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Obra “Maneras de (re)existir”: un cuerpo como un país CULTURA|OPINIÓN

Obra “Maneras de (re)existir”: un cuerpo como un país

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Así, a través de esta obra que toma como referente lo onírico uno comprende que el cuerpo es un territorio que retomando la analogía del país, se articula en la riqueza de un colectivo, que co-construye y co-dialoga con un público que se conmueve con esa descarnada detonación de energía.


Un cuerpo como un país, no es sólo un habitáculo por el cual somos participes de un territorio común, y que va desde una circunstancia hasta un enraizamiento con el que acabamos identificándonos con esa dualidad liminal que hace que ese cuerpo-país sea el portador tanto de presencias como de ausencias, en un estado de transición permanente en esta nuestra historia personal y colectiva.

En esta se inserta el montaje “Maneras de (re) existir”, del Colectivo Danza La Vitrina, una agrupación artística conformada por creadores, intérpretes, investigadores y docentes provenientes de la danza y otras disciplinas, que en sus treinta años de trayectoria ha aportado al patrimonio coreográfico de Chile y Latinoamericano.

Al igual que Tania Rojas Benvenuto (1981), una profesional de las danzas con vasta trayectoria nacional e internacional, quien asume la dirección coreográfica, abocándose a desarrollar herramientas coreográficas para elencos ciudadanos, haciendo un cruce investigativo entre la danza, la memoria y el psicoanálisis.

También ampliando el quehacer coreográfico, al unir la teatralidad y lo performático, a través de componentes interpretativos que proponen al espectador penetrar en un territorio corpóreo – espacial donde el desamparo y la pérdida están encastrados en nuestro inconsciente, y reverberan como consecuencia de una historia de desapariciones y traumas, que hacen carne en las palabras de Ileana Diáguez: “Pensar como la ausencia convoca la búsqueda y la imaginación por otorgar sentido a la vida”.

En ese enquistamiento también afloran aquellos traumas que en esta puesta en escena se reconocen desde un lenguaje corporal donde tanto el silencio como el destemplado grito, se integran a un manto sonoro compuesto por Loreto Ríos, donde la melancolía del ostinato, como técnica de composición basada en variaciones sobre la insistencia de un motivo musical, remarca el trauma como parte de esa obstinación, y donde estos “ostinati”, se repiten dejando una pulsión a lo largo de la obra.

Esto agrega mayor dramatismo a lo interpretado por un elenco conformado por Javiera Sanhueza Espinoza, Exequiel Gómez Acuña, Magnus Rasmussen Campos, Francisca Gazitúa Charmes, Kamille Gutiérrez Kuruz, y Javier Muñoz Jiménez, los que en conjunto evocan esa tragedia que llevamos a cuestas, la que se remite a nuestra historia reciente, pero también al hecho de seguir existiendo.

Una coyuntura que por cierto deja en evidencia el frenesí de quienes dan todo en el escenario. Un arresto que, a modo de interrogación crítica alude a las cruces sobre el pavimento que Lotty Rosenfeld (1943-2020), instaló por más de cuarenta años, y con las que logró traspasar las fronteras de los géneros, la historia y las memorias desde el cuerpo con una acción de arte que en cierto modo reverbera en estas “Maneras de (re) existir”, donde con sólo la parte vertical de la cruz, representa una cicatriz que nuevamente subraya el eco imborrable del trauma.

Un estigma a la que en paralelo se le agrega otra metáfora, que en un principio parece – por decir lo menos- extraña, pero “a poco andar”, ese desajuste se entiende como un simbolismo expresado en el hecho de que cada personaje lleva puesto sólo un zapato. Y es precisamente ese objeto faltante, el que encarna la desaparición, la consiguiente ausencia y búsqueda, expresada incómodamente en la cojera cada protagonista.

Un síntoma que recorre anómalamente toda esta propuesta escénica que desde que se inicia es una provocación que propone el desacato como acto de liberación a todo lo que está contenido, apretado y que aflora en este re(existir) catártico, que busca involucrar al espectador desde los sentires corporales, para que a través de la reflexión desborde sus propios límites. Porque como afirmó Aldous Huxley: “Los hechos no dejan de existir, aunque se los ignore”.

Así, a través de esta obra que toma como referente lo onírico uno comprende que el cuerpo es un territorio que retomando la analogía del país, se articula en la riqueza de un colectivo, que co-construye y co-dialoga con un público que se conmueve con esa descarnada detonación de energía, que infringe esa aparente tranquilidad, llevándonos a un quiebre, que querámoslo o no, nos hace sentir un sinfín de reverberaciones autobiográficas, tanto personales como colectivas, que ponen en valor este re(existir) como un canto de memoria universal, donde confluyen la reincidencia y la resistencia de principio a fin.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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