la ciudadanía dejará en su fachada durante la revuelta social del 2019.
Pero lo cierto es que la construcción de una memoria colectiva tiene siempre algo de batalla. Y el autor es claro en señalarnos que, quiérase o no, la idea de salvar o reemplazar las ruinas del pasado (dictatorial o de la Unidad Popular), terminaron por enmarcarse en la idea de superar y de dejar ir ese pasado. En este intento de “hacer memoria” desde las ruinas, pero negando y achatando, aplanando los contornos del pasado, se fue alimentando una identidad acrítica para tranquilizar la jerga de una identidad nacional única y homogénea.
Una identidad “neutral” que termina por negar, distorsionar y anestesiar los hechos. Una especie de pedagogía de la reconciliación o de la tolerancia. En efecto, el libro es muy claro en mostrarnos como la estrategia narrativa de los sectores políticos de la coalición de gobierno fue reconocer el valor patrimonial del edificio aprovechando la explosión del pasado, pero siendo cuidadosos (¿y temerosos?) en develar las huellas allí contenidas. El cuidado de la transversalidad en este país ha significado más de una vez – y así lo muestra y demuestra rigurosamente el autor – blanquear, silenciar y borrar.
Finalmente quisiera destacar que el libro posee una particularidad, entre muchas otras. A pesar de la sentencia que se hace respecto a la destrucción de los pilares que constituyeron la clase obrera y la identidad de izquierda, Elías no duda en escarbar en la fiesta, porque admite que solo lo hemos hecho en el drama y la derrota de la Unidad Popular, pero poco se ha hablado de la fiesta, parafraseando a Tomas Moulian.
Las fotos de los tijerales en la Alameda son una pieza preciosa para atestiguar esta fiesta y este orgullo, así como lo es la foto del presidente Salvador Allende dando la mano a un obrero, o la renuncia de los arquitectos y artistas a plasmar sus nombres en la plaza recordatoria, prefiriendo resaltar con una placa el trabajo y compromiso de quienes trabajaron en la obra: “Al final estábamos todos sintiéndonos un poco heroicos”, señala el arquitecto José Covacevic. El autor celebra y nos muestra esta fiesta, y abre una puerta de esperanza, cuando nos recuerda como el estallido, la revuelta de octubre del 2019 devolvió al GAM la fiesta. Desobediencia civil leída también como forma de festejar y reclamar un proyecto revolucionario en una era no revolucionaria. Ese es el poder de la memoria, siempre incendia cuando menos se lo espera.
Ficha técnica:
“Centro Cultural Gabriela Mistral. Memorias & Olvidos”. Elías Gabriel Sánchez González, Santiago: Ediciones A89, 2023.