Publicidad
Ministerio de las Culturas: hora de probar otro paradigma, porque el existente no resultó CULTURA|OPINIÓN

Ministerio de las Culturas: hora de probar otro paradigma, porque el existente no resultó

Se precisa una diversidad convergente que permita el apoyo a iniciativas culturales desde el mundo privado, así como desde el Estado, porque también está compuesto por lo privado, porque es de todos. Si es gratis para el público es porque hay una diversidad de contribuyentes y no solo del Estado.


Han pasado suficientes años desde la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio como para tratar cada crisis como si fuera un nuevo síntoma. Debemos asumir que se trata de un problema estructural, que impide la estabilidad como institución del Estado.

El paro que acaba de concluir, más allá de si se logró un acuerdo y de si se alcanzaron mejoras reales para los funcionarios afectados, paralelamente, fue letal para las agendas de las actividades de las instituciones implicadas, la programación general y la vinculación con los programas educativos de los museos, los archivos y las bibliotecas del país. Junto a los cuarenta días de paro, también se terminó el año escolar. De ahí la gravedad y la urgencia por el retorno y la apertura.

Sin duda existen falencias graves soportadas por los estamentos que componen el cuerpo de funcionarios del ministerio, especialmente en el área del patrimonio. Pero no es un problema de este presupuesto 2024, es permanente.

La pregunta que debemos hacernos como sociedad es si es posible sostener cada año un paro en cultura cuando se está votando el presupuesto de la nación en el Congreso. Creo que el gobierno actual tiene una oportunidad de impulsar una reforma cultural, pero no una dirigida a cambiar a los públicos, las audiencias o a los creadores y cultores, sino al ministerio mismo.

El que esta entidad sostenga una parte mayoritaria del financiamiento del que depende el quehacer cultural del país era una aspiración que quedó en evidencia en la estructura asimétrica de las dos subsecretarías que lo componen y, sobre todo, se veía por la forma en cómo pasó a llevar instituciones históricas como la DIBAM, que funcionó entre 1929 y 2018 cuando es absorbida por el nuevo ministerio. Desde su diseño.

Una subsecretaría estaría a cargo de los fondos y otra de las instituciones patrimoniales. Es claro, una con capacidad de agencia, la otra dependiente. Por lo mismo, no importa quien gobierne, izquierda o derecha, más a un extremo o más al centro. De ahí que no sirva sacrificar ministras y ministros cada cierto tiempo, como si se tratara de un acto psicomágico, eso no hace la diferencia.

Seguimos año a año el pulso de los concursos y los fondos, por una parte, y por otra, la crisis permanente de las instituciones del patrimonio que no logran soportar el lastre de la debilidad estructural y no pueden proyectarse a largo plazo. Esto no solo ocurre con las que pertenecen al propio Estado, sino además con aquellas privadas que apoyan el patrimonio cultural del país y que son esenciales también.

El mismo modelo de ministerio, además, hay que decirlo, ha inhibido en parte la participación del mundo privado y el desarrollo de la filantropía, porque fomenta la dependencia de los recursos centrales sin mucha alternativa para formas mixtas de economías culturales.

El cruce entre las líneas programáticas del gobierno de turno con la identificación de las instituciones y los programas políticos son parte del juego cultural. Hay que aceptarlo. Sin embargo, todo quedó atrapado en un modelo que busca fagocitar la cultura para el Estado y el gobierno si las cosas salen bien, y rechazarlo y defenestrar autoridades, cuando no va con la línea de los “stakeholders”, digámoslo así.

Estoy dibujando el panorama con líneas gruesas, pero me parece necesario, han sido más de cuarenta días de paro. Pienso que llegó la hora de que un gobierno se atreva a probar otra forma, otro paradigma, porque el existente no resultó. Necesitamos salir de esa inequidad estructural, motivar las donaciones, poder pagar si se puede, poder vender, ser activos y conscientes de que la cultura necesita un mercado para subsistir y no residir en la pasividad de un modelo cultural de mecenazgo estatal o nada.

A esta altura no sé de dónde salió la idea de que la cultura debía ser gratis a priori, tiene que haber instituciones dispuestas a invertir en dichas iniciativas, es parte de la puesta en valor cultural. Los artistas no pueden trabajar gratis pero si todo es gratuito,  ¿cómo se sostiene?

Se precisa una diversidad convergente que permita el apoyo a iniciativas culturales desde el mundo privado, así como desde el Estado, porque también está compuesto por lo privado, porque es de todos. Si es gratis para el público es porque hay una diversidad de contribuyentes y no solo del Estado como sostenedor. Y si es preciso pagar tendrán que establecerse los mecanismos de acceso de modo que llegue a todos, pero sobre todo que pueda existir y subsistir porque la propia sociedad lo valora y valida.

Ese es, por ejemplo, otro modelo. Lo que está claro es que año a año volvemos al mismo lugar, una parte de la propia institucionalidad cultural del Estado tiene que parar para hacer ver la situación interna, mientras el sentido comunitario de la cultura se debilita.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias