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Fractal de Gabriela Mistral CULTURA|OPINIÓN

Fractal de Gabriela Mistral

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Gabriela no fue una sola Gabriela, fue muchas, cada quien que la lea, descubrirá la suya, porque Gabriela no se lee, se interpreta, se entra en ella como en una constelación viva, cada nueva invocación es una oportunidad para conectar con su sabiduría y su pasión múltiple, circular, quebrada.


80 años del Premio Nobel a Gabriela Mistral

Ochenta años han transcurrido desde aquel instante luminoso en que el nombre de Gabriela Mistral se inscribió en la constelación de los Premios Nobel, sin embargo, su palabra no ha envejecido, lejos de reposar en los mármoles de la historia, su voz arde como un fuego antiguo y persistente que sigue alumbrando las zonas oscuras de la condición humana y la alta espiritualidad de los pueblos. Gabriela no fue solo poeta; fue abismo y cumbre, su escritura se enraíza en la tierra áspera de la infancia latinoamericana, en la soledad del exilio interior y en la maternidad sin hijos.

El Valle como matriz poética

Gabriela Mistral no vivió una sola vida, en efecto como si obedeciera a la lógica de los fractales y el multiverso, desplegó su existencia en múltiples planos que se replican en escalas de poesía, educación, diplomacia y amor, generando una geometría vital que escapa a la linealidad biográfica para tornarse en espiral infinita. Nacida como Lucila Godoy Alcayaga en 1889, en el Valle de Elqui, una geografía que parece haberla atrapado antes de que ella pudiera escribir, su vida fue un diseño hecho de ecos y simetrías, donde lo íntimo reverbera en lo público y lo poético se entreteje con lo político.

En la infancia de Gabriela, en los pliegues secos y luminosos del Valle de Elqui, se incubó una voz que luego resonaría en varias lenguas, a esa niña que escuchaba el viento bajar por los cerros y leía a los poetas en recortes de periódicos, le fue dado el talento de ser un demiurgo que crea y ordena el universo, transformando el dolor en forma y la ausencia en canto, ronda infantil, poesía y por cierto ideologema. Como en un fractal, cada poema futuro llevará algo de ese primer paisaje; la soledad, la sed, el cielo abrasado de estrellas, el Valle de Elqui no era solo su origen, era su forma de mirar, allí aprendió a ver el mundo como una continuidad de pulsos naturales, de silencios fértiles, de abismos que nutren, de aguas que escurren cristalinas y puras en su loca carrera hacia el mar.

Locas Mujeres

En su publicación Lagar, el capítulo llamado Locas Mujeres será un texto anticipatorio a la irrupción del feminismo moderno, es un llamado a la liberación femenina y a la búsqueda de la propia identidad, Mistral explora la complejidad de la mujer a través de la metáfora de la “locura”, mostrando su capacidad de transformación y de resistencia ante las presiones sociales, la locura funciona como una manera de apartar el sentido común para alejarse de las rígidas convenciones sociales que recluyen el espacio posible de lo femenino.

Locas Mujeres invita a explorar la reflexión sobre la identidad femenina y su lucha por la autonomía, la autora explora la figura femenina a través de diferentes arquetipos, revelando la capacidad de reinventarse, el yo poético de Mistral huye raudamente de la representación de lo femenino como la madre frustrada, la profesora rural abnegada y la mujer sufrida.

Se busca a través de emociones contradictorias, sentimientos confusos y cambiantes rediseñar el espacio y la deriva femenina, los tópicos recurrentes son; el rechazo a vínculos familiares con aceptación social, la exaltación de la libertad, la necesidad del secreto y la privacidad, el exilio voluntario y la revisión del pasado inquisidor.

Maestra de almas

El oficio de maestra fue su primer acto revolucionario, no enseñaba sólo letras o números, sino una ética del cuidado, Gabriela Mistral fue una pedagoga del alma, sus pensamientos pedagógicos configuran una cartografía donde la educación es un acto de amor social, fue directora de colegios desde La Serena a Temuco, pasando por Antofagasta y Punta Arenas, sembrando una pedagogía hecha de ternura, firmeza y visión, transformando su aula como un espacio sagrado, donde la palabra no instruía; sanaba. Sin embargo hay que recalcar que fue expulsada injustamente de su rol como Directora del Liceo N 6 de Niñas en Santiago por no tener el título de Profesora, gesto de pequeñez burocrática nacional y parte de un reflejo más en su distanciamiento con Chile en el futuro.

Diplomática de la ternura

La trayectoria diplomática de Gabriela Mistral es un ejemplo temprano y contundente de la “diplomacia cultural”, entendida no como extensión del poder político, sino como una forma autónoma de construir lazos entre pueblos, su participación en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (1928-1937) con sede en París, y su presencia en la Exposición Universal de 1937, mostraron su capacidad para representar a Chile en foros internacionales desde un lugar de autoridad simbólica y ética.

