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Sebald revisitado CULTURA|OPINIÓN Crédito: Anagrama

Sebald revisitado

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Pablo Bravo Pérez
Por : Pablo Bravo Pérez Periodista y escritor.
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Resulta pertinente que la obra de Sebald sea revisitada en Chile, gracias a la conferencia del escritor y ensayista hispano-holandés Cristian Crusat, quien participará en agosto en el ciclo “La Ciudad y las Palabras” de la Universidad Católica.


Hay escritores que no solo crean libros, sino mundos. W. G. Sebald, narrador nacido en Baviera en 1944, podría ser considerado como uno de ellos. Hijo de un soldado alemán que combatió en la invasión de Polonia y pasó sus días de posguerra en un campo de prisioneros en Francia, Sebald creció en una Alemania que prefería callar antes que recordar. Tal vez por eso, su obra se volvió una forma de cavar con palabras en ese silencio espeso que cubría la historia europea como una niebla.

Sebald estudió en la Universidad de Friburgo, pero su verdadera educación fue la de la memoria: la suya y la de los otros, la individual y la colectiva, la visible y la que se oculta bajo capas de trauma. En sus libros, difíciles de clasificar, abordó la historia, el silencio, la identidad europea y el fenómeno migratorio con una sutileza que desarma. Como él mismo describió su estilo, se trataba de “prosa de ficción —que no eran exactamente novelas, ni autobiografías, ni no ficción—, pero con elementos de todos los géneros”. Una alquimia literaria.

Su legado, aunque breve en cantidad —una docena de obras—, es inmenso en calidad. Para The New Yorker, sus cuatro ficciones en prosa, Vértigo, Los Emigrantes, Los Anillos de Saturno y Austerlitz, “son únicas al combinar memorias, ficción, diario de viaje, historia y biografía en el crisol de su inquietante estilo de prosa para crear una extraña y nueva mezcla literaria”. Leer a Sebald es caminar por paisajes donde nada parece suceder pero, al mismo tiempo, ocurre de todo.

Una de sus obras más prominentes, Austerlitz (2001), es prueba de ello. Narra la historia de Jacques Austerlitz, un académico judío que, en una estación de tren en Londres, sufre una revelación: ese lugar fue su punto de llegada a Inglaterra siendo apenas un niño. Su memoria había borrado ese recuerdo, y recuperar su historia —el paradero de sus padres, su lengua materna, su lugar de origen— se convierte en una excavación casi arqueológica. En otras manos, esta podría haber sido una simple historia de búsqueda, pero Sebald lo hace de forma diferente, creando una novela cautivadora por su formar forma de narrar, contenida, casi sin diálogos, cargada de imágenes y referencias culturales.

El prestigio fue inmediato. Tras Austerlitz, la crítica comenzó a mencionarlo como un futuro Nobel. Pero el destino, que Sebald tanto exploró con melancólica delicadeza, le tenía reservado otro desenlace: en 2001, un accidente automovilístico terminó con su vida. Tenía 57 años. Nunca sabremos hasta dónde habría llegado su escritura.

En un ensayo publicado en 2000 en el Times Literary Supplement, Susan Sontag se preguntaba si “la grandeza literaria era aún posible”. Su respuesta fue tajante: “Una de las pocas respuestas disponibles para los lectores de habla inglesa es la obra de W. G. Sebald”.

Esa afirmación, poderosa en su certeza, sigue resonando hoy, más de dos décadas después. Y por eso resulta tan pertinente que la obra de Sebald sea revisitada en Chile, gracias a la conferencia del escritor y ensayista hispano-holandés Cristian Crusat, quien participará en agosto en el ciclo “La Ciudad y las Palabras” de la Universidad Católica. Doctor en Literatura Comparada por la Universidad de Ámsterdam, Crusat es uno de los estudiosos más profundos del autor alemán. Le ha dedicado títulos como “W.G. Sebald en el corazón de Europa” y “Un diálogo sobre W.G. Sebald”, y en esta ocasión presentará la charla “La ciudad de Sebald”.

Asistir a esa conferencia no es solo una oportunidad para entender mejor la obra de un autor único: es una invitación a repensar la memoria, la identidad, la escritura y la trama de las ciudades. Porque en un tiempo donde la velocidad lo devora todo, sumergirse en la cadencia serena y reflexiva de Sebald, guiados por un lector tan lúcido como Crusat, es casi un acto de resistencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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