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Hernán Puelma, una radiografía que excede lo temporal CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Hernán Puelma, una radiografía que excede lo temporal

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Puelma apuesta por hacer una radiografía visual de nuestra realidad. Apelando a una mediación entre el territorio y sus habitantes, pero concebidas como una reflexión gráfica, que no necesariamente se sitúe en un momento tiempo, sino más bien un correlato que traspase la temporalidad.


“El símbolo no es una explicación, sino una sugestión, una iniciativa para acceder de entrada a otro plano de aprensión de lo real”.

Hernán Puelma.

 

Cuando decimos, la procesión va por dentro deja entrever que el seguir adelante conlleva echarse a la espalda aquellas dolencias que te flagelan en silencio, y que ese leve rictus que logras esbozar es el símbolo inequívoco de un devenir que sin duda es parte de esa otredad o derechamente de esa sugestión en la que erramos. Un hecho que Hernán Puelma (Santiago,1944), recrea a través de un periplo en Galería Vermilion, juntamente con el hostal Casa la Barca, donde recala parte de su obra gráfica que, es la menos conocida, ya que su nombre de inmediato se asocia a esa disciplina que le ha dado gran trascendencia. Pero Puelma, no es sólo sinónimo de escultura.

Un artista que desde sus inicios tuvo que enfrentarse a la no menos temeraria opción de ser prácticamente un autodidacta, lo que trae como consecuencia una autonomía, que hay que saber administrar, tal cual lo hizo cuando luego de estudiar mecánica industrial y fundición, realiza una heterogénea travesía por diversas disciplinas, desde la poesía, con el libro “Presencia” (1968), luego en el cine, su pasión que lo acompaña por muchos años, y que lo llevó a dirigir junto a Jorge Müller y Antonio Larrea los cortometrajes documentales “Chiloé y su gente” y “Araucanía Hoy”, el mismo año 68’. Momento tiempo en que por si fuera poco, volcó toda esa base de conocimientos hacia la escultura. Una elección que se concretaría en el Instituto Superior Saint Luk de Bruselas, y luego en Chile, a su retorno al practicar la fundición de metales con Teresa Vicuña y Gaspar Galaz. Un auspicioso comienzo que sería sólo una transitoria antesala de lo que vendría, dado que este prolífico artista ha participado, desde 1972 a la fecha en más de noventa exposiciones, tanto individuales como colectivas partiendo por la Galería L’Ecuyer de Bruselas, Galería Il Grifo, en Roma, (Italia 1976), en el Tanit Internacional Center de Bruselas, (Bélgica 1977) y en Elca London Gallery en Montreal, (Canadá 1978). Hasta en 1979 obtener una beca en los Estados Unidos y exponer en la Trinity Art Gallery en Bedford y en la Lewndeli Annix University of Houston, Texas. Para de vuelta en Santiago, crear el Cristo del Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile (1982), que marcaría un antes y un después en lo que es el despliegue por esta ciudad capital en la que podemos apreciar un sinnúmero de obras que le pertenecen.

Desmarcándonos de la escultura y retomando “Procesiones por dentro”, lo interesante que esta serie gráfica está realizada en técnica mixta,  usando como base el collage, al que le aplica múltiples capas de cuero y gasa, y a los que le suma otros elementos y técnicas como serigrafía sobre papel japonés, el que luego es fotografiado analógicamente, logrando una reimpresión de la serie original tridimensional expuesta en el Museo de Bellas Artes (cuarenta obras gráficas realizadas entre los años 2005 y 2007), donde retrotrae los desgarros invisibles que nos fustigan, poniendo especial énfasis en la fuerza expresiva del color, en contraste con el blanco y negro. Valores que, junto a las texturas aportan un eje dramático en cuya gestualidad se plasman diversas vertientes simbólicas donde transitan desde los sueños, a los mitos y las creencias propias de nuestra identidad. Reuniendo un repertorio tan amplio de imágenes históricas e íconos religiosos, en los que trasunta la presencia de los pueblos originarios, especialmente de las comunidades indígenas del norte, centro y sur de Chile, pero también de la historia del arte universal.

En suma, Puelma apuesta por hacer una radiografía visual de nuestra realidad. Apelando a una mediación entre el territorio y sus habitantes, pero concebidas como una reflexión gráfica, que no necesariamente se sitúe en un momento tiempo, sino más bien un correlato que traspase la temporalidad, y donde no exista ni un aquí ni un ahora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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