Como cónsul, Mistral desempeñó funciones en Madrid, Lisboa, Nápoles, Petrópolis, y Nueva York, siempre en medio de tensiones políticas y personales, enfrentó el rechazo del régimen de Mussolini, denunció la guerra en España. En Petrópolis fue vecina y amiga del escritor exiliado Stefan Zweig (le toco ver el cadáver de este y su esposa Lotte cuando ambos se suicidaron el año 1942), el vínculo entre ellos no se limitaba a la mera coincidencia épocal, ambos compartían una actitud pacifista en un mundo en guerra, compartían una profunda preocupación por la dignidad de los seres humanos y una mirada crítica del devenir histórico.

Escribiría sobre su amigo que “dormía sin su eterna sonrisa, pero con una dulzura grande y una serenidad mayor todavía…”,  recordando la cruda experiencia vivida en conjunto con su sobrino, la pérdida de Stefan Zweig fue para la Mistral el trágico preludio de una tragedia personal más profunda aun, el suicidio de su sobrino Yin Yin, en 1943.

El Nobel y la paradoja del reconocimiento

Cuando en 1945 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, América Latina se miró al espejo de su obra, fue la primera mujer latinoamericana en recibirlo, pero Gabriela ya era, en sí misma, una ciudadana del mundo, un país sin frontera. Ese reconocimiento institucionalizó lo que ya era un secreto a voces; su poesía no era sólo literatura, era conciencia continental, era documento espiritual de una América desgarrada y bella, realizo el viaje en barco por el atlántico para recibir el premio viajando completamente sola, sin embargo esto significó una reconexión con la comunidad intelectual internacional, manteniendo el aura de melancolía y soledad que envuelve su figura.

El fractal se agranda, se desplaza desde la escuela rural al estrado diplomático, desde el dolor íntimo a la ovación internacional, Gabriela deviene en una figura que se pliega sobre sí misma, como una figura de Escher, figuras que suelen mostrar patrones, estructuras y espacios que parecen contradictorios o que violan las leyes de la gravedad o la lógica espacial, ascendiendo mientras desciende.

Doris Dana; el fractal del amor secreto

Y en el pliegue más íntimo de su vida, se encuentra Doris Dana, la joven escritora estadounidense que apareció en 1946 como una nueva coordenada en la existencia mistraliana, su relación se inició con un pedido de Doris Dana a la Mistral para apoyarla en la traducción de Mark Twain al español, esta relación creció tejida en cartas, confidencias, silencios y miradas cifradas, fue quizás el secreto menos y peor guardado de la vida de nuestra Gabriela. Fue una relación que desafiaba los cánones de su tiempo, sostenida en la discreción y en la devoción mutua.

Dana no fue solo compañera, fue espejo, Gabriela encontró en ella una escucha incondicional, una heredera espiritual y literaria, tras la muerte de la poeta, Dana devino albacea, custodio de un legado que, como todo fractal, contiene en cada fragmento la totalidad de su misterio.

Gabriela Mistral, en su vasta correspondencia con Doris Dana, dejó entrever las profundidades de su alma, revelando no solo su amor apasionado, sino también sus reflexiones sobre la educación y su relación con Chile.En una carta fechada el 12 de abril de 1949, Mistral expresa “Querida mía, tú conoces el cuerpo, pero no el alma entera de tu pobrecilla. Y así no has adivinado el infierno puro que ha sido para mí tu silencio de siete o más días.” Esta confesión revela la intensidad de sus sentimientos y también la dependencia emocional y vulnerabilidad que sentía hacia Dana.

Mistral, figura policronica

Gabriela Mistral murió en Nueva York en 1957, pero no se desvaneció, no desapareció, como un fractal persiste en cada repetición de sus versos, en cada escuela que lleva su nombre, en cada carta entre mujeres que se aman en secreto, Gabriela se multiplica. Su poesía no es una obra cerrada, es una forma de estar en el mundo, es pedagogía del corazón, es diplomacia del alma, es feminismo antes del discurso, es espiritualidad terrenal.

Gabriela no fue una sola Gabriela, fue muchas, cada quien que la lea, descubrirá la suya, porque Gabriela no se lee, se interpreta, se entra en ella como en una constelación viva, cada nueva invocación es una oportunidad para conectar con su sabiduría y su pasión múltiple, circular, quebrada, inmensa. Su poesía es un viaje al multiverso de la humanidad donde la memoria policronica nos permite conexiones temporales entre eventos y experiencias que rompen la línea vital de la Mistral, como un viaje que también nos transforma a nosotros mismos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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