
Federico García Lorca en la poesía chilena
En Chile García Lorca despertó un encendido amor, antes y luego de su asesinato.
En 1936 fue asesinado en Granada el poeta y dramaturgo Federico García Lorca. La fecha es oscura. Según Ian Gibson, su mejor biógrafo, habría sido el 18 de agosto. Fue ejecutado por militares y civiles, junto al maestro humanista Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Juan Arcollas y Francisco Galadí. Tenía 38 años. Hasta hoy sigue desaparecido.
Donde estuvo, o incluso donde no estuvo, ningún poeta provocó los entusiasmos y emociones que logró García Lorca. Si fue querido en España, lo fue igualmente en Cuba y Argentina; pero también y mucho en Chile, Colombia o Venezuela. Ian Gibson hace un magnífico relato de la repercusión que cada paso de García Lorca generó en este continente. En 1930 estuvo tres meses en Cuba: “los mejores de mi vida”, dice. A Buenos Aires llegó un 13 de octubre de 1933 para una estancia de quince días. El éxito de su poesía y de su teatro hicieron que se quedara por más de seis meses.
En Buenos Aires conoció a Pablo Neruda e iniciaron una amistad inclaudicable. La relación continuó en Madrid, a donde Neruda fue trasladado y escribió “Oda a Federico García Lorca”. Cualquiera que la lea sin saber cuándo se publicó debe pensar que se trata de un canto fúnebre a la muerte de Federico: “Si pudiera llorar de miedo en una casa sola, / si pudiera sacarme los ojos y comérmelos, / lo haría por tu voz de naranjo enlutado / y por tu poesía que sale dando gritos”. Por su parte, García Lorca presenta a Neruda en Madrid el 6 de diciembre de 1934, describiendo de manera inmejorable su poesía: “Un poeta más cerca de la muerte que de la filosofía; más cerca del dolor que de la inteligencia; más cerca de la sangre que de la tinta. Un poeta lleno de voces misteriosas que afortunadamente él mismo no sabe descifrar…”.
Distinta fue la relación de García Lorca con Vicente Huidobro. Se conocieron en 1931 en un viaje del chileno a Madrid. Huidobro concurrió a la lectura de Poeta en Nueva York del granadino. El diplomático Carlos Morla Lynch, muy activo en el terreno cultural, organizó una cena para Huidobro a la que asistió García Lorca junto a otros escritores españoles.
Al finalizar éste, leyó un poema en risueño homenaje a Huidobro: “Una abeja me ha contado / desleída en dulce miel / que te vas de nuestro lado / hacia la torre de Eiffel…”. Huidobro, sólo tres años después del asesinato de García Lorca, da una entrevista en la que lo trata de poeta muy mediocre, sin ningún interés porque “en general, los poetas españoles carecen de imaginación y de inteligencia poética”. Al parecer no había olvidado el poema.
En Chile García Lorca despertó un encendido amor, antes y luego de su asesinato. A su muerte, la filósofa María Zambrano, publica en 1937 en Chile una antología de su poesía, seguramente la primera, que tuvo una extraordinaria repercusión. A María Zambrano y García Lorca los unía una profunda amistad. Se habían conocido en Segovia cuando Federico contaba con 21 y María con 17 años. Ella llegó a Chile acompañando a su esposo que trabajó en la embajada. En los apenas seis meses que vivió en el país, en medio de una intensísima actividad cultural y de agitación, publicó, además, un Romancero de la guerra española y el ensayo Los intelectuales en el drama de España, pieza fundamental de su filosofía.
García Lorca y los poetas de la claridad
Romancero gitano de García Lorca fue publicado en España en 1928 y en 1936, en Argentina. Poco después, simultáneamente en 1937, Nicanor Parra publica Cancionero sin nombre; Jorge Millas, Homenaje poético al pueblo español y Óscar Castro, Camino del alba, todos de evidente raigambre lorquiana. En 1939 Tomás Lago publica 8 nuevos poetas chilenos, que incluía, entre otros, a Nicanor Parra, Luis Oyarzún, Jorge Millas y Óscar Castro. Tanto este texto como Tres poetas chilenos (Parra, Vicario y Castro, 1942), también preparado por Lago, muestran el impacto de Romancero gitano, de la guerra civil española y, en especial, de la horrorosa muerte de García Lorca, en la nueva generación.
La poesía de García Lorca constituyó un hito fundacional para Parra y sus contemporáneos, que reorientó el desarrollo de la poesía chilena. Así, se produce una búsqueda neopopularista, que se convierte, por un lado, en un rescate de las tradiciones orales populares y, por otro, en una estetización de lo popular. “Lo que yo quería —afirma Parra— era aplicar a Chile lo que Lorca había hecho en España”. Parra, más allá de su obra antipoética, visual y performativa, nunca dejó de escribir romances, décimas y cuartetas de origen popular.
Todo lo anterior tiene impacto en el rescate artístico de las tradiciones populares. Violeta Parra recuperó gran parte del reservorio tradicional popular y compuso a partir de esta tradición algunas de las canciones más importantes de Hispanoamérica. Hilda, Roberto y Eduardo Parra fueron destacados creadores y cantores populares. Roberto Parra (autor de Las décimas de la Negra Ester) es creador de las llamadas cuecas choras. Con ello se suma, además, el sentido humorístico y tragicómico del folclore chileno y de la poesía popular urbana, que ya estaba presente en Cancionero sin nombre.
Por ello no debe extrañar que Violeta Parra en su canción “Un río de sangre” recuerde, entre otros mártires, a García Lorca y la vergüenza del asesinato de uno de los más grandes creadores de España: “Así el mundo quedó en duelo / y está llorando a porfía / por Federico García / con un doliente pañuelo; / no pueden hallar consuelo / las almas con tal hazaña. / ¡Qué luto para la España, / qué vergüenza en el planeta / de haber matado a un poeta / nacido de sus entrañas!”.
